La mecedora del abuelo. Por F. AZORÍN VALDÉS
Vieja mecedora, ya muy vieja.
Esqueleto de nogal torneado
envuelto en tela roja, con queja de
duros huesos... cuando cansado
el abuelo feliz la corteja.
Y junto a sus años, bella aurora
nace cada día dándole vida.
Su esposa, con amor, bien valora
mutua vejez con él compartida.
Su alma siempre inquieta, es promotora
de una felicidad conseguida
como panal de miel de un hogar
que entre avatares tuvo cabida,
para el amor de hijas que cuidar
en unión perpetua y mantenida.
Ahora, en sus vivencias otoñales...
con recuerdos de añoranzas idas,
combaten sus achaques y males
con dulzuras jamás extinguidas
cual aromas de viejos rosales.
¡Ay, la mecedora del abuelo,
como mima su vida querida!
Con su calor recoge el anhelo
de permanecer a ella unida
en suave balanceo sobre el suelo.
La duda le asalta, temerosa
de ser relegada al triste olvido
de un rincón, cuando muerte alevosa
se lleve al abuelo, bien dormido...
Seguirá la vida su camino.
Nietos y bisnietos crecerán
alargando ramas de un destino.
Su árbol genealógico, con afán
le cumplirá el mandato divino.
Nuevos hogares florecerán,
pero los consejos del abuelo...
¿Serán permanentes... olvidarán
lo mucho que él les quiso, y con celo
su vida y amor esparcirán
llenando así su alma de consuelo?
Hay obvias preguntas sin futuro
que turban la mente del abuelo.
De que es pura incógnita, es seguro
que obtendrá respuesta... allá en el Cielo.
Extraído de la Revista Villena de 1997
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