LORERO GARCÍA RUZAFA, una carrera truncada.
Por JOAQUÍN NAVARRO GARCÍA
Para María Victoria y Emilia, con cariño.
Corre el mes de junio del año 1898. En la Escuela Nacional de Música -Real Conservatorio- de Madrid, se ha celebrado el concurso público para la obtención de los Premios Fin de Carrera. El de piano ha recaído, por unanimidad del Jurado, en la Srta. Loreto García Ruzafa, natural de Villena y que cuenta con apenas 18 años.
Quién era esta jovencísima pianista y cuáles las vicisitudes que le llevaron a conseguir tan importante galardón? Esto es lo que a continuación vamos a intentar desvelar a través de este trabajo.
Loreto García Ruzafa nace en Villena el 13 de diciembre de 1880. Hija de Emilia Ruzafa Mallol, nacida en 1859 en la localidad alicantina de Muchamiel, y de Eleuterio García Estasio, nacido en 1851 en nuestra ciudad, médico-cirujano de profesión, al igual que su padre, José García Ríos, natural de Valencia, que ejerce en Villena como titular en el año 1868. La esposa de éste, Salvadora Estasio Jardí, natural de Benimaclet, falleció el año 1885, durante la célebre epidemia de cólera que padeció nuestra ciudad y que tantas vidas costó. No deja de ser una ironía del destino, teniendo dos médicos en la familia.
Eleuterio, padre de nuestro personaje, es compañero de Ruperto Chapí y su hermano Isidoro en la «Escuela Elemental» que dirigía D. Ginés García García. En esta época nace una profunda amistad entre ambos, la cual durará toda la vida, como más adelante veremos.
Digamos que tanto José como Eleuterio fueron médicos de la familia Chapí y nunca percibieron retribución alguna. Esto no debió olvidarlo nunca nuestro compositor, como se deduce del cariñoso trato que siempre dispensó a la Familia García-Estasio. Hecho este paréntesis, a nuestro juicio necesario, retomemos el hilo de nuestra historia.
Eleuterio García Estasio y Emilia Ruzafa,
Loreto nace en el seno de una familia acomodada y de un nivel cultural muy por encima del de la burguesía local. Muy niña, empieza a mostrar su buena disposición para la música, influida quizás por el ambiente que se vive en casa de su tío Manuel, hermano de su padre, farmacéutico que tenía su botica en la hoy llamada calle de Ramón y Cajal, frente al antes colegio de las Hermanas Carmelitas. Buen melómano y músico aficionado, fue durante varios años presidente de la Banda y Orquesta «Juventud Musical Villenense» y gran amigo del célebre compositor y guitarrista Francisco Tárrega, quien siempre se alojaba en su casa cuando venía a Villena o a algún pueblo de nuestra comarca.
Los primeros pasos en el solfeo los da de la mano de su tío, para continuarlos después con D. Francisco Díaz Romero, a la sazón director de la Banda Municipal, con quien también se inicia en el piano.
Al tener que dimitir D. Francisco Díaz, el puesto de director de la Banda recae en el prestigioso compositor alcoyano D. Camilo Pérez Laporta, quien se encarga de reorganizar la misma, disuelta por el M.I. Ayuntamiento. También se hace cargo de continuar con la labor educadora de la pequeña Loreto. Es D. Camilo quien alerta a sus padres de las cualidades que la niña tiene, e insiste para que continúe sus estudios en un buen conservatorio, aconsejando sea el de Madrid. Estamos en 1893.
Ante tanta insistencia, Eleuterio escribe a su amigo Chapí, pidiéndole consejo; éste dice que le lleven a la niña a Madrid para oírla. Ya en la Villa del Oso y el Madroño, Don Ruperto queda entusiasmado ante las aptitudes de Loreto y aconseja al amigo la continuación de los estudios, para lo cual él gestionará su ingreso en el Real Conservatorio.
Convencido Eleuterio por la insistencia de su esposa e hija y los buenos augurios de Chapí, pues se opone a que la niña se quede sola en Madrid, cede a que se matricule por libre.
Chapí le pone en contacto con el mejor profesor de piano del conservatorio, D. Martín Boj, de origen francés, quien la coge bajo su tutela, trazándole el plan de estudios que Loreto debe desarrollar en Villena, teniendo que trasladarse a Madrid los tres últimos meses del curso, para supervisar D. Martín el trabajo realizado, viajes que realiza siempre acompañada de su madre. Loreto lleva la lección tan bien aprendida que sorprenden a su profesor el talento y responsabilidad que demuestra la niña, siendo muy pocas las correcciones que tienen que hacerle.
Llegamos así al 27 de septiembre de 1895, fecha en la cual Loreto realiza su primer examen en el conservatorio. No deja de asombrarnos que se examine de los tres cursos que se compone la enseñanza de solfeo y los cuatro primeros de piano, obteniendo en todos ellos nota de Sobresaliente. Todavía no ha cumplido 15 años.
Al siguiente año, esta vez en los exámenes de junio e igualmente por libre, obtiene otro Sobresaliente en 5.º curso de piano, al igual que ocurre con el 6.° curso que efectúa en 1897.
El sistema de trabajo sigue siendo el mismo, D. Martín le marca la pauta y Loreto en Villena trabaja incansablemente sin la ayuda de nadie horas y horas, a veces hasta catorce al día ante el teclado, para conseguir su objetivo.
Durante las temporadas de estancia en Madrid, Loreto y su madre frecuentan el domicilio de Chapí y no son pocos los ratos de juego de nuestra protagonista con los hijos de D. Ruperto y D.ª Dolores, su esposa. Alguna vez pide Chapí a Loreto que se ponga al piano para comprobar los progresos realizados y la anima con sus consejos a seguir sin desmayo. Como dijimos antes, la amistad de Chapí y Eleuterio fue duradera y sólo se rompió con la prematura muerte del primero.
Y llegamos al año 1898, decisivo en la carrera de Loreto. Ya como alumna oficial, condición exigida para poder optar a los premios fin de carrera, en mayo obtiene Sobresaliente en el séptimo y último año de piano, y en junio, como ya dijimos, obtiene el primer premio.
Como anécdota digamos que en un descanso durante las pruebas Eleuterio se entera, antes que su hija, que ha conseguido el premio por boca del presidente del tribunal, el eminente compositor santanderino D. Jesús de Monasterio, asegurándole que ha sido otorgado por unanimidad.
D. Martín, ante la perspectiva de futuro de la joven pianista que todavía no ha cumplido 18 años, ruega al padre para que permita a Loreto marchar con él y Teresa, su esposa, a París durante un año para preparar su carrera como concertista. Este matrimonio no tenía hijos y siempre prodigaron a Loreto un gran cariño. Eleuterio se niega en rotundo, no quiere dejar Villena, no puede abandonar su trabajo y tampoco quiere quedarse sólo durante tanto tiempo.
¿Qué ocurre a partir de aquí con la que se prevé como una importante carrera en el terreno concertístico? Vamos intentar desvelarlo brevemente.
Los convencionalismos de la época, que no veían con buenos ojos a una señorita de clase bien trabajando, por un lado y por otro el padre que no quiere separarse de su única hija, hace que Loreto regrese a Villena con su flamante título. No ejerce ningún tipo de docencia y muy esporádicamente prepara a alguna señorita de la burguesía local para su ingreso en el conservatorio, como es el caso de Concha Selva, hija de Rafael Selva, uno de los principales de nuestra ciudad y de linajuda familia, obteniendo por pago y como regalo de bodas, unos preciosos platos de porcelana azul con unos angelitos en plata, así como un precioso crucifijo también de plata.
En 1903 contrae matrimonio con Arturo Vitoria Tarruella, abogado de profesión, de grato recuerdo en nuestra ciudad, de cuyo matrimonio nacieron cuatro hijas, las dos primeras muertas a muy corta edad, y María Victoria y Emilia, que felizmente todavía están con nosotros. El matrimonio pasa a vivir a la casa paterna, sita en la actual calle Maestro Chanzá, número 7, esquina Cánovas del Castillo.
Sus contactos con la música a partir de entonces se limitan a las interminables veladas que se celebran en casa de su cuñada, la compositora y también extraordinaria pianista Lola Vitoria, la cual no consentía tocar cuando Loreto lo hacía, considerándola muy superior a ella.
Loreto falleció de una «Aortitis aguda», el 2 de junio de 1937, siguiéndole 28 días más tarde Arturo, su esposo, a quien se le ocultó su muerte dado lo grave de su salud, padecía un cáncer de garganta. Hubiera cumplido en diciembre 57 años.
¿Debemos culpar a los prejuicios de la época y al exceso de cariño el que hoy los villenenses no podamos sentirnos orgullosos de la que podía haber sido una figura dentro del mundo pianístico? Sin lugar a dudas, pues todas las circunstancias así lo auguraban.
También tenemos que lamentar el no poder contar hoy con la copiosa y preciosa correspondencia que se cruzó entre D. Martín, nuestro ilustre Chapí y la familia García Estasio, que Loreto guardaba como su pequeño tesoro y que como tantas otras cosas se perdió durante la pasada contienda.
Vaya desde este humilde trabajo nuestro pequeño homenaje a D.ª García Ruzafa, por lo que pudo ser y no fue.
Extraído de la Revista Villena de 1997
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