Villena en el bombardeo de Alicante de 1691
Por FERNANDO COSTA VIDAL
La ruptura entre la Liga de Augsburgo y la corte francesa, acaecida en el año 1691, derivó en una declaración de guerra del rey Luis XIV de Francia contra Carlos II de España. En el transcurso de la misma, un triste suceso bélico ensombreció la vida de los alicantinos y permitió a la ciudad de Villena mostrar sus altas miras de nobleza y gallardía y su reconocida lealtad a España acudiendo en auxilio de la capital provincial.
Una vez rotas las hostilidades entre ambos países se produjeron, entre otros hechos bélicos, los bombardeos de las ciudades de Barcelona y Alicante por la escuadra francesa.
Transcurría el mes de julio de 1691, cuando se tuvieron noticias en la capital de la provincia de que la armada francesa recorría la costa mediterránea de norte a sur con rumbo a la ciudad de Alicante. Por aquellas fechas, ésta se encontraba desguarnecida y sin medios de ofrecer una posible resistencia a la flota enemiga, ya que el gobierno de Carlos II nunca había creído que fueran a ser atacadas las posiciones marineras del sudeste español.
Tras tres días de dudas y vacilaciones y para hacer frente a un hipotético ataque francés, en la mañana del día 20 de julio se ordenó que la milicia efectiva de la ciudad alicantina se pusiera en estado de alerta y a las órdenes de sus jefes, el Justicia de la capital y el capitán don Luis Rotlá y Canicia, que la colocaron en los lugares de costumbre ya asignados.
En la tarde del día 21, se presentó ante las costas de Alicante la armada francesa compuesta por veinticinco galeras, catorce navíos, tres pontones y varios bajeles hasta completar un total de cincuenta embarcaciones y que, al mando del conde d'Estreés, anclaron en la bahía, lejos de los cañones de la ciudad (1).
Cundió el pánico entre los ciudadanos y el Justicia alicantino don Gaspar Castillo tuvo que dirigirse al pueblo exhortándole a defender su territorio y evitar su invasión por el enemigo francés.
Balas de los cañones franceses que fueron lanzadas sobre Alicante en fecha de agosto de 1691, conservadas en la Iglesia de Santa María de Alicante.
Los alicantinos se aprestaron a la lucha en ayuda a la escasa guarnición militar del castillo de Santa Bárbara, ya que sólo se contaba con cuatro cañones, cinco culebrinas, ocho medias culebrinas, un sacre y tres moyanas, además de escasa munición, pues en los parques sólo había 800 balas de hierro, 8 quinta-les de balas de plomo y 90 quintales de pólvora más otros 214 que se consiguieron traer atendiendo a las circunstancias (2). Pero, ante la exigua posibilidad de victoria, se precisó el envío de postas con pliegos dirigidos a los Concejos de pueblos de la provincia y otras ciudades más lejanas solicitando refuerzos de sus milicias y voluntarios que sirvieran para completar las defensas capitalinas; y así lo hicieron la ciudad de Orihuela y las villas de Biar, Castalla, Elda, Ibi, Jijona, Novelda y otras que estaban obligadas por leyes y convenios a socorrer a la ciudad de Alicante en casos de guerra, así como a mantener, por su cuenta, las fuerzas que enviaran.
El domingo, 22 de julio de 1691, el conde d'Estreés envío a las autoridades de la plaza alicantina un parlamento a través del capitán de un navío genovés anclado en la bahía por medio del que les comunicaba que tenía orden de su soberano de bombardear la ciudad, pero que estaba abierto a un posible pacto que evitara la acción bélica.
La respuesta fue una contundente negativa a entrar en tratos con el enemigo. Consecuentemente, el mariscal francés mandó que tres galeras de su armada remolcaran a los pontones hasta ponerlos a tiro de la artillería de la plaza y ordenó iniciar el fuego. Eran las cuatro de la tarde del citado día 22. Los alicantinos contestaron al mismo con disparos de las baterías que encaraban al mar.
Desde los pontones franceses eran arrojadas incesantes bombas y carcasas de siete u ocho arrobas de peso que caían sobre los edificios produciendo la ruina de las casas. La noche no fue obstáculo para que el mortífero fuego de los franceses continuara asolando la ciudad cuyos habitantes, ante esta lluvia de fuego y metralla, abandonaron la misma.
En la madrugada del día 23 la escuadra francesa intentó el desembarco siendo rechazada hasta en dos ocasiones.
En una carta que el gobernador de Alicante remitió al virrey de Valencia, Marqués del Castelrodrigo, para que fuera enviada a Su Majestad el Rey refleja fielmente lo ocurrido en ese momento (3):
«Señor: Como di cuenta a V.E. de estar entrando la armada de Francia, y también de amanecer acordonada el domingo por la mañana, con tres pontones, y después de las nueve horas por el escribano de un pingue genovés, me envió decir el conde d'Estreés, general de la armada, que si no enviaba persona para ajustar una contribución que pasaría a bombardear la ciudad. Y respondiéndole que como vasallo de Carlos 11 no podía pagar tributo a otro que a mi señor natural pasó inmediatamente a bombardearme con tanto estrago que ya no hay edificio sano, y esta mañana me hizo saber por un capitán maltés que si no trataba de ajustarme que aún le quedaban muchas bombas por echar; y sin esperar mi respuesta ha continuado con el mayor tesón con las tres carcasas a bombardear la ciudad que nos revienta incesantemente, y la gente de los socorros lo hace tan ruinmente que todos nos dejan y me hallo con sólo la gente del lugar, que habiendo dado hoy un choque las muchas lanchas, queriendo asaltarnos, se les impidió con gran valor en los dos choques, y porque estas cosas no me permiten en dilatarme, por cómo queda esta gente, que es una desdicha, paso a rogar a Nuestro Señor, guarde a V.E. Alicante, 23 de julio de 1691. Excmo. Sr. D. Jaime Antonio Borrás».
De la magnitud y alcance del acoso francés es buena muestra lo que en el Concejo de la ciudad de Villena se hace constar indicando que en transcurso de la pasada noche y esa mañana (el día 23) se había dejado sentir un gran estruendo de artillería en dirección a la ciudad de Alicante que distaba unas siete leguas de Villena, lo que daba a entender que en dicha capital novedad de gran cuidado se estaba produciendo; por ello, se acordó que se enviara al villenense don Juan de Carrera a la ciudad de Alicante ofreciendo los socorros necesarios y pidiendo noticias de las novedades para obrar en consecuencia y en servicio de Su Majestad; al tiempo se acordó hacer público un bando para que ningún vecino estante o habitante de la ciudad de Villena, mayor de catorce años, saliera de ella sin licencia y que todos acudieran a preparar las armas que tuvieren y que se proveyeran de víveres y municiones en prevención de lo que pudiera ser necesario. También serían citados con prontitud los capitulares que componían el Concejo, y se les notificara a todos, con pena de dos mil ducados, para que no faltaren de la ciudad y se encontraren dispuestos a cuanto se les requiriere (4).
En el mismo Concejo se hace saber que se habían recibido cartas de las villas de Monóvar y Sax participando que la armada francesa tenía cerrada la ciudad y puerto de Alicante y bombardeaba sin cesar la misma.
Y al igual que a otras ciudades y villas castellanas y valencianas llegó a Villena, ese mismo día, un emisario del gobernador de Alicante y presidente de la Junta de Guerra, don Jaime Antonio Borrás, solicitando esfuerzos armados para la defensa de Alicante.
Villena, en una muestra de generosidad, atendió solícitamente el citado requerimiento en aras de la defensa de la independencia nacional y pasó a enviar, en socorro de Alicante, a su corregidor don Juan de Medina y a trescientos hombres armados al mando de don Luis Antonio de Mergelina y Mota, teniente del Corregidor y Justicia Mayor de Villena y villas de su partido y Caballero de la Orden de Nuestra Señora de
Montera, a don Alonso Miño Valterra, alférez mayor, don Cosme de Selva y Mergelina, don Juan Gasque y Mergelina, don Pedro Hernández de Medina y López, don Pedro Herrero de Campos, don José de Cervera y Gasque, don Diego de Selva y Medina y don Francisco de Selva y Mergelina, todos caballeros capitulares.
Se acordó también que a los trescientos hombres que salieran se les pertrechara a cada uno libra y media de pólvora y dos libras de balas y a los poseedores de arcabuces doce varas de cuerda a cada uno.
Cada hombre recibiría cada día dos reales de plata y un pan de munición. Para la satisfacción de los sueldos, pan de munición, municiones y otros gastos ofrecidos se recurriría a los Propios y, al ser estos escasos, se haría de las Alcabalas de ese año 1691; siendo aún insuficiente, los señores capitulares ofrecieron sus haciendas para que, con la mayor brevedad, pudiera acudirse en defensa de la capital.
El dinero para dichos pagos sería entregado a don Antonio Martínez de Olivencia que fue nombrado pagador, y los pagos se harían de tres en tres días y en presencia del Corregidor o de su teniente y de los señores don Alonso Miño Valterra y don Cosme de Selva y Mergelina, que obrarían de testigos.
El sustento de los señores Capitulares y demás nobleza que participaba en el socorro sería por cuenta de la ciudad y serían nombrados para la remisión de los víveres necesarios a don Juan de Cervera, don Francisco de Cervera, don Antonio Díaz y don José Mergelina.
Durante los ocho días que duró el asedio, el bombardeo fue incesante salvo el intervalo de tiempo comprendido entre las seis y media de la tarde del día 24 y el inicio del día 28 en el que se suspendieron temporalmente las hostilidades y entraron en la ciudad las tropas solicitadas en ayuda a los pueblos del Reino.
Por fin, el día 29 de dicho mes, de mañana muy temprano, el teniente Francisco P. Ibáñez, bajó apresuradamente del castillo de Santa Bárbara para comunicar que en lontananza se vislumbraba la Escuadra Real española, compuesta por veintidós unidades y capitaneada por el conde de Aguilar que hizo cesar las hostilidades y obligó al mariscal francés a levar anclas y ponerse en fuga y en cuya persecución salieron los navíos españoles. Cuando la escuadra francesa, en su huida, atravesó el Cabo del Alcodre, los buques españoles regresaron al puerto alicantino, donde fueron saludados con aclamaciones del pueblo y repique de campanas.
La ciudad de Alicante sufrió muy duramente durante el asedio y pagó caro su triunfo, ya que recibió unas 3.500 bombas, carcasas y cañonazos franceses que sólo dejaron en pie doscientas de las dos mil casas que existían anteriormente entre el recinto amurallado y extramuros, resultando destruidos los baluartes de las murallas, la casa del Concejo, parte de las iglesias y en seria amenaza de ruindad el resto de edificios. La población quedó reducida a menos de ochocientos habitantes, casi todos ellos en la mayor ruina e indigencia. Así se recogía en una carta que el Concejo alicantino enviaba a Carlos II y que decía (5):
«... esta ciudad en el recinto de sus murallas no contará mil quinientas casas y con las de fuera de él poco más de dos mil sus edificios tan juntos y las calles y plazas tan poco anchas que hacen casi un montón de fábricas. Sobre este agregado de tan buena disposición para el daño de las bombas ha disparado la armada de Francia en cuatro días más de 3.500 bombas y carcasas incendiarias...» «... no quedarán doscientas casas libres y éstas con el daño de estar amenazando ruina...».
Acabado el suceso y al regreso a Villena de las cuatro compañías de expedicionarios que se habían desplazado a Alicante en pos de su defensa, fueron recibidos por el pueblo en masa para premiarle con sus vítores y aplausos, y ciudadanos y milicias, en unión fraternal, se dirigieron a la iglesia de Santa María para dar gracias por el éxito alcanzado en su misión. Posteriormente, dos de las compañías fueron reintegradas al castillo y disueltas las otras dos que estaban formadas por milicianos voluntarios. No faltaron las exequias fúnebres por los héroes abatidos en la contienda y que se celebraron en la Arciprestal de Santiago.
Ante el calamitoso estado en que quedó Alicante, su Concejo elevó, el día primero de agosto de dicho año, un escrito solicitando, de la protección regia, diversas peticiones de ayuda para la ciudad.
Y también la Junta de Autoridades dirigió, el día cinco del mismo mes de agosto, otro escrito al Rey en el que se pedía gratitud para las villas y ciudades que colaboraron en tan heroica defensa, y en estos términos:
«Gaspar Castillo, Justicia y Jaume Llop, Joan Sancho, Luis García y Ladrón y Diego Morant y Jover, jurados de la ciudad de Alicante, el 5 de agosto de 1691, también a V. Majestad:
Ha sido tan gloriosa la resistencia hecha a la Armada de Francia en su bárbara invasión contra esta ciudad que aunque ha sacrificado en ello todo su ser, las vidas, haciendas y bienes de sus naturales, quedando todo en la última de que ya hemos dado cuenta a V. Majtd. no le queda poca vanidad de haberla podido mantener en su natural vasallaje y Real dominio de V. Majtd. y no menor obligación de representar a V. Majtd. los méritos de los que han contribuido a esta esforzada lucha...» «... últimamente, Señor, las ciudades y villas del Reino de Castilla, no sólo de esta cercanía pero hasta en distancia de treinta leguas, se han adelantado tanto en el Real servicio de V. Majtd. y defensa de esta plaza que sin obligación que les estrechase y voluntariamente de las ciudades de Villena y Chinchilla... (siguen otros nombres de villas)...».
«... han venido con sus corregidores, alcaldes mayores y tenientes con toda la nobleza de sus distritos por aventureros y gran número de infantes y caballería...», «... sustentada toda a sus costas, que han sido la mayor seguridad para impedir el desembarco y mayores hostilidades».
Esto es lo que por mayor debemos representar a V. Majtd. sobre los méritos de los que han concurrido a tan gran facción, para que V. Majtd. interesado de todo, se sirva de atender con su Real gratitud a los que de cada uno para mayor consuelo de esta ciudad como lo espera de su Real dignación. Dios guarde la Católica Real Persona de V. Majtd. como la Christiandad ha menester y todos sus vasallos deseamos. Alicante y agosto 5 de 1691».
También el mismo día 5 de agosto, D. Jaime Antonio Borrás:
«... cuenta de los caballeros, oficiales y personas que asistieron a la defensa de aquella plaza en todo cuanto se ofreció y les encargó para impedir el desembarco del enemigo, nombrándolos por sus nombres y expresando el empleo que tuvo cada uno y celo con que en él se portó cumpliendo llanamente con sus obligaciones, sacrificando sus vidas y haciendas en servicio de V. Majtd. y defensa de su patria, para que hallándose V. Majtd. enterado logren de su Real gratitud el premio que se han sabido merecer... ».
Y posteriormente, el día 8 de agosto de 1691, Alicante volvía a dirigirse en escrito especial al Trono pidiendo se le premiase a la «... nobilísima Ciudad de Villena por este gran servicio».
Considerando propicio el momento, a finales del mismo mes, el Concejo villenense acordó solicitar, y en compensación por el extraordinario servicio de socorro que nuestra ciudad había prestado a Su Majestad socorriendo a la ciudad de Alicante, que el camino de galeras para Madrid pasase por nuestra ciudad, encargando de la gestión a realizar a don Alonso Miño Valterra, alférez mayor de la ciudad (6).
Poco tiempo después, en el Cabildo de la ciudad de Villena del día 16 de septiembre de 1691, era leída una carta de Su Majestad, firmada de su real mano y refrendada por su secretario don Francisco Nicolás de Castro que decía (7):
El Rey
Concejo, Justicia, Regidores, Caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de la ciudad de Villena: Habiéndoos señalado muy particularmente, en los socorros que esa ciudad envió a la de Alicante en la última invasión que en ella ejecutó la Armada de Francia, he resuelto daros gracias (como os las doy) manifestándoos la gratitud que me ha merecido vuestro celo y firmeza en esta operación, y que es muy conforme a la confianza que tengo de vuestra lealtad a mi servicio.
De Madrid, a 28 de agosto de 1691. Yo, el Rey
Por mandado del Rey nuestro señor: Francisco Nicolás de Castro.
Su Majestad da las gracias a la ciudad de Villena por los socorros que hizo a la de Alicante.
Y en la misma sesión, y encontrándose la ciudad pendiente de la confirmación de sus Privilegios y aprobación de sus Ordenanzas, se acuerda enviar a Madrid a don Miguel Pérez Zaplana, Beneficiario de la Insigne Parroquial de Santiago de la ciudad, para pedir a Su Majestad y señores de sus Reales Consejos confirmación de los Privilegios y aprobación de sus Ordenanzas, así como remisión o compensación de débitos a Su Majestad, en consideración a los crecidos gastos que la ciudad de Villena había tenido por una serie de motivos que se explican y demás servicios que han sido hechos a la Real Corona, especialmente el que se realizó durante ese mismo año acudiendo a socorrer a la ciudad de Alicante de las hostilidades que en ella estaba ejecutando la armada de Francia, a donde acudió con todas sus fuerzas de más de trescientos hombres y entre ellos los más principales y calificados de sus vecinos.
El 9 de noviembre de 1692, ya se había obtenido para Villena que el camino de galeras para Madrid cruzase nuestra ciudad tal como se desprende de lo acordado en la sesión del Concejo de ese día indicando de que como ya se había acordado que el comercio de Alicante a Madrid pasara por Villena y esto representaría un gran beneficio para los vecinos de la ciudad, era necesario que se reparasen los caminos necesarios, para lo que se pide la colaboración de los ciudadanos con sus cabalgaduras.
Además de ello, también se tiene constancia, según obra en el Archivo de la Corona de Aragón, secretaría de Valencia, legajo 674, que fueron pedidos, por los servicios prestados en la defensa de Alicante durante aquellos trágicos días, determinadas recompensas personales, algunas de hábitos de las órdenes militares para los villenenses don Luis de Mergelina y don Cosme de Selva.
NOTAS
Archivo Municipal de Alicante: Arm. 1, Lib. 7, Fol. 67.
Viravens y Pastor, Rafael: «Crónica de la ciudad de Alicante: 1876». Imprenta de Carratalá y Gadea, Alicante, 1876, pág. 254.
Archivo de la Corona de Aragón: Leg. 674, Docs. 17, 1-3.
Archivo Municipal de Villena: Sesión del Concejo de Villena de fecha 23 de julio de 1691.
Archivo Municipal de Alicante: Arm. 11, Lib. 7, Fols. 74 y 77.
Archivo Municipal de Villena: Sesión del Concejo de Villena de fecha 24 de agosto de 1691.
Archivo Municipal de Villena: Leg. 8, Exp. 5.
Extraído de la Revista Villena de 1997
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