La Iglesia y Monasterio de Trinitarias de Villena demolidos en 1936, en un testimonio inédito del siglo XVIII.
Por JUAN B. VILAR – Universidad de Murcia.
NOTA PRELIMINAR
En el Archivo del Monasterio de la Santísima Trinidad, de monjas trinitarias calzadas y de clausura de la ciudad de Villena, existe un manuscrito que con el título «Libro de la Fundación del Monasterio de Trinitarias de Villena», consta de 40 folios escritos en 80 páginas. Se trata de una copia del original existente en el Archivo romano de San Carlino, sin fecha éste pero datable en la segunda década del siglo XVIII (hacia 1715), por ser su autor fray Domingo López, por entonces cronista de la provincia trinitaria de Andalucía, dentro de la cual quedaba Villena y el entonces reino de Murcia.
La copia, fechada en 1732, y realizada acaso por encargo expreso de las monjas de Villena, se debe a cierto fray Sebastián Cerdán Ortín. Era éste un veterano religioso trinitario villenense, formado en la Trinidad de Murcia, antiguo lector de teología en los noviciados y colegios conventuales de su Orden, y a la sazón jubilado y residente en Roma. Desde aquí remitió la copia al monasterio de su ciudad natal, según consta en la siguiente certificación consignada al pie del texto transcrito (1):
"Fray Sebastián Cerdán y Ortín, lector jubilado en sagrada teología, hijo de profesión del Real convento de la SSma Trinidad de la ciudad de Murcia y natural de la ciudad de Villena, trasladé de los papeles que dejó escritos el padre maestro fray Domingo López, cronista general de la religión de la SSma Trinidad, lo que está en este quaderno, que pertenece al convento de religiosas de la ciudad de Villena, mi patria, y le remití a dcho. convento el día 3 de octubre del año de 1732. Fray Sebastián Cerdán y Ortín".
El manuscrito de referencia consta de cuatro partes bien diferenciadas, aunque de desigual extensión. Se inicia con una noticia sobre la antigua ermita de la Trinidad, extramuros de la ciudad en los años de 1500. Trata también de la visita de que fue objeto en el día de su advocación de 1524 (22 de mayo) por el obispo coadjutor de Cartagena, Juan de Tapia, con ocasión de su pastoral visita a Villena, que incluyó una misa en la ermita de referencia con asistencia del clero, regidores y gente principal de la urbe, al término de la cual el prelado concedió cuarenta días de indulgencia a cuantos fieles visitasen la ermita en su festividad o en alguno de los domingos del año, y la favorecieran con sus limosnas.
Cabe añadir al texto glosado que la concesión de tal privilegio había sido autorizada expresamente por el titular de la diócesis, cardenal Mateo von Lang, obispo de Cartagena entre 1513 y 1540, que era también arzobispo de Silinburg e in partibus de Albania, antiguo canciller del emperador Maximiliano I, amigo personal del nieto y sucesor de éste, Carlos V, y que desde 1518 venía residiendo en Roma como cardenal titular de Sant Ángelo, salvo en la época en que fue legado pontificio en el Imperio con ocasión de la disidencia de Lutero. Aunque Lang nunca visitó su diócesis de Cartagena (de cuyas crecidas rentas vivía sin embargo), permaneció siempre atento a los asuntos de la misma, debiéndose a su iniciativa múltiples realizaciones y mejoras. Devoto de los agustinos, los protegió en su diócesis, dándoles en Murcia la iglesia de la Virgen de la Arrixaca (hoy de San Andrés), antigua patrona de la ciudad, y en Villena la ermita de Ntra. Sra. de las Virtudes (2).
En la cuaresma de 1525 dos adineradas vecinas de esta última localidad, perteneciente entonces al reino de 'Murcia y obispado de Cartagena, doña Leonor Esteban, viuda de cierto Pedro Martínez Corral, y su hija doña Juana, que desde tiempo atrás hacían vida retirada en un beaterío, puestas de acuerdo con una acaudalada solterona aristócrata, Luisa de Mergelina, acordaron constituirse en comunidad de monjas trinitarias calzadas. A tal fin establecieron su convento en la ermita de la Trinidad y solares adyacentes, que edificaron de nueva planta. El manuscrito de referencia nos informa en detalle (3) de las incidencias que acompañaron a la fundación.
Seguidamente, y como segunda parte de su crónica (4), fray Domingo López pasa a describir el templo conventual y el monasterio tal como se hallaban a comienzos del siglo XVIII. En esto, como en el resto del texto, actualiza los datos aportados por Fernando de Torquemada en una crónica anterior, con testimonios directos, entre los cuales acaso su propia experiencia personal.
Nos muestra una amplia iglesia de una nave, en cuyo presbiterio se hallaba un retablo presidido por una gran imagen de la Santísima Trinidad, titular del templo, e inmediatamente por debajo otra de Nuestra Señora del Remedio, patrona de la Orden trinitaria y de su obra de redención de cautivos. Algo más abajo se situaba la de Jesús Resucitado.
El sagrario aparecía flanqueado por los santos trinitarios Félix de Valois y Juan de Mata, ambos en actitud orante. También por otras dos imágenes de san Ignacio de Loyola y san Francisco Javier, que evidencian la estrecha conexión del monasterio a la Compañía de Jesús, hecho por lo demás frecuente en los conventos de monjas, dada la reputación lograda en la época por los jesuitas como expertos conductores de conciencias femeninas contemplativas (5), y su arraigo en Villena en su papel de directores de los ejercicios y misiones cuaresmales, hasta el punto de que la ciudad se planteó en algún momento (1701) abrir una residencia y colegio de la Compañía (6).
El retablo se completaba con un gran lienzo dedicado a san Joaquín llevando de la mano a su hija la Virgen niña, que cubría la zona superior, y a los lados otros dos representando la revelación que determinó la fundación de la Orden trinitaria y un san Lorenzo. A ambos lados del presbiterio podían contemplarse los escudos de armas de los principales bienhechores del monasterio.
López describe seguidamente la disposición de ambos coros alto y bajo y de las capillas situadas a los lados del templo, colocadas bajo la advocación de Ntra. Sra. del Remedio, san Lorenzo, san Francisco Javier, san Blas (ésta con reliquias del titular "... y es su día muy frequentado del pueblo" —7—), capillas que servían de enterramiento a quienes las habían edificado a su costa (los Miño, Oliver, etc.). Esta parte del relato concluye con una sucinta descripción del monasterio, edificio de hermosa apariencia exterior, amplio, sólido y magnífico, como resultado que era de los desvelos, sacrificios y esfuerzos de varias generaciones de monjas, y del pueblo de Villena durante doscientos años siempre presto a socorrerlo. Se hallaba dispuesto en torno a un claustro de columnas porticado, al que daban cuantas dependencias son necesarias en un edificio conventual, todas ellas suficientes para una comunidad numerosa. Así la sala capitular, refectorio, sala de labor, noviciado, cocinas, locutorios, celdas, etc., "... bastantes —refiere López (8)— para ciento y diecisiete Religiosas que hubo en otros tiempos" (9). El monasterio se hallaba dotado de terrazas y miradores con vistas tanto al campo como a la ciudad, para recreo y solaz de quienes allí moraban.
La descripción del monasterio se cierra con un encendido elogio de la estricta observancia en todo tiempo por la comunidad de Trinitarias de Villena, a juicio del cronista ejemplo de resplandecientes virtudes monásticas. El autor concluye en párrafo casi telegráfico informándonos de que el convento estuvo en otro tiempo sujeto a la rama masculina de la Orden, hasta que en 1675 pasó a depender del obispo de la diócesis. Omite sin embargo referir las interesantes circunstancias en que tuvo lugar esa transferencia de jurisdicción.
El cambio fue demandado por las propias monjas, asfixiadas económicamente por la proverbial voracidad de los reverendos padres trinitarios, siempre necesitados de dinero para sostener sus hospitales y obras pías en tierras de infieles, pero más generosos con el dinero ajeno que con el propio a juzgar por la magnificencia de sus monasterios en España, cuantiosas rentas y opulencia con que vivían. Si a esto se suma las continuas intromisiones de la rama masculina de la Orden en los asuntos internos de la comunidad (en teoría regulados por la Regla y constituciones de las monjas), intromisiones manifestadas sobre todo con ocasión de la pastoral visita realizada al convento cada tres años por el provincial, pero también a través del vicario y procurador trinitarios designados por aquél para la asistencia espiritual y administración del convento, se comprende que el distanciamiento derivase en formal ruptura y pleito en los tribunales. En esta confrontación en la que la ciudad de Villena, siempre atenta a socorrer al convento en caso necesario, tomó cartas en el asunto del lado de sus monjas, hasta que aburridos los frailes por la tenacidad irreductible de aquellas mujeres, consintieron en transferir al obispo la jurisdicción del convento. La consecución de este empeño llevó más de un siglo.
En efecto, el proceso llamado a desembocar en el cambio de jurisdicción, asunto angular en la historia del monasterio, comenzó a gestarse en la segunda mitad del siglo XVI, en que los frailes trinitarios se afanaron en aplicar a sus monjas los decretos disciplinares del Concilio de Trento con un rigor que contrastaba con la manga ancha que usaron con ellos mismos. De forma, que las religiosas se vieron abruptamente despojadas de todo (reducción de la vida particular a la común dentro de los conventos, etc.).
En Villena el enfrentamiento entre priora y comunidad de un lado y los representantes de la Orden de otro, alcanzaría en 1634 proporciones de tumulto y escándalo, que obligó al concejo, de alguna forma protector del monasterio, por pertenecer la mayoría de las religiosas a las principales familias de la ciudad, a tomar cartas en el asunto:
"Tratóse en este Ayuntamiento que en el Convento de Monjas de la Santísima Trinidad de esta ciudad hay entre los frailes, el vicario, procurador y priora disensiones de que se causan escándalo. Y para que se ponga el remedio necesario, acordaron se escriba al definitorio en nombre de esta ciudad. Y para esto nombraron por comisarios a Don Pedro Martínez de Erquicya, alférez mayor, [y] a Don Pedro Oliver, alcalde" (10).
Parece que las aguas se remansaron un tanto, hasta que iniciada la década de 1670 el asunto se replanteó en toda su crudeza. La comunidad de Trinitarias logró convencer ahora de la legitimidad y justicia de su pretensión el nuevo obispo de Cartagena, el prelado reformista Diego de Rojas, que sería además un destacado protector e impulsor de los conventos femeninos en su diócesis, en uno de los cuales, el de las agustinas de Murcia, sería inhumado a su muerte en 1680. Rojas accedió a recibir la jurisdicción de las Trinitarias, aun antes de la formal autorización por Roma, previó compromiso por parte de la ciudad de Villena de que apoyaría oficialmente las necesarias gestiones para obtener del Papa el preceptivo placet, como en efecto se hizo:
"Acordó esta ciudad —se lee en las capitulares de octubre de 1673 (11)— que para las pretensiones que tienen las religiosas de la Santísima Trinidad sobre la jurisdicción que ha declinado el Provincial de los Religiosos de la Trinidad a el Ordinario de este Obispado, se escriba a Su Santidad para que se esfuerce la pretensión de las dichas religiosas, insinuándole las causas y motivos tan justos que han tenido para ello".
Un año después quedó zanjado un pleito ya secular, al llegar de Roma el ansiado asentimiento.
Fray Domingo López reserva la siguiente parte de su crónica a las biografías de las tres fundadoras (12). Ellas fueron, a su vez, las tres primeras prioras del monasterio, que edificaron con tesón y esfuerzo (13), al que supieron poblar con numerosas vocaciones, afianzar en su patrimonio por la vinculación al mismo de las principales familias de la ciudad y aun de la región, y prestigiar por el aceptable grado de observancia que tenía lugar entre sus muros, compatible con la vida particular permitida a las monjas nobles y acaudaladas (pertenencias personales, dinero propio, celdas y comedor aparte e incluso sirvientas y esclavas), según la costumbre de la época, dado que la vida común aquí como en otras partes no pudo imponerse hasta muy avanzado el siglo XVIII.
La crónica se cierra con cinco micro biografías de religiosas que alcanzaron notoriedad y nombradía en el ejercicio de las virtudes conventuales durante los siglos XVI y XVII. Tres aristócratas y dos de humilde extracción, estamentos sociales ambos de donde procedían indistintamente legas, novicias y profesas, y curiosamente ninguna de las cinco nacidas en Villena. De un lado Guiomar (14) y Josefa Coloma, hija y nieta de Juan Coloma, conde de Elda, el célebre general de tiempos de Felipe II, y Florentina de Zúñiga, hija del marqués de los Vélez, adelantado del reino de Murcia y virrey de Valencia. Las tres prioras, como no podía ser menos, circunstancia que no se dio en los casos de las oriolanas Ana Segura y Francisca de la Concepción Martínez, de oscura extracción social pero resplandecientes en sus virtudes evangélicas y por encima de toda humana ambición. Que por cierto, esa lacra también se daba entonces como ahora en los conventos de monjas (asociaciones humanas en definitiva), aunque por fortuna excepcionalmente, entre profesas con vocación de mando, que no vocación religiosa, y por tanto un serio peligro para la supervivencia misma de la comunidad.
La parte primera de la crónica del analista Trinitario, es sin duda la más interesante de su testimonio, y por ello es la aquí ofrecida como anticipo del texto en su totalidad, cuya edición anotada preparo. En ella se nos ofrece una descripción de primera mano de la iglesia y monasterio de la Trinidad de Villena tal cual se hallaba en 1715, y que en lo fundamental no experimentó cambios importantes hasta el tercio inicial de la actual centuria. Pues si bien las leyes generales de desamortización de 1836 y 1837 privaron a la comunidad de su patrimonio (15), aquella pudo permanecer en el monasterio viviendo precariamente de los escasos bienes familiares de algunas religiosas y de las parcas pensiones señaladas a las monjas por el Gobierno a título de compensación. Desde 1851 (Concordato con la Santa Sede) disfrutaron de mayor holgura al permitírseles de nuevo recibir novicias con sus dotes) y también niñas educandas.
El interés del texto aportado por Domingo López es tanto mayor por cuanto monasterio e iglesia fueron incendiados durante los sucesos de mayo de 1931, debiendo exclaustrarse las religiosas a unas casitas colindantes, cedidas por las Hermanas de los Ancianos Desamparados, vecinas del monasterio. Aunque regresaron al convento en 1935, al estallar la guerra civil un año más tarde, iglesia y monasterio fueron asalta-dos y enteramente destruidos (16).
ABREVIATURAS UTILIZADAS
A.C.: Actas Capitulares
AHN: Archivo Histórico Nacional (Madrid)
AMTv: Archivo del Monasterio de Trinitarias de Villena
Archivo Municipal de Villena
NOTAS
(1) AMTv, [Fr. Domingo LOPEZ; Fr. Sebastián CERDAN ORTIN L. «Libro de la Fundación / del Monasterio de Trinitarias de Villena». Roma. 1732, f. 40v.
(2) Pedro DIAZ CASSOU, «Serie de los Obispos de Cartagena. Sus hechos y su tiempo». Madrid. Tip. Fortanet. 1895, ps. 76-80 [Hay 2» ed. facsímil: Murcia. lnst. Municipal de Cultura. 19771.
(3) AMTv, [LOPEZ; CERDAN ORTIN], «Libro de la Fundación ... », fs. lr-2v.
(4) Ibidem, fs. 2v-5v.
(5) Véase el ejemplo no distante de Orihuela, con referencia a su numerosa población conventual femenina, en Juan B. VILAR, «Orihuela, una ciudad valenciana en la España moderna». Murcia. CAM. 1981, ps. 456-462 (t. IV de Vilar, «Historia de la ciudad y obispado de Orihuela»).
(6) Un acuerdo en tal sentido fue adoptado en 1701 (AMV, A.C., 9 febrero, 6 marzo, 25 abril) asignándose para tal fin parte del edificio del hospital, entonces infrautilizado, y rentas suficientes con cargo a los propios concejiles y al pósito. No obstante la fundación no tuvo lugar, acaso por las dificultades económicas por las que atravesó la ciudad en años inmediatamente posteriores durante la asoladora guerra de Sucesión.
(7) AMTv, [LOPEZ; CERDAN ORTIN], «Libro de la Fundación ... », f. 3r.
(8) Ibídem, f. 4v.
(9) En la época en que escribe el autor (hacia 1715) los efectivos de la comunidad sin duda habían experimentado una reducción estimable a socaire de las carestías y adversidades que acompañaron y siguieron a la guerra de Sucesión. Medio siglo después (1769) la comunidad se cifraba en 30 personas entre profesas y novicias (Juan B. VILAR y José INIESTA MAGAN, "Censo de Aranda en el obispado de Cartagena -1769-. Aproximación a la demografía española moderna", «Anales de Historia Contemporánea», 1, ps. 271-277). Un ritmo decreciente que no cesaría en el resto del siglo. Véase J. MELGAREJO GALERA, «El Censo de Floridablanca en Murcia y su reino». Murcia. Publ. Cátedra de Historia Contemporánea, 1987.
(10) AMV. A.C. 27 abril 1634.
(11) Ibídem, 1º octubre 1673.
(12) AMTv, [LOPEZ; CERDAN ORTIN], «Libro de la Fundación ... », fs. 5v-17v.
(13) Las obras de la primitiva fábrica en iglesia y convento no quedaron concluidas hasta muy avanzado el siglo XVII. Sobre las mismas y sobre las importantes reformas de ampliación y hermoseamiento abordados en la siguiente centuria constan numerosas referencias en las A.C. del Ayuntamiento. También en el mismo archivo: «Libro de la Hacienda y Renta qe tiene el Convento, Sra. Priora y Madres de la SSma Trinidad de esta Ciudad de Villena, cuyas propiedades y pensiones están puestas por números, según y conforme están en el Libro de quentas generales tomadas por los Señores Obispos nuestros prelados, 1580-1818». Datos de interés, a su vez, en AHN, Clero.
(14) AMTv, Pergamino con la concesión de dote por los condes de Elda en favor de su hija Guiomar, profesa en la Trinidad de Villena en 11 agosto 1539.
(15) Véase el marco general de la exclaustración y subsiguientes desamortizaciones en la obra angular de Manuel REVUELTA GONZALEZ («La exclaustración, 1833-1840». Madrid. BAC. 1976), quien remite a bibliografía más amplia.
(16) La comunidad pudo escapar con algunos objetos de culto, documentos y libros por las conejeras del huerto y acogerse a la hospitalidad de las religiosas del Asilo, que habían sido respetadas por entenderse que su labor era socialmente útil, o bien a la protección de sus familias, por más que la priora y otra monja fueron encarceladas.
Al término de la contienda, la diócesis entregó a la reconstituida comunidad la iglesia que había sido de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri (por entonces en funciones de parroquia en tanto era restaurado el templo de Santa María), no lejos del derruido convento, cuyo solar fue vendido. En su lugar las monjas se instalaron en un inmueble que compraron, adyacente a la mencionada iglesia, cuyas obras de reacondicionamiento concluyeron en 1947. Allí permanecieron hasta que, por la insalubridad del edificio, en noviembre del 76 pasaron al convento de nueva planta edificado con el apoyo de bienhechores y de diferentes instituciones de espaldas a la iglesia en un huerto anejo de su propiedad, en las inmediaciones de su desaparecida iglesia y monasterio.
Véase más información sobre los avatares conocidos por la comunidad de Trinitarias de Villena entre 1936 y 1976 en P. Martín OLABARRI, «En un sosegado silencio. Las Trinitarias de clausura». Madrid. Trinitarios. 1978, ps. 343-346.
APENDICE DOCUMENTAL
Fundación del Convento de la Santísima Trinidad de la Ciudad de Villena
Es la Ciudad de Villena, mui Noble, Antigua y Leal llave de Castilla, que la divide de el Reyno de Valencia, la qual ha tenido y tiene ilustres Hijos en nobleza heredada y adquirida, y como suelo y solar de tanto lústre, cada dia florece en quien la adelanta en créditos y honores. Mucho pudiera decir, mas me precisa a no dilatarme el seguir mi propósito en la Historia.
En esta Nobilíssima Ciudad ay un Convento de Religiosas de nutro. Sagrado Orden, cuia Fundacion es como se sigue. Por el instrumento auténtico que se guarda en el Archivo de el Convento, de quien ademas escrive el M9 Fr. Fernando Torquemada fol. 266 y otros:
In nomine Dei. Amen: Manifiesto sea a todos los que las presentes vieren y oieren, como en esta Villa de [fol. 1 v.] Villena a veinte y dos dias del mes de Maio de mil quinientos veinte y quatro años, dia de la SSma Trinidad, el M. R. P. en Xpt° el Sr Dn Juan de Tapia por la gracia de Dios y de la Sta Madre Iglesia Romana Obispo de Lisia, sufragáneo del Iltre y M. R. Sor Dn Matheo de Langa, Cardenal de Sn Angelo, Arzobispo de Silinburque, Obispo de Cartagena, en las cosas del Pontifical vicegerente, fue a la Hermita de la Trinidad, y dio la bendicion a dicha Hermita, acostumbrada segun la Sta Iglesia Romana, y otorgó a todos los Fieles Christianos que visitasen la dicha Hermita el dia de la SSma Trinidad, y todos los Domingos del año, de las primeras vísperas a las segundas, y ofrecieren sus limosnas para la obra de dcha. Hermita, quarenta dias de Perdon, del poderío a él dado de la Sta Sede Appca para mientras el siglo durare, y celebró Missa, a lo qual fueron presentes Martin Ruiz, y Antonio Andres y Diego Martínez, Clerigos de Missa, y Juan Ros, y Pedro Estevan, y otras [fol. 2r] muchas personas de dicha villa, de lo qual todo su Señoría mandó dar la presente firmada y sellada con su sello pendiente, y refrendada de su secretario ut supra. Episc. Lisensis. Por mandato del Obispo, mi Señor: Dn Agustin Montiel.
La Fundación de este Convento fue milagrosa porque como las dos piadosas Mugeres Leonor Estevan y Juana Martínez, su hija, se resolviesen a fundar un Monasterio de Religiosas, y consagrarse a Dios en el religioso estado, dudavan sobre que Religion eligirían. Y como un dia estubiesen las dos en oracion pidiendo a Dios las declarase su gusto, vieron un globo de luz del qual salían tres luzes, que eran todas tres iguales en la luz del globo, que era sola una, y les sucedio lo que dice Sn Leon Papa de la Estrella de los Magos, que con la señal les dio la inteligencia, pues entendieron que sería gusto de Dios, que la Religion fuese de la SSma Trinidad, y las religiosas avían de ser Trinitarias, y así se dispusieron a hazer la voluntad del Señor: Y como la [fol. 2v] Hermita de la SSma Trinidad estava en buen sitio para Convento les parecio que les vendría bien todo, y así lo fundaron como se dira adelante. Refiérelo el Mº Torquemada, folio 266.
IGLESIA
La Iglesia deste Convento es de una nave bastantemente capaz porque su capilla maior la hizo fabricar Dn Alonso Miño y Balterra, Alférez maior y Regidor perpetuo de la Ciudad de Villena, y es Patron de la Capilla oy Dn Gerónimo Miño y Balterra, Cavallero del Orden de Calatrava y Sargento maior de la Ciudad de Murcia.
Tiene el Altar maior un sagrario dorado, a el que corona una debotíssima Imagen de Ntra. Sra del Remedio, que tiene en sus manos unos escapularios de la Orden como Patrona de la Religión, y en todo lo alto una Imagen de la SSma Trinidad, como a quien está dedicada y consagrada la Iglesia. En el sagrario, a la parte de afuera, está una Imagen de Jesus Resucitado. Y al lado del Evangelio, una Imagen de Sn Ignacio de Loyola. Y al lado de la Epístola otra de Sn Francisco [fol. 3r] Xavier. En la puerta del sagrario, a la parte de adentro, estan dos Imágenes de ntros. Padres S" Juan de Mata y Sn Felix de Balois como de rodillas adorando a el SSmo Sacramento, y estan vestidos de sus capas y mucetas negras. Encima del sagrario, con su marco dorado, se muestra un quadro grande con la imagen del Sor Sn Joaquin. Tenía a su hija María Santíssima de la mano. Y a los dos lados dos lienzos dos lienzos —sic—, uno de la celestial revelacion de la Orden, y otro de Sn Lorenzo, que sirven de retablo a la Capilla maior.
Tiene dos colaterales, y son dos quadros de ntros. Gloriossísimos Patriarcas. A los dos lados de la Capilla maior, ay dos Escudos de Armas de los Patronos, que son dos niños. Bajando al cuerpo de la Iglesia al lado del Evangelio ay un Altar de Nuestra Sra del Remedio. Al lado de la Epístola ay una Capilla del gloriossísimo Martir Sn Lorenzo. En el propio lado se sigue la Sacristía, y al lado de la Sacristía está el Altar del Sr Sn Blas. Y ay en el Convento reliquia del St° Martir, y es su dia mui frequentado del Pueblo.
Despues se sigue el coro vajo, y en frente una Ca [fol. 3v] pilla de Sn Franco Xavier, la que hizo fabricar Dn Fulgencio Oliver y Brabo, Prevítero abogado de los Rs Consejos. Está pintada, y sobre el arco se registran pintadas las Armas de su Patron. Las quales Capillas, aunque estan adornadas pobremente, su aseo y limpieza las haze vistosas.
El coro alto es mui capaz, y tiene una reja de madera a la Iglesia, la qual está mui alta y estrecha a la vista. La Imagen que tiene de Ntro. 5°' está a la imitacion de la aparicion a ntro. Pdre So Felix la noche de la Natividad a los maitines, y está adornada de pintura toda la testera del coro.
Refiere el Maestro Torquemada, fol. 265, que aviendo en el coro de noche unos grandes ruidos, de que las Religiosas estavan grandemente escandalizadas, acudieron al remedio pidiendo a el Sor por medio de penitencias y oraciones. Y una mañana, entrando en el coro algunas Religiosas a tener oracion mental (costumbre que hasta oy observan cuidadosas) hallaron la Santíssima Imagen de Ntra. Sra. que tienen en el coro, fuera de su nicho y al [fol. 4r] Niño Jesus que tenía en sus brazos, puesto a su lado. Y desde entonces no oyeron el ruido menor en el coro, ni en el Convento, teniendo por señal de este favor, el que María Santísima y su SSmo Hijo havían salido a la defensa contra los enemigos que lo causavan.
Tiene por antecoro una sala, que nosotros llamamos precisa, donde se confiere el rezo y modo de rezar antes de entrar en el coro, la qual es mui capaz. Y allí se hacían las pláticas de visita por los Padres Provinciales y visitadores guando ivan a visitar la clausura. La portada de la Iglesia, aunque de obra llana, es mui buena, y sobre ella esta el campanario con dos campanas.
FABRICA DEL CONVENTO
La Portada del Convento es buena, y en el compas de la portería está el torno y el locutorio, y la puerta reglar donde asisten las torneras y porteras. Y adentro, desde un quarto que sirve para asistencia de porteras y torneras, se entra a un claustro formado con sus quatro angulos, y quatro lienzos de columnas de buena disposicion con puerta a el coro bajo para las procesiones [fol. 4v] claustrales.
El refectorio y sala qe llamamos "de profundis" son mui capazes; sala de labor; dormitorios y celdas son bastantes para ciento y diecisiete Religiosas, que hubo en otros tiempos, y tiene una Plazuela donde salen las Portadas de la Iglesia y convento, que hermosea su espacio. Sobre la capilla maior y dormitorio tiene vistas o miradores para diversion de las Religiosas (que se han hecho en estos tiempos, pues antes aun de esto voluntariamente se privaban), que miran a el campo y poco a la ciudad, porque el Convento está extramuros.
Fue este Convento desde sus principios observantíssimo. No tenían las Religiosas el nombre de Dª que ha introducido la política en los conventos de Religiosas de todas Religiones, reduciéndose a el trato de Religiosas pobres y humildes las que avían nacido mui señoras. El hábito era en todas de estameña sin manifestar más lienzo que el tocado, y este era honestíssimo, que descubría solo el rostro; haviendo siempre especiales Religiosas, que han logrado la maior perfeccion [fol. 5r] en oracion y penitencias.
El Locutorio solo servía para confesar, y para los padres o madres de las Religiosas en quanto a visitas. La observancia Religiosa era en todas puntual.
Refiere el Maestro Torquemada un singular fabor que la SS— Trinidad ha hecho, y continúa con las Religiosas de este Convento, y es que todas las que mueren, aunque sean novicias, despues de difuntas quedan los cuerpos mandables por el espacio que dura ponerlos en el sepulcro. Y aviendo hecho experiencia en todos tiempos de dilatar el sepultarlos, los han hallado siempre en esta forma. También experimentan otro prodigio no menos singular, y es que los cuerpos despues de enterrados no despiden mal olor, pues haviendo sido preciso havrir el carnero donde las entierran para sepultar alguna despues de pocos dias de haver puesto otro, no se siente ni percive mal olor alguno, ni aunque lleguen inmediato a el cuerpo o cuerpos qe en él ay. Así lo declaran las Religiosas qe oy viven en dcho. Convento [fol. 5v].
Estubo el Convento desde sus principios sugeto a ntra. sagrada Religion hasta el año de mil seiscientos y setenta y cinco, en que fue depositado en el ordinario".
Extraído de la Revista Villena de 1997
No hay comentarios:
Publicar un comentario