Jacobo Florentino (Florencia, 1476 – Villena, 1526)
Por FAUSTINO ALONSO GOTOR
Lacopo, de sobrenombre l'Indaco, conocido en España como Jacobo Florentino, realmente se llamaba Jacobo Lázaro Torni; otros autores lo presentan como ¡acopo Torni l'Indaco y de aquí, como suele ocurrir frecuentemente, desaparecen los apellidos y quedan tan sólo el nombre con el apodo, es decir: lacopo l'Indaco tal como lo cita Vasari y se le conoce en Italia. En España generalmente al nombre le añadieron el apodo de Florentino, como se suele hacer usando tan sólo el nombre y el sobrenombre toponímico, es decir, Jacobo Florentino tal como hemos señalado anteriormente se le conoce en España; en algún diccionario aparece con los dos sobrenombres, el español y el italiano: Jacobo de Florencia llamado l'Indaco.
Según Vasari, biógrafo y crítico de Arte de aquel siglo XVI, el pintor florentino Doménico Ghirlandaio era uno de los principales y más excelentes maestros de aquella época, de quien se puede admirar actualmente en el Museo Thyssen de Madrid un bello retrato de una dama pintado en 1488 con una inscripción latina que corresponde a un epigrama del bilbilitano Marcial que dice así:
«Si el artista hubiera podido retratar el carácter y las prendas morales, no habría pintura más bella en la tierra».
Fueron discípulos de Ghirlandahio: Bastiano Mainardi; Francesco Granaccio; Nicolo Cieco, lacopo del Tedesco, Baldino Baldinelli, lacopo l'Indaco, e Michelagnolo Buonarotti, a estos dos últimos, florentinos, a ambos: lacopo l'Indaco y su condiscípulo Miguel Angel les unía una gran amistad y comunidad de vida. A Miguel Ángel nadie le resultaba más grato y más cerca de su forma de pensar que lacopo; a Miguel Ángel le gustaban mucho las charlas y bromas que a menudo le gastaba este hombre y por tal motivo y por la amistad que le unía lo invitaba muchas veces a comer en su casa. Cierto día Miguel Ángel tenía algún otro propósito y por quitárselo de encima, en aquel momento, lo mandó a comprar higos; en el momento que lacopo salió de casa, Miguel Ángel le cerró la puerta con intención de no abrírsela en el momento en que volviera.
Cuando lacopo volvió de la plaza se dio cuenta, después de haber empujado a la puerta mucho rato sin resultado, que Miguel Ángel no tenía la mínima intención de abrirle, se enfadó muchísimo y con las hojas y los higos hizo como una alfombra en la misma puerta y se marchó, estando muchos meses sin presentarse ni hablarle a Miguel Ángel; pero finalmente se arreglaron las cosas y quedaron más amigos que nunca.
lacopo era una persona poco laboriosa y de vida manifiestamente «bohemia», «non voleba laborare se non guando non poteva far altro». Esto se contradice con la labor realizada posteriormente en España, según se desprende de las manifestaciones de algunos autores. Así Gómez Moreno se resiste a admitir que los rasgos negativos que Vasari le atribuye a Jacobo Florentino, como la haraganería, no es justificada sino respecto a su hermano Francisco.
En una publicación (Ruta Turística de la Provincia de Murcia, año 1945), refiriéndose al tiempo que se tardó en construir el primer tramo de la torre de la Catedral, comentan que «fue tal la actividad de trabajo de Jacobo Florentino...». Y otros autores como S. Sebastián, García Gainza y R. Buendía escriben que «la escultura granadina del último tercio del siglo XVI atraviesa a primera vista un período de arte en contraste con la brillantez del período precedente —Siloé y los Florentino—...».
Cuando Miguel Ángel se hizo cargo de pintar la bóveda de la Capilla Sixtina, llamó a varios de sus condiscípulos florentinos y entre ellos se llevó como ayudante a lacopo l'Indaco que trabajó con él en Roma hasta 1508, y después continuó en esta capital trabajando con Pinturicchio, quien tenía gran relación con la Curia romana e incluso en el Castillo de Sant'Angelo donde pintó numerosas estancias, y en el torreón de debajo del jardín que pintó la historia del Papa Alejandro, de sus amigos y de César Borgia, sus hermanas y hermanos.
lacopo vivió muchos años en Roma; no hizo muchas obras pero las que hizo son dignas de ser comentadas. De sus manos en aquella ciudad y precisamente en la iglesia de San Agustín, en la primera capilla que existe a mano derecha, entrando por la puerta Principal, en la bóveda de ella, pintó a los Apóstoles recibiendo al Espíritu Santo, y debajo de esta bóveda, en las paredes, dos pinturas sobre la vida de Cristo: una que describe cuando Cristo «sacó» de las redes a Pedro y Andrés, y la otra que representa la Cena de Simón y Magdalena; esta pintura tiene un palco hecho de vigas de madera muy bien realizado. En el retablo central de la misma capilla pintó al óleo un Cristo yacente realizado con «muchísimo sentido del arte pictórico y perfectamente acabado». Igualmente, en la iglesia de la Trinidad de Roma, es de su mano, una pequeña tabla que representa «La Coronación de la Virgen», esta pintura, gentilmente fotografiada por encargo a un amigo, la presentamos en esta revista como primicia dentro del elenco pictórico de Jacobo Florentino.
En realidad no se sabe nada de sus obras, que han desaparecido, quedando, además de las citadas, solamente las reproducciones por el grabado de tres de los cuadros que se le atribuyen: «El Nacimiento de Juan Bautista», «Vetumnio y Pomona», y una alegoría mitológica titulada «Historia romana», cuyo único ejemplar se encuentra en el Gabinete de Estampas de Dresde.
VENIDA A ESPAÑA
Finalizada la Reconquista, y según Santiago Sebastián, a partir de 1500 e incluso unos años antes, en parte por la pujanza económica con la llegada del oro de las Indias, se produce la importación de obras italianas de estilo cuatrecentista, en las que se marca el acento en lo decorativo. Y asimismo se produce una inmigración de artistas italianos probablemente con el fin de trabajar para la Corona.
«La Coronación de la Virgen».
Los Reyes Católicos en Granada promocionan su Capilla postmorten. Murcia desea construir una Catedral, y asimismo las demás poblaciones de la Diócesis de Cartagena que amplían o construyen sus Templos.
La llegada de artistas extranjeros de prestigio, como Francisco Florentino y Jacobo Florentino, o de pintores como Andrés de Bustamante y Pedro de Llanos se debe sin duda a las expectativas de trabajo que se preveían en el ambiente de expansión.
Es de suponer que Jacobo Florentino y acaso su hermano Francisco trabajasen en Sant Ángelo, como lo venían haciendo en Roma. Allí estaba Matheo Lang: obispo de Gurk, y arzobispo de Salzburgo y luego Cardenal en premio a su lealtad al imperio como embajador del emperador Maximiliano en la Corte romana del Papa Julio II.
Matheo Lang también fue Obispo de Cartagena desde 1513 a 1540, aunque según el laborioso investigador Juan Bautista Vidal jamás estuvo en esta Diócesis, cuya mitra era una de las más importantes de España y de rentas muy elevadas y por ello ocupada por obispos de la nobleza o clérigos altamente premiados. No es de extrañar, pues, que el Obispo Lang influyese para que fuese bien recibido en España, Jacobo Florentino que según su hijo Lázaro Velasco abandonó Italia en 1513, reapareciendo en España en 1520 trabajando como pintor en la Capilla Real de Granada acompañado de Pedro Machuca.
En la citada «Ruta Turística... de Murcia», su autor dice textualmente, refiriéndose a los dos hermanos Florentino: «ambos vinieron de Italia enviados por el Cardenal de Sant Ángelo...», que fue el promotor de la Catedral y que por tal motivo su voluntad y la del Cabildo quedó inmortalizada por tan magna obra expresada en los escudos de Matheo Lang que decoran el primer cuerpo de la torre, precisamente el que construyó Jacobo Florentino.
VENIDA A VILLENA
En el Cabildo de Cartagena era Provisor el canónigo Sancho Véliz; el cargo de Arcediano lo tuvo D. Martín Selva; y el de Tesorero, el villenense D. Pedro de Medina.
Fallecido Francisco Florentino en el tiempo en que se hacían los cimientos de la torre, era necesario contratar a otro artista de prestigio y así lo hicieron con Jacobo, a quien era preciso conservarlo ofreciéndole incentivos.
Según Gudiol y Alcolea, aunque parezca contradictorio, a veces fueron las mismas autoridades eclesiásticas quienes buscaron otros encargos fuera de la fábrica catedralicia. Eso hizo por lo menos el Cabildo de Cartagena con Jacobo Florentino. En 1522, poco después de su llegada a Murcia, los capitulares escribieron al Provisor, el Licenciado Salvatierra, para pedirle que tuviera a bien contratar al italiano con el fin de ejecutar el retablo que pensaba realizar en la ciudad de Chinchilla, «porque en esta yglesya no ay tantas obras para que todo el año podamos obrar, prometimos de le dar todas las obras del obispado de piedra, madera y pintura, según que más largamente se contiene en la obligación que con él hicimos, y más cien ducados de salario y esto con acuerdo del señor Racionero...».
El Cabildo opinaba que cien ducados no era un salario muy elevado para un artista de la categoría de Jacobo Florentino; se hacía necesario ampliar su renta, pues de lo contrario no hubieran podido retenerlo a su servicio. Por eso algunos miembros del Cabildo murciano le confiaron trabajos en sus respectivas ciudades, y uno de ellos fue el canónigo villenense D. Pedro Medina respecto a Villena.
Cristina Gutiérrez-Cortines, refiriéndose a Jacobo Florentino, nos manifiesta que en el Archivo de la Catedral de Murcia existe un borrador de carta del 22 de octubre de 1522 en el cual se lee que el Cabildo «dio gustoso (a Jacobo Florentino) todos los permisos precisos para que fuera a Villena a ocuparse de las obras emprendidas por Sancho G. de Medina y continuadas por su sobrino D. Pedro de Medina, Tesorero de la Iglesia de Cartagena en la primera mitad del siglo XVI».
La citada investigadora nos comunica también que Jacobo, a pesar de haberse instalado con su mujer y familia en Murcia, se ausentó con bastante frecuencia.
FAMILIA
Lacopo l'Indaco: nació en Florencia en 1476, hijo de un panadero llamado Lázaro di Pietro.
En 1520 vino a España y casó con Juana de Velasco, hija de un entallador que intervenía en la sillería de Jaén, llamado Juan López.
De este matrimonio nació un hijo, Lázaro de Velasco, arquitecto a quien debemos los datos biográficos que completan los que proporcionó Vasari. Por Lázaro de Velasco sabemos que su padre y tío fueron arquitectos, escultores y pintores muy activos.
La vinculación de Jacobo al círculo de Jaén queda demostrada por la boda con Juana Velasco, hija de Juan López de Velasco, vecino de esta ciudad, quien entre 1508 y 1513 había residido en Granada y realizado varios encargos y conocido a los artistas que le rodearon; asimismo pudo suceder en Jaén en el entallamiento de la sillería de su Catedral, con los artistas que allí trabajaban, sobre todo a Jerónimo Quijano.
Las vinculaciones personales tuvieron también un carácter profesional, y así, en 1522, Juan López de Velasco se encontraba en Murcia como asistente de Jacobo Florentino ayudándole en los trabajos de talla de la Sacristía; cuando Jacobo Florentino se incorporó al cargo de Maestro Mayor de la Catedral de Murcia en 1522 trajo a su mujer.
EL ARTE EN JACOBO FLORENTINO
M. Gómez Moreno pone como ejemplo del buen éxito y facilidad de los artistas toscanos que generalizaron su profesión y pasaron de escultores a pintores y arquitectos.
Es cierto que Jacobo Florentino ejerció las tres artes pero sus contemporáneos en general le consideraron esencialmente un pintor, opinión que hoy se suele olvidar por haberse conservado muestras importantes de obras a él atribuidas de escultura y arquitectura y muy pocas de pintura.
Además visto desde la perspectiva actual, su influencia en el ámbito que le rodeó tal vez fue más decisiva en el campo de la construcción y decoración.
S. Sebastián afirma que a Jacobo Florentino se debe la formación de un círculo escultórico en Granada, de estilo toscano puro, que será el predominante en esa ciudad y alcanzará a Jaén y Murcia.
Jacobo Florentino se formó fundamentalmente como pintor, actividad que siguió ejerciendo durante su estancia en Roma.
Gómez Moreno al bosquejar su imagen resaltó el hecho de que tanto él como Pedro Machuca llegaron a la Capilla Real en calidad de pintores, «aunque como buenos hijos del Renacimiento cultivan otras artes». El mismo autor apuntó que en los contratos realizados mientras estaba en Granada, se le denominaba pintor.
Jacobo Florentino se afirmó más en lo decorativo, y nunca abandonó su espíritu de pintor con la afición a lo anecdótico, a los efectos pictóricos y al gusto por lo menudo, aunque, como buen hijo del Renacimiento, cultiva la escultura y la Arquitectura, de cuyas obras podemos contemplar, entre otras:
OBRAS EN ESPAÑA
Las obras más importantes de Jacobo Florentino se encuentran en Murcia, en Granada, y la Pila Bautismal de Villena.
En la Capilla Real de Granada, el retablo de la izquierda del Crucero, en la parte superior y coronando el retablo, y en el centro de la parte inferior, hay dos bellas pinturas que representan la «Venida del Espíritu Santo» y la «Santa Cena». Son obras de Jacobo Florentino, de quien también es el retablo.
El grandioso «Entierro de Cristo» que se conservaba en la iglesia de San Jerónimo de Granada (hoy en el Museo de Bellas Artes de aquella ciudad), y que sitúa a Jacobo en el primer plano de nuestra plástica renaciente. También en San Jerónimo de Granada, el emperador Carlos V había cedido la Capilla Mayor para sepultura del Gran Capitán. Bajo la dirección de Jacobo se terminó la obra y se enriqueció, aprovechando todo lo que pudo la obra gótica, sustituyendo los pilares redondos por pilastras corintias muy monumentales. Los capiteles tienen dragones (véase este estilo de nuestra pila bautismal de la iglesia de Santiago) por volutas. Las proporciones las hizo más pesadas que las de las torres de Murcia. Las grandes apilastradas dan un empaque verdaderamente romano, miguelangesco.
En la Catedral de Murcia, Jacobo elevó el primer cuerpo de la torre y, tras su muerte, Jerónimo Quijano elevó el segundo. En la misma Catedral, son obras también de Jacobo: las portadas de la Sacristía, en la primera que comunica la girola de la Catedral con una Capilla que hace de antesacristía y en ellas se ven dos de sus preferencias, una está en la arquivolta de la puerta decorada por grutescos entre dos líneas de molduración. Otras de sus preferencias son las de los capiteles con carátulas o máscaras. La portadita interior que comunica directamente con la Sacristía es todavía más libre, donde los capiteles son grandes cabezas de mujer.
«La Anunciación» en la Capilla Real de Granada, y «El Santo Entierro» en el Museo de Bellas Artes de la misma capital.
En la iglesia de la Magdalena de Jaén, de tres naves góticas, hay una gran «Crucifixión» de acentuado carácter italiano (siglo XVI) atribuido a Jacobo Florentino.
Pintó en el retablo de la Capilla Real los paneles de la «Cena», tomada de un grabado de Raimondi, según Rafael, y el «Encuentro de Emaus».
OBRAS EN VILLENA
Iglesia de Santiago:
En 1492 bajo el Patronazgo de la familia Medina se inició una fuerte ampliación (del Templo Santiago de Villena) que se prolonga a lo largo del siglo XVI».
Tras la arquitectura gótica construida durante el mecenazgo de don Sancho García de Medina, después de su muerte, continúa las obras su sobrino don Pedro Medina, ahora ya en estilo renacentista y claramente emparentado con Murcia.
Este mecenazgo de los Medina lo continuó el también clérigo villenense D. Juan Rodríguez Navarro, patrocinando importantes mejoras en el Templo de Santiago, y dejando sus restantes bienes al hospital local.
El primer artista que encarna el nuevo estilo, como continuador directo de las enseñanzas de Jacobo Florentino, fue Jerónimo Quijano a quien, según Chueca Goitia, se le atribuyen como escultor varias obras, entre ellas: el retablo de la Virgen de la Esperanza en Villena, y una ventana de la Sacristía de la iglesia de Santiago.
A Jacobo Florentino, en unión de su discípulo Jerónimo Quijano, se debe la Pila bautismal, Sacristía, Ventanas de la torre, y los testeros de los Sepulcros de los Medina y los Navarro en la propia Santiago, nunca citados y claramente relacionables con el estilo de Florentino y de Quijano. Asimismo sucede con la Casa Abadía.
Las portadas, casi idénticas, del Santuario de las Virtudes, y la lateral de la parroquial de Sax, son obras de algún discípulo menor de Jacobo Florentino.
Pila Bautismal:
La riqueza decorativa fue uno de los principales valores del arte de los primeros veinticinco años del siglo XVI, durante los cuales es patente el influjo italiano, con su gusto por la fantasía y por incorporar a las obras, monstruos, imágenes simbólicas y toda clase de un mundo ficticio.
A Jacobo Florentino se debe la Pila bautismal de la iglesia de Santiago, que Pérez Sánchez relaciona con la de Francisco Florentino en la Capilla Real de Granada, aunque más fría y académica.
Al estilo de Jacobo Florentino corresponde plenamente la Pila bautismal villenense de piedra alabastrina, que es una de las grandes piezas escultóricas del Renacimiento español.
Los motivos de su decoración son: en el pie con harpías que parecen representar la obscuridad y el pecado frente a la purificación por el agua del bautismo; en el vástago recubierto de una- red de escamas, vegetales y perlas y de animales alados a modo de grifos; y la taza por un friso de sirenas aladas.
La CUBIERTA de la magnífica Pila bautismal, fue labrada en madera por el escultor valenciano don Manuel Silvestre D'Etá, cuyo verdadero nombre es Manuel Silvestre Montesinos, nacido en Liria en 1909. En 1961 ganó por oposición la cátedra de Talla Escultórica en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, en Valencia. Entre sus premios citamos: la primera Medalla del Salón de Otoño de Madrid (1959); el premio «Senyera» (1963); primer premio de escultura «Ciudad de Palma de Mallorca» (1966 y 1969); premio «Alonso Cano» de Granada (1967), etc. Obras suyas se encuentran en museos y colecciones particulares, así como en plazas y jardines de distintas ciudades, como los grupos escultóricos «de Santa Teresa de Jornet» (Valencia), o «La Lección» (Barcelona).
En 1975, le fue encomendada la creación de la Fuente-Monumento de la restaurada plaza de la Virgen de Valencia. Su obra se inscribe dentro de la tradición figurativa clásica, mas en el caso de la cubierta de la Pila de Santiago, la ha esculpido y decorado con escamas en la cúpula, y círculos a modo entrelazados alrededor de la base queriendo aproximarse a la obra de Jacobo.
Sepulcros de los Medina:
Construyó también don Pedro de Medina un sepulcro para sus padres, Pedro y Leonor, y para su muy amado hermano Sancho, cuyo epitafio puede verse todavía en la capilla contigua a la que actualmente cobija el órgano recién adquirido. Frente por frente a este sepulcro se halla otro igual, sin epitafio, que se supone del propio D. Pedro, cuyas armas heráldicas —cinco estrellas y tres bandas—coronan el frontón de esta capilla.
Los mencionados sepulcros o urnas funerarias de los Medina, son de base gallonada, sustentada por dos sirenas aladas de perfilado rostro y cabello trenzado, guarda un parecido con las cabezas femeninas, a modo de capiteles, también de la portada de la Sacristía murciana, y con las citadas en el friso de la Pila Villenense.
Sacristía:
«Un villenense», en septiembre de 1928, en el periódico «Patria Chica», escribía: «En la cabecera de la Iglesia y en el lado del Evangelio, se adhiere a la obra un pequeño paralelógramo donde está la sacristía cubierta con bóvedas nerviosas, y sobre ella está el gran salón, que fue antiguamente sala capitular, con un magnífico artesanado de madera tallada con cantones hexágonos y florones colgantes».
El fallecimiento en la ciudad, en 1526, de Jacobo Florentino, cuando se está realizando la Sacristía y Aula Capitular, induce a atribuirle la paternidad de las mismas habida cuenta además con la vinculación existente con su obra murciana; por ello Bercher y Benito la atribuyen directamente a Florentino, pues sigue en líneas generales un esquema idéntico en su composición al de la Catedral de Murcia, incluso en el paso oblicuo con bóveda de esviaje, aunque sus reducidas dimensiones y la falta de decoración imposibilitan una comparación exhaustivas.
Se accede a ella mediante una sencilla portada, ordenada alrededor de un ingreso en arco de medio punto moldurado, que apoya sobre anchos pilares, seccionados por pilastras de vaso corintio y volutas jónicas, que flanquean el ingreso y sostienen un entablamiento dórico, de triglifos muy marcados en forma de balaustres de doble panza, coronado por un frontón triangular que alberga el escudo de la familia Medina. Los anchos pilares permiten que de su parte exterior arranque un grifo a modo de alerón.
Ventanas de la torre:
A Jacobo Florentino y especialmente a su discípulo Jerónimo Quijano se deben los dos bellos ventanales de la que fue Sala Capitular sobre la Sacristía; las dos están en la torre y son de forma edicular, organizan su espacio alrededor de un hueco rectangular, flanqueado por pilastras que sostienen un arquitrabe adovelado, y alberga en su interior huecos circulares sobre vanos adintelados de claro acento florentino. Corona el conjunto un frontón avenerado con acróteras y vasos. Alfonso Emilio Pérez Sánchez las ha relacionado con el retablo de Santa Cruz de Granada.
Casa Abadía:
Don Pedro de Medina, que fue Tesorero de la Iglesia de Cartagena durante la primera mitad del siglo XVI, levantó la antigua Casa Abadía de Santiago a comienzos de dicho siglo. Posteriormente fue adquirida el 19 de junio de 1576 para sede del Ayuntamiento.
La valoración de este edificio se fundamenta en su hondo carácter renacentista especialmente acusado en su rica portada, en las ventanas de la fachada con labra de varios motivos, y en el patio de doble galería, con escalera incorporada. En la Portada y Ventanas se ha querido ver la participación de Jacobo Florentino y de Jerónimo Quijano.
La Portada: desconocida en su sobriedad en la Provincia, a excepción de la de la Sacristía de Santiago, debió de ser modificada tras la transformación en edificio Consistorial.
Se caracteriza, según el estilo de Quijano, discípulo o socio de Jacobo, en acusar la desnudez de la parte inferior en contraste a la concentración de relieves sobresalientes y esculturas en la parte superior.
Presenta un ingreso adintelado, flanqueado por semicolumnas dóricas sobre basamento que sostienen un entablamiento sobre el que se dispone un frontón triangular. Coronan la Portada sendos tenantes que sostienen a la par la ventana superior y el escudo de la ciudad. Su cola culmina en cabeza de grifos coronadas por flameros y sencillos amorcillos con jarrones. Cierra el cuerpo un estrecho paño con superficies rehundidas.
En la Ventana situada sobre el lado derecho de la portada con ménsulas foliadas y columnas empotradas recamadas de grutescos, resuenan con fuerza ecos que evocan el estilo de Quijano en la catedral murciana.
MUERTE
Como hemos citado anteriormente, Jacobo Florentino tenía su domicilio con su mujer en Murcia. Los viajes profesionales que hacía a Villena eran relativamente cortos, lo suficiente para ir terminando los encargos contratados con D. Pedro de Medina en el templo de Santiago y en la Casa Abadía.
Pasadas las Navidades del año 1525, hizo un nuevo viaje a Villena para continuar su trabajo en enero de 1526, el mes más frío; enfermó probablemente de un proceso broncopulmonar y a los pocos días, concretamente el día 27 de dicho mes, falleció en nuestra ciudad que aún lo sigue recordando tras dejarnos como herencia una joya: La bella Pila Bautismal.
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