Don Pedro de Medina: Una inolvidable figura olvidada.
Por FERNANDO RÍOS SOLER.
Fotografías: ANTONIO CASANOVA CAPABLANCA
PRESTIGIO PERSONAL
Proveniente de una de las familias hidalgas de Villena, don Pedro de Medina llegó a desempeñar el cargo de «tesorero que fue de la catedral de la sancta yglesia de Cartagena, Doctor "in utroque jure"» (*), privilegiada posición que le permitió conocer a ilustres personajes que, posteriormente, ayudarían a nuestro mecenas en diversas labores artísticas.
Su posición social y su holgada situación económica le permitirán emprender trabajos en Villena de difícil y costosa realización. Sabemos que poseía cuarenta tahúllas de tierra en las partidas del hilo del Abad, hilo del Despeñador, hilo del Rey, Las Balsas, la Condomina, La Losa y La Hontanilla del Casalejo, cuyas rentas eran destinadas a la celebración de diversos oficios religiosos. Fuera de Villena, también era dueño de unas casas situadas en Murcia que, como dato importante, lindaban con las del artista Jerónimo Quijano.
También fue capellán de Nuestra Señora de la Esperanza, capellanía que su tío, Sancho García de Medina, había fundado en Santiago; era, además, beneficiado en la iglesia de San Pedro, de Lorca y poseía otros dos beneficios en la iglesia de San Lorenzo de Murcia. Y prestamerías tenía en las iglesias de San Miguel y Santa Olalla, de la ciudad anterior, en la de Gibraleón, perteneciente a la diócesis de Sevilla y en la de San Antón, sita en Olmedo, dentro de la diócesis de Ávila.
Muchos pies hollaron esta vetusta escalera.
LA LABOR EN LA IGLESIA DE SANTIAGO
«(...) hizo grandes gastos en acabar obras de la dicha yglesia de señor Sanctiago, entre las quales fizo una sacristía de piedra labrada muy costosa y fuerte y provechosa a dicha yglesia, y la dotó de mucha plata labrada para la dicha yglesia, ansí de platos, cálices, cruzes, calderetas de platas, vestimentas, tapkerías y otras muchas cosas e librería».
Efectivamente, don Pedro de Medina, desde 1526 hasta 1554, continuó las obras de la iglesia de Santiago comenzadas por su tío, don Sancho García de Medina. Por un lado, y quizás motivado por la inclusión de un coro, contempló la ampliación de los pies de la iglesia con dos cuerpos nuevos de orden toscano, lo que produjo el traslado de la portada original gótica de su primigenia ubicación (**). Para que esta inclusión no rompiera en demasía con el resto de la fábrica, las bóvedas de los nuevos tramos siguieron siendo ojivales.
Es importante subrayar este primer dato. Cuando don Pedro de Medina asume la responsabilidad arquitectónica lo hace con unos parámetros nuevos. El estilo gótico había dado sus últimos cole-tazos a finales de siglo anterior en el reino de las Españas y, desde el primer tercio del siglo XVI, es concebido como algo anacrónico. El nuevo impulso viene dado por lo que se cuece en Italia, que aquí, como en el resto de Europa, llega casi con un siglo de retraso: el Renacimiento.
Y renacentistas son los dos tramos mencionados, así como la portada de la sacristía que recoge tal cual un grabado cuyo diseño está basado en la obra de Marcus Vitruvius Pollio, arquitecto romano de la época del primer emperador, Octavio Augusto, que realizó un compendio de los estilos arquitectónicos imperiales. Sus trabajos fueron rescatados por el humanista Cesare Cesariano en 1521.
La introducción de este nuevo estilo —aunque sería más adecuado hablar de concepto vital por no reducir el Renacimiento a una mera cuestión estética— se hizo por varias vías: difusión de libros repletos de grabados que son copiados casi literalmente por los artistas no italianos, viajes al suelo ítalo para absorber in situ los nuevos y radicales planteamientos y, finalmente, difusión por artistas italianos llamados a trabajar en las distintas cortes europeas. Esto es lo que sucedió con Jacopo Torni Florentino, conocido como «l'lndaco vecchio», artista que, proveniente de Firenze, estuvo trabajando en Granada y Murcia y, quizás por contactos directos con don Pedro de Medina, arribó a nuestra ciudad donde trabajó en la susodicha iglesia.
Su obra permanece en la pila bautismal, en la plasmación en piedra del grabado vitrubiano, en, así se le atribuye, las dos ventanas renacentistas del exterior y, sobre todo, en la capilla dedicada a don Pedro de Medina, blasonada por su propio escudo —cinco estrellas en la mitad superior combinadas por franjas oblicuas—.
Aquí, dos sepulcros indican quienes están reposando el sueño eterno: «Petrus thesaurarius cartaginesis. Petro e Leonore piis parentibus. Ac santio fratri amantissimo posuit» (***).
La repentina muerte de Florentino en 1526, cuya tumba nos es desconocida, aunque es de suponer que esté localizada en el pavimento de la misma iglesia, obligó a la llegada de otro artista: Jerónimo Quijano, que, ya ha quedado escrito, era vecino de don Pedro de Medina en Murcia. Su labor parece apreciarse en la portada de la casa de Beneficiados y, quizás, en una o las dos ventanas renacentistas de la iglesia de Santiago.
En otro orden de cosas, y para terminar el apartado de Santiago, escribir que en 1553 fue colocado el iconostasio -tecnicismo que hace referencia a la reja- realizado enteramente en Murcia, del que únicamente queda la estructura básica que sigue los postulados ornamentales «a candelieri» -elementos decorativos simétricos en torno a un eje central- típicos del estilo renacentista.
LA CASA DE BENEFICIADOS
«(...) el qual dicho don Pedro de Medina ansimismo dotó e aumentó la renta de las dichos diez benefiçiados, y les edificó casas muy principales para los tres de los dichos diez benefiçiados que tienen el cargo de leer la gramática e de enseñar a cantar e predicar».
Éste es el segundo gran monumento a destacar. La Casa de Beneficiados, o Casas del Tesorero» como se la conocía por entonces, tenía un fin muy concreto, tal y como se refleja en el testamento que don Pedro de Medina realizó el 12 de junio de 1558:
Otrosí, acordándome que soy eclesiástico y obligado más que otro a las obras piadosas, y mayormente a las públicas y universales, y considerando que en el Obispado de Cartagena hay muchos clérigos que, ignorando que les corra lene saber sumarias órdenes que recibieron por defecto de conciencia; y que de los susodichos diez beneficiados que fueron elegidos en la susodicha iglesia de Santiago por la feliz recordación del papa Julio a instancia del dicho don Sancho de Medina, los dos tienen cargos ajenos de enseñar la Gramática y Retórica y la sagrada Teología, y otro tercero de enseñar el canto llano y de órgano y contrapunto, que por que los naturales de la dicha ciudad de Villena y de los lugares comarcanos que quisieren inclinar a ser buenos eclesiásticos sean doctrinados y aprovechados, dejo y mando que las casas principales que tengo en la dicha ciudad de Villena, que están en la parroquia de la dicha iglesia de Santiago, y afrentan de la una parte con casa de la viuda de Vergara, difunto, y por la otra con la de Ginés Díaz; y de las otras dos partes con las dos calles públicas de la delantera y de la puerta trasera de las dichas casas principales, las cuales queden perpetuamente diputadas para lugar de escuelas donde se lean y enseñen públicamente las dichas facultades y las otras que por tiempo se recrecentaren y dotaren en la dicha ciudad y universidad, y que los maestros y preceptores de las dichas facultades tengan sus estancias en la cámara de ellas, y las salas altas y bajas sirvan de generales a donde lean los dichos preceptores, los cuales tengan clausura, de manera que, acabados los maitines que se dicen en la dicha iglesia de Santiago a prima noche, se cierren las puertas de las dichas casas y no se abran hasta que sea de día, y que sean obligados los dichos preceptores de reparar las dichas casas y tenerlas bien aderezadas por los derechos y salarios que llevaren de los estudiantes por les enseñar a leer. Y quiero y ordeno que en cada un año se elijan dos visitadores, el uno que sea del número de los diez beneficiados de la dicha iglesia de Santiago, nombrado por el Arcediano de la dicha iglesia o en su ausencia por su lugarteniente y por los dichos diez beneficiados, y el otro que sea elegido de los del Ayuntamiento del Concejo de la dicha ciudad de Villena, que sea del dicho Ayuntamiento, los cuales en cada un año tengan cargo de ver el ejercicio que se hiciere por los dichos preceptores, y de hacer que se reparen las dichas casas».
El escudo del patrocinador se encuentra bien visible, por todo el edificio. Cinco estrellas sobre tres bandas son los distintivos de don Pedro de Medina. Plenamente inmerso en el Renacimiento, el edificio presenta una estructura centralizada en torno a un patio; consta de dos pisos y una galería de ventanas, aunque esta última parte fue realizada en este siglo. Este esquema responde a la normativa de los contemporáneos palacios italianos de los siglos XV y XVI.
El patio, con columnas toscanas, arcos carpaneles, medallones en sus enjutas y balaustrada en el piso superior de doble panza, posee una curiosa particularidad. Se trata de un «efecto óptico» que también se dio en tierras italianas: si bien la planta del edificio no es un cuadrado perfecto, sí fue concebida como una estructura racional, donde el rigor matemático es absoluto, no permitiendo ningún tipo de desfase entre las proporciones que tenían que erigirse. Las columnas, sostenes de la construcción, están colocadas simétricamente unas de otras pero, mirando desde una de las esquinas a su opuesta, existe la impresión de que entran demasiado en los ángulos internos y, precisamente por ello, el edificio parece «cojear». Se crea un efecto de inestabilidad de la que carece el edificio.
Esta «anomalía» también se daba en los primeros palacios renacentistas italianos. La solución vendrá cuando se le adose media columna a cada lado del pilar que aparecerá en las esquinas de los futuros patios.
En el primer piso tenemos la misma característica. En esta zona hay que señalar el rebajamiento de los arcos y cómo compensan su pequeña altura mediante su colocación en plintos.
Finalmente tenemos la escalera, típicamente renacentista al estar realizada en tramos rectos. En su primer tramo se encuentra una copia de un retrato de Pedro de Medina, cuyo original está en Cartagena.
Pasemos al exterior. Tenemos una portada de autoría imprecisa, hasta que finalmente se la atribuyó a Jerónimo Quijano, sucesor de Jacobo en Murcia y discípulo de éste, después de que se supiese que es una copia en piedra de una lámina creada por el tratadista italiano Serlio, en su libro IV de arquitectura, lámina XXX, que, alejado de la corriente renacentista, se había formado dentro de la nueva tendencia manierista (****). Esta obra fue publicada en España en 1552. Por consiguiente, un profundo estudio de la portada nos permite averiguar elementos arquitectónicos y decorativos que pueden ser considerados heterodoxos por el lenguaje renacentista.
Los motivos ornamentales de las dos ventanas situados justo encima de ella y los que aparecen alrededor de las figuras de los dos tenantes siguen la línea compositiva imperante en la época, «a candelieri», es decir, objetos y figuras situadas simétricamente en torno a un eje central. El escudo situado en el centro del frontón triangular debía albergar, en un inicio, los símbolos de don Pedro de Medina.
EL CONCEJO BUSCA ACOMODO
Mientras la ya mencionadas «casas del Tesorero» funcionaban como casa de Beneficiados, el Concejo de Villena, harto de no poseer un lugar de trabajo estable, procedió a la búsqueda de un edificio digno de sus honorables funciones.
En 1351, siendo señora de Villena doña Blanca Manuel, el lugar de encuentro era el patio de la casa donde el escribano tenía su oficina. La iglesia de Santiago fue numerosas veces, con el paso del tiempo, sede de reuniones extraordinarias.
A fines de este siglo catorce, lo corriente era reunirse en las torres que defendían las puertas de las villas: «estaban juntados en la torre de la fuente a campana repicada segunt que lo avemos de uso y costumbre de nos juntar». Esta situación perdurará hasta época de los Reyes Católicos.
Así en el siglo XVI, los documentos hablan de «la cámara del Ayuntamiento» o «sala del común ayuntamiento de la ciudad», quizás ubicada en la esquina de la Plaza del Mercado —actual Plaza Vieja—, junto a la ya extinta Torre del Orejón o, probablemente, en la casa conocida por «Entrefuentes» que lució, hasta los años sesenta, un friso de piedra con las armas de los Reyes Católicos.
Pero este primitivo lugar pronto fue considerado insuficiente, por lo que se consiguió el permiso del rey Felipe II para enajenarla y poder comprar otra más decorosa. Para esa época el punto de mira estaba puesta en la casa-abadía de Santiago: «unas casas que la yglesia del Señor Sanctiago desa ciudad tenía y quería bender con facultad apostólica, que heran muy prinçipales y quales conbenían para casa de ayuntamiento, cárçel y depósito de pan».
El 19 de junio de 1576 se firma la escritura de compraventa del edificio.
Las condiciones exigidas son las siguientes:
El precio de venta se fija en un «quento y quinientos mil maravedís» (millón y medio), aun cuando la ciudad no se obligaba a pagar sino un millón cuatrocientos mil, ya que el pago de los cien mil restantes quedaba al arbitrio del Concejo. El pago se efectuaría por anualidades de cierta cuantía indeterminada, dependiente de lo que rentarán en cada año las dehesas concejiles denominadas «las Hoyas», «el Campo» y «Hoyas de Ponte».
Por su parte, el cabildo eclesiástico se obligaba a fundar cuatro nuevas capellanías con los réditos que produjera el importe de la venta, que habían de servir, además, para proporcionar habitación decente a los titulares de los tres beneficios de Gramática, Lógica y Maestro de Capilla, con el fin de que pudieran ejercitar cómodamente las obligaciones de su cargo, según lo dejó establecido en su testamento don Pedro de Medina.
Aparte del millón cuatrocientos mil maravedíes, el Ayuntamiento debía satisfacer, de sus bienes de Propios, diez mil maravedíes anuales para pago de los ciento noventa y un mil maravedíes que se tomaron para los gastos de la guerra y de los intereses devengados hasta entonces. Se establece como condición en la escritura que, hasta tanto que se hubiera pagado la mayor parte del precio de la casa, el Ayuntamiento habría de respetar el uso útil de ella por parte del maestro de capilla, Ambrosio Cotes y de Francisco Martínez, que enseñaba Gramática. El Ayuntamiento dispondría para sus reuniones de la pieza que estaba, entrando por la puerta mayor, a mano izquierda; es decir, la sala que alberga hoy el Archivo Municipal.
No eran tiempos boyantes para las arcas municipales, por lo que la compra del edificio se demoró durante años. En 1591, se llegó a un acuerdo con el Cabildo de Santiago para utilizar varios aposentos como almacén del trigo del Pósito.
EL HOSPITAL DE LA CONCEPCIÓN
«E después edificó un espita! muy grande e bueno, e en él una yglesia so ynvocaçión de Nuestra Señora de la Conçebçión, e acabó su vida dexando todos sus bienes al dicho espital, por lo qual fue tenido por persona de grande virtud e de santa vía e verdadero syervo de Nuestro Señor Dios Jesucristo».
En Villena existía un único hospital situado en la Tercia, bajo la advocación de Santa María de la Asunción, pero en esta decimoquinta centuria se había quedado pequeño y obsoleto. Don Pedro de Medina logró un acuerdo con el Concejo por el que éste le vendía el susodicho hospital en 70.000 maravedíes con la condición expresa de que fueran a parar a la construcción de uno nuevo —que él ya tenía en mente—, ubicado frente a «la yglesia de la Trinidad». Este nuevo hospital comenzó a levantarse en 1550 y se sabe que en 1582 todavía estaba sin acabar. El 8 de marzo de 1966 fue demolido y sus piedras reconstruyeron los muros del castillo de la Atalaya. Sobre el solar se edificó el actual ambulatorio que data de 1986.
El friso dórico. Salta el límite permitido y acaba en media metopa.
Las gotas son cinco en vez de tres, y la cornisa se adecúa al atrevimiento.
¡Qué bonito es el arte!
Todo estaba apalabrado. Las «Casas del Tesorero» eran propiedad del Concejo y allí iba a instalarse el nuevo Ayuntamiento, que tanta falta hacía a la ciudad, en cuanto se cumpliese el último requisito; una tontería: pagar. Villena respondía perfectamente a las características que numerosas villas y ciudades del Castilla tenían bajo Felipe II, esto es, delicadísima situación económica con algunos tintes de pobreza.
Hay muy buena voluntad y muchas facilidades por parte de todos los contendientes, pero, a lo más que se llega es a que el Cabildo de Santiago permita varias salas destinadas a reuniones y almacenaje de trigo comunal.
En 1610, ya bajo Felipe III, se renegocia el precio de adquisición del inmueble y se acuerda la venta en treinta mil reales. Al año siguiente, se consignan cien reales en concepto de alquiler anual por la utilización de aquellos aposentos, cuyo importe la iglesia de Santiago empleaba exclusivamente en reparar el edificio consistorial.
La nueva escritura se firma el 17 de diciembre de 1625 y Diego Hernández es elegido para residir en él y cuidarlo hasta nuevas órdenes. Por fin, el 8 de julio de 1627 se traslada el archivo de la ciudad y se pueden celebrar tranquilamente las reuniones de los Regidores y demás cargos siempre que cada uno lleve su propia silla hasta que el erario público lo permita. Se acordó también quitar de la fachada el escudo de don Pedro de Medina y sustituirlo por las armas reales acompañado por una placa conmemorativa que es la que aún se conserva a la izquierda del pórtico de entrada. El escudo real debió desaparecer a raíz del incendio provocado durante la guerra de Sucesión. Lo último que se trasladó fueron las cárceles, en marzo de 1631.
Posteriormente, en el siglo XVIII y con motivo de la guerra de Sucesión en la que Villena apoyó el bando borbónico, Villena padeció la ira de sus enemigos austríacos y el edificio del Ayuntamiento fue incendiado, sufriendo la quema de importantísimos documentos en el mes de abril de 1707. Cuatro años después se procedió a la reconstrucción de una de las ventanas por el arquitecto Cosme Carreras; es la más cercana a la Casa de Cultura y se destaca por su frontón curvado, diferente al triangular existente en la portada, guardando cierto paralelismo con los frontones del actual asilo de ancianos y con el edículo superior de la portada de la iglesia de Santa María, no en vano pertenecen al mismo estilo: el Barroco.
La nueva dinastía monárquica que se implanta en España desde principios del siglo XVIII, institucionalmente hablando, no aportó nada nuevo y dio más de lo mismo. Así, el 30 de abril de 1722, para premiar los apoyos de la ciudad y, en especial, de su nobleza a la majestuosa persona del monarca, éste, Felipe V, confirmó la Provisión de Carlos II de 1692 y ratifico lo que siempre había existido: «todos los oficios de justicia y gobierno de la ciudad se distribuyeron siempre entre caballeros hijosdalgo», añadiendo que «a los que estuvieren en la posesión de tales por sí, sus padres o abuelos», se les mantuviera en ella. Lo dicho. Más de lo mismo. También concedió a la ciudad de Villena el honorífico título de «Muy Noble, Muy Leal y Fidelísima», que hoy campea en su escudo.
Con Carlos III, el número de regidores ascendió a 24, muchos de ellos con la categoría de perpetuos. Tras el motín de Esquilache en 1766, hubo una reforma superficial y se dio entrada a gente del pueblo, los llamados Diputados del Común, que en Villena, en atención a su población, fueron cuatro, elegidos por 24 compromisarios ajenos al Ayuntamiento en cada una de las parroquias de Santiago y Santa María, los cuales fueron designados por votación entre los vecinos.
RECAPITULACIÓN
«(...) ¡ten mando todos los libros que tengo de derecho canónico y civil y de otras facultades a la dicha iglesia de Santiago de Villena para que se pongan debajo de inventario en la librería de la dicha iglesia y queden en ella perpetuamente, excepto los libros de música que ya he dado a la dicha iglesia, y los breviarios y misales; que de aquéllos quiero que se sirvan los maestros de la dicha iglesia y los otros clérigos pobres y peregrinantes, con que no los saquen de la dicha iglesia; y porque la dicha iglesia tiene otros libros que le dejaron al dicho don Sancho de Medina mi tío y otras personas eclesiásticas, es mi voluntad que los que se hallaren a ver doblados, se vendan, y del precio que por ellos se hubiere, compren otros de artes y teología los diez beneficiados de la dicha iglesia».
Toda esta riqueza bibliográfica estaba custodiada en la iglesia de Santiago por propia voluntad de don Pedro de Medina quien, pese a estar centrado en sus tareas cartageneras, nunca olvidó a su ciudad natal. Aquí enterró a sus padres y hermano, aquí envió a Jacopo Florentino y a Jerónimo Quijano, quienes consiguieron crear edificios de cierta vanguardia artística, bajo su patronazgo, pasó de un gótico final a las primeras manifestaciones modernas —renacentistas y manieristas en muy pocos años. No estamos hablando de un centro artístico que irradiara influencias a los lugares más cercanos, simplemente anotamos que Villena se ennobleció al mismo tiempo que otros mecenas —nobles o los propios monarcas— hacían lo propio con sus ciudades; hablo de Granada, Murcia, Toledo, Segovia, etc. Sólo por esto, la figura de don Pedro de Medina es digna de admiración.
(*) Todas las citas recogidas en castellano antiguo que hacen referencia a los hechos de nuestro protagonista son tomadas de «La Relación de 1575».
(**) Ver «La Iglesia de Santiago». Revista Villena, 1996.
(***) Pedro, tesorero de la catedral de Cartagena, a sus padres piadosos Pedro y Leonor y a su queridísimo hermano Sancho puso.
(****) El Manierismo es una derivación del Renacimiento que, a pesar de beber de él directamente, consigue una definición menos rígida, más abierta. En realidad, los artistas italianos que, desde el segundo tercio del siglo XVI, marchan al extranjero a trabajar, están más imbuidos de Manierismo que de Renacimiento.
BIBLIOGRAFÍA
Bérchez, J. y Benito F.: «Preséncia del Renaixement a València. Arquitectura i Pintura». Diputació Provincial de Valencia, 1982.
Bérchez, J. y Jarque, F.: «Arquitectura Renacentista Valenciana (1500-1570)». Edit. Bancaixa, 1994.
Soler García, J. «Historia de Villena».
Colección incompleta.
- «La Relación de Villena de 1575». Instituto de Estudios Alicantinos. Diputación Provincial de Alicante, 1974.
- «Los Ayuntamientos de Villena». Revista Villena, 1979.
Ríos Soler, Fernando: «La Iglesia de Santiago». Revista Villena, 1996.
- Datos tomados del, probablemente, futuro libro «Historia de Villena».
Extraído de la Revista Villena de 1997
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