2 oct 2024

1995 CUATRO SONETOS ÍNTIMOS

Cuatro sonetos íntimos. Por J. MENOR VALIENTE

EN LA CUMBRE
He llegado a la cima y en la cumbre
de la vida, concluido ya el camino,
con presurosa alarma y desatino
busco una luz que mi descenso alumbre.
Percibo silenciosa muchedumbre
bajo tierra dormida, que es el sino
del ser, ya poderoso, ya mezquino,
convertirse en hedionda podredumbre.
Liberada de humana servidumbre
el alma debo a Dios, el cual me advierte
que mi vida atributo es de la muerte
y, al comprenderlo así, sin pesadumbre,
hace que del letargo me despierte
con una resignada mansedumbre.

CONTINUIDAD
Continuaré viviendo cuando muera 
en la semilla que sembré fecundo al 
pasar, peregrino, por el mundo. 
Germinará al nacer la sementera y 
prolongándome, será manera de no 
morir del todo. Tan rotundo no será 
mi fracaso, que difundo una 
promesa que triunfar pudiera. Se 
esparcerá mi estirpe y los relevos de 
nueva sangre engrosará a raudales 
los cauces de la vida recorriendo y, 
cuando broten los retoños nuevos 
en árboles de bosques terrenales, 
estando muerto seguiré viviendo.

LA OTRA MUJER DE SAMARIA
Cuando sed padecí, tú no me diste de 
tu jarra a beber. Con el pedazo del 
pan que te imploré con embarazo, al 
mendigo de turno socorriste.
Al inclemente sol me mantuviste, 
porque tu deslealtad fue como hachazo 
que la sombra podó. Ningún rechazo 
cobijó mi dolor, cuando te fuiste. El 
tiempo, que a estancarse se resiste, al 
pasar te abatió sin que mi abrazo te 
abrasara en el fuego que encendiste. 
Si hoy vinieras a mí, yo te rechazo que 
cortado el cordón, no me ata lazo a ti, 
que tan ligado me tuviste.

SOSIEGO
Hoy ya me siento en paz, apaciguada
la tempestad en mi alma se ha calmado,
mi sentir es más puro y sosegado
y el agua turbia viene remansada.
El fuego, que incendiaba mi morada,
una lluvia benéfica ha apagado
y, estando mi deseo aletargado,
tomo el sol en el pórtico de entrada.
Flotar me observo inmerso en el espacio,
que mi amarra he cortado con la espada
de la renunciación, y aunque reacio
a sufrir y olvidar, mi ansia aplacada
en su serenidad no aspira a nada
y puedo suspirar hondo y despacio.
Extraído de la Revista Villena de 1995

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