El enigma del estandarte. Por VICENTE HERNÁNDEZ BELANDO
Enarboladas ondean las banderas que emocionan,
donde dos vetustas torres arrebatan y apasionan.
En los confines del mundo su historia ya se conoce.
La realidad de mi pueblo nunca estuvo en él dormida,
porque su vibrar constante es la energía enardecida,
con la que a través del tiempo por su acción se reconoce.
Su escudo tiene unos signos referentes al pasado,
mezclados con los símbolos del esplendor heredado.
Sus emblemas entusiasman en capítulos inmensos,
por tierra muy cultivada de agrarios esclarecidos,
que sus vidas dedicaron a mimarla agradecidos,
aportando la experiencia con sus trabajos intensos.
Es tan clara como la luz, la enseña que yo venero;
transparente como el sueño que yo acaricio y más quiero.
No existe algo tan brillante que abra más al pensamiento,
con resplandor meridiano despejando incertidumbres,
cómo saber estar allí compartiendo las costumbres,
de habitantes fabulosos por su gran merecimiento.
Es clara como amor filial que no entiende de dobleces,
como el cariño materno donde no hay reconditeces.
Es su lujosa hidalguía, rayo de generaciones.
Como luz de mediodía cuando ya no quedan nieblas,
tan refulgente como el sol que deshace a las tinieblas,
Es suave como las auras en las mañanas de mayo.
Conmueve, abruma, embelesa..., transmitiendo sin desmayo.
Su poder de atracción manda con sitios armonizados.
Su solemnidad fascina cual la inmensidad del mar.
Y es su impresionante encanto tan propicio para amar,
que hasta al fin de la existencia tendrá a todos hechizados.
Es radiante con destellos repletos de humanidades;
y tesoro con riquezas que valen infinidades.
Con lucidez cristalina que traspasa la mirada,
de sensaciones profundas que hinchan a los corazones,
de poderosas mujeres y de preclaros varones,
que completan la hermosura de población admirada.
La mayor clarividencia de un comerciante o un campero,
la representa un escudo con la Virgen y el festero.
Es un gigantesco blasón, desde la sierra hasta el llano,
donde aparece la ilusión que cualquiera necesita.
Por eso este pueblo grato, rejuvenece y palpita,
cuando su hijo vuelve humilde, satisfecho, fiel y ufano.
Todo es nobleza en mi pueblo desde «El Pinar» hasta «El Puerto».
Por eso en él yo quiero estar, tanto vivo como muerto.
Rebosa como el manantial que está en su mejor momento.
Trasciende serio e imponente como el fatal desenlace,
por ser la adorada patria de todo el que en ella nace;
y luce cual las estrellas brillantes del firmamento.
Quisiera expresar las cosas con inspiración de poeta,
para reír, llorar o pensar... acercándome a la meta.
Un torrente de ilusiones, de alegrías y tristezas,
me arrastra para el terreno que con fuerza se ha elevado,
donde culmina la ciudad que a tantos ha cautivado,
con sus memorables triunfos, gestas, glorias y grandezas.
Extraído de la Revista Villena de 1995
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