13 ago 2024

1995 DE VUELTA CON UN VIEJO PROBLEMA

De vuelta con un viejo problema. Por JOSÉ MARIA ARENAS FERRIZ
«Los chorros de la Losilla de la Losilla a los chorros; los chorros de la Losilla, "¡Válgame Dios cuanto chorro!"
Agua bebió mi morena de la fuente del Garrofero, y desde aquel mismo día el agua sabe a romero».
«Cancionero Popular Villenense», de D. José M.ª Soler. Coplas n.º 285 y 290.
Aunque a veces no lo parezca, los problemas que hoy padecemos pueden ser réplica o, más sencillamente, continuación, de aquellos que vivieron nuestros antepasados más recientes. La experiencia y trabajo de nuestros progenitores pueden ser, en consecuencia, valiosos instrumentos que nos proporcionarán criterios y recursos con los que hacer frente a problemáticas o situaciones que hoy seguimos padeciendo; por mucho que a nosotros se nos presente, nuestros problemas no son únicos, ni novedosos. Y la verdad es que no están las cosas como para desaprovechar cualquier experiencia que pueda resultar instructiva, máxime si nos referimos a un tema de tanta trascendencia y tan impreso en nuestro sentir de villeneros, como es el del aprovechamiento que se efectúa de los recursos hídricos del subsuelo del término municipal y, por extensión y necesaria conexión geográfica, de toda la comarca.
He tenido la oportunidad de conocer dos estudios de principios de siglo, redactados por profesionales de la ingeniería de minas, que son fruto de la existencia de un problema que, ya en aquellas fechas, suscitaba una amplia preocupación y rechazo popular: las menguas sucesivas y continuadas en las aguas de la ciudad, tradicional fuente de riqueza del municipio. Me refiero al «ESTUDIO DE HIDROLOGÍA SUBTERRANEA EN VILLENA», del año 1909 (1); también, al «ESTUDIO DE HIDROLOGIA SOBRE LAS RELACIONES DE LAS FUENTES DE VILLENA Y LOS NUEVOS APROVECHAMIENTOS DE AGUAS SUBTERRANEAS», del año 1913 (2), cuya edición fue autorizada por acuerdo del Ayuntamiento de Villena de 16 de agosto de 1914.
Ambos trabajos con escasa separación temporal, responden a una misma preocupación del Consistorio municipal de principios de siglo: la acusada merma que se venía observando en los caudales de las fuentes públicas de la ciudad, como consecuencia directa de las extracciones de aguas mediante pozos artesianos y minados que, en aquellos años, empezaban a proliferar por todo nuestro término. Un dato reflejado en ambos estudios puede ayudarnos a situarnos mejor, noventa años después, en el sentir de aquellas fechas: las aguas de la Fuente de los «Chorros», tenían, en 1904, un caudal medio de 304'74 litros por segundo; en 1913, el caudal era de 143 litros por segundo. En tan solo unos años, el volumen de agua se reduce a menos de la mitad, fácil es de suponer la alarma existente en la población.
El primero de estos informes que consideramos contiene un detallado inventario de las explotaciones de aguas en el término municipal de Villena; incluye tablas que precisan los caudales, dimensiones, propietarios, etc., de los pozos y fuentes públicas existentes, diferenciando claramente entre aquellos que se encuentran en el propio casco urbano de la ciudad de Villena y sus alrededores, de los que se sitúan en la Zona de «El Zaricejo», lugar donde se daba una mayor concentración de pozos excavados en los últimos años. El estudio refleja el diferente tratamiento que hay que dar a las dos zonas que nos ocupan, de suerte que: «Los nuevos pozos y galerías que se han abierto o pueden abrirse en dicha zona del Zaricejo, afectan a los alumbramientos en ella existentes, por efecto de que todos se alimentan de un mismo depósito de aguas; pero ningún daño pueden reportar a los manantiales de Villena y sus alrededores». Se efectúan una serie de recomendaciones de cara a preservar las aguas públicas de la ciudad, estableciendo la relación existente entre «los nuevos pozos artesianos o socavones que se abriesen en el valle del Vinalopó, aguas abajo de Villena» sobre «el agua de las fuentes públicas de Villena y la de los pozos artesianos de la población y sus inmediaciones; y continuaba estableciendo que «De suerte que está en lo posible que nuevos pozos artesianos o excavaciones que se abriesen. /.../ mermasen a dichos alumbramientos existentes. El estudio se hace eco también de una práctica ya detectada en aquellos años, y que tan graves perjuicios ha ocasionado. Se refiere a la dolosa utilización de las disposiciones de la legislación sobre minas, que concede al titular de una concesión o permiso minero, los derechos sobre las aguas que surgieren durante los trabajos propios de dicha explotación. Ante tales prescripciones, se daba el caso de proponerse y obtenerse autorizaciones para investigaciones mineras en el término, pero no con la finalidad de buscar nuevas formas de riqueza en la gestión de recursos minerales, sino como camino para obtener, indirectamente, las aguas que pudieran surgir del subsuelo; de modo, que éste era el objetivo realmente perseguido, olvidándose muy pronto los promotores de los trabajos mineros. Señalemos tan sólo, a modo de ejemplo, que merced a estas triquiñuelas, y por la mercantil «Atienza y Compañía», constituida en 1895 y titular de un permiso para la explotación de lignito, se iniciaron los pozos en la zona del Zaricejo, cuyas aguas fueron objeto de pronta comercialización (año de 1908), a favor de la recién constituida Sociedad Canal de la Huerta de Alicante, con destino a la ciudad de Alicante y otros municipios. Con la venta de estas aguas, comenzó el proceso de cesión y transporte de otras muchas del término hacia tierras situadas aguas abajo de Villena, en el Valle del Vinalopó y la zona de la capital de la provincia. Como bien señala la profesora Bru Ronda, de la Universidad de Alicante, refiriéndose a esta circunstancia: «Se establecía, a partir de ese momento, una increíble paradoja que se mantiene hasta hoy, en la que una cuenca globalmente deficitaria (el Alto Vinalopó), soporta los déficits de una cuenca vecina que inexorablemente no tiene recursos propios, pasando así de ser una cuenca con reiterados anhelos de importación a una cuenca exportadora» (3).
Un monolito recuerda el lugar de emplazamiento de la «Fuente del Chopo»
El segundo de estos estudios, de mayor extensión, es fruto de los trabajos de investigación del Ingeniero D. Luis García Ros. Este informe, en tanto en cuanto se basa en los antecedentes aportados en el anterior ya reseñado, contiene un menor número de datos estadísticos, ofreciendo, sin embargo, un mayor detalle en el análisis de los existentes y las consecuencias que de ellos se derivan. Contiene muy interesantes anotaciones acerca de la influencia de la pluviometría en los caudales de las aguas, las características de los terrenos sobre los que se asientan los pozos, grado hidrométrico de las aguas y nivelación existente, así como un estudio orográfico, geológico y estratigráfico de la cuenca. En base a todo ello, establece el autor sus conclusiones acerca del origen de las aguas subterráneas de la zona, sobre las corrientes existentes en el subsuelo y la posible influencia o no, de unos alumbramientos sobre otros. Refiriéndose de modo exclusivo a los aprovechamientos existentes en Villena y sus alrededores, establece distintas áreas de influencia, indicando que: «Los (aprovechamientos) que se practiquen alrededor de dicha sierra (de San Cristóbal) en la zona de gredas donde pueden hincarse pozos abisinios, merman el agua de las Fuentes, y, a la larga, podrán alterar la naturaleza poco permeable del terreno en esta zona, causando mayores perjuicios»; también que «los aprovechamientos que se establezcan en las calizas de la sierra de San Cristóbal, /.../ mermarán las Fuentes», y que «La sequía de la Losilla, en relación al año 1880, se explica por la acción de los pozos abisinios», y, por último, que «Los alumbramientos de pie o con elevación que se ejecuten en los valles muy aguas arribas de Villena, dentro o fuera del término de esta población, pero dentro de la cuenca del Vinalopó, deben considerarse peligrosos para las Fuentes».
Pozo situado en las proximidades del casco urbano muy cerca de donde se situó la fuente de «La Losilla».
Estos estudios, con las limitaciones técnicas propias del momento, no hacían sino poner de relieve un aspecto que luego ha sido confirmado y ampliado: el origen común de muchas de las explotaciones de aguas procedentes del subsuelo, de modo que el mayor caudal de unos puede provocar la disminución de otras situadas en un mismo manto. Con posterioridad, la técnica nos ha puesto de manifiesto que los abastecimientos de aguas del subsuelo, proceden de unas formaciones denominadas acuíferos subterráneos, que actúan a modo de embalses o depósitos de las aguas que, por filtración u otras causas, los alimentan; acuíferos que pueden alcanzar grandes extensiones en el terreno. Cada acuífero se comporta como una unidad, actuando con independencia del resto de los existentes, pudiendo fijarse con precisión su régimen de funcionamiento, es decir, sus entradas y sus salidas. Así, todos los aprovechamientos o explotaciones situados dentro de un mismo sistema acuífero, tienen una necesaria correlación, de modo que, la apertura de nuevas explotaciones o el aumento de las existentes, origina repercusiones sobre el resto, ya que todos proceden de un caudal común.
Ambos trabajos realizaban, por tanto, una seria advertencia sobre las consecuencias de una práctica aún incipiente en aquellos años: la apertura de pozos artesianos y minados; señalando aquellos lugares en los que no deberían practicarse nuevas extracciones, so pena de graves perjuicios al resto de alumbramientos existentes. Pese a los temores expresados, y como la historia reciente ha demostrado, no consiguieron adoptarse las medidas adecuadas que garantizasen la pervivencia de la riqueza natural, en aquellas fechas simbolizada y representada en las Fuentes Públicas y manantiales de nuestro término: la excavación de pozos artesianos continuó sin cesar, alimentada, sobre todo, por la necesidad insaciable de los municipios situados aguas abajo de la cuenca, punto de destino de la mayor parte de las aguas. La riqueza que afloraba del subsuelo, la secular necesidad de aguas de toda la cuenca del Vinalopó (remontémonos al año 1314, cuando el Infante D. Manuel concede a la ciudad de Elche las aguas de la Fuente del Chopo), y el progreso de la ciencia y la técnica, permitieron que en pocos años proliferaran por todo el término municipal, muy especialmente en la zona del Zaricejo, los pozos cuyas aguas tendrían los más diversos destinos. Las consecuencias sobre los aprovechamientos existentes adquirieron muy pronto tintes de carácter dramático. El desplome de las aguas de todos los manantiales y fuentes públicas del término fue casi inmediato: la Fuente del Chopo, la Fuente de los «chorros», la Losilla, etc. desaparecieron, siguiendo el camino de otras anteriores que, como la del «Bordoño», se secaron en las postrimerías del siglo XIX. Todas ellas constituyen hoy tan sólo un recuerdo en la mente de aquellos que tuvieron la oportunidad de contemplarlas, o una nostalgia inalcanzable en el pensamiento de muchos de nosotros.
Pero no se trata tan sólo de la desaparición o caída en picado de unas fuentes o manantiales. Nos referimos, sobre todo, a las graves consecuencias que, hoy día, sigue teniendo el régimen de explotación de los recursos subterráneos del término municipal; el caudal extraído hoy es, con creces, muy superior al de aquellas fechas, aunque continúa alimentándose de los mismos veneros. Se trata, como decíamos al principio, de que sepamos aprender de la experiencia de nuestros mayores; recoger los frutos de sus frustradas labores en defensa de los recursos existentes, y aprendamos a seguir el camino que garantice la disponibilidad de un recurso, todavía abundante, en nuestro propio beneficio y en el de las generaciones venideras.
Sondeos en la zona de «El Zaricejo», donde comenzó de modo más intenso la explotación de las aguas subterráneas.
Hoy día, los estudios e informes elaborados por los expertos en la materia, reconocen la existencia, en el término municipal de Villena de, fundamentalmente, cuatro formaciones o acuíferos subterráneos, de los que se surten y abastecen los numerosísimos pozos que, desde principios de siglo, se han ido abriendo en toda su delimitación. Se trataría de los siguientes: YECLA-VILLENA-BENEJAMA; JUMILLA-VILLENA; PEÑA-RUBIA; CARCHE-SALINAS, también conocido como SERRAL-SALINAS. La propia denominación o toponimia de cada sistema, nos puede ya dar idea de su extensión, localización y de los municipios con los que se comparte la riqueza subterránea. Desde todos ellos se producen importantes y caudalosas salidas de aguas dirigidas al medio y bajo Vinalopó y a la capital de la provincia y comarca; en todos, esos bombeos alcanzan elevadas proporciones con respecto al total extraído. Existen muchos estudios e informes oficiales sobre los sistemas acuíferos y su situación; uno de los más recientes ha sido editado por el Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente, bajo la denominación de «LIBRO BLANCO DE LAS AGUAS SUBTERRANEAS» (4). De acuerdo con los datos contenidos en dicho estudio, podría elaborarse el siguiente cuadro, definitor de las características más importantes de los acuíferos del término:
Para cada sistema se expresa su régimen de entradas y salidas de agua, el déficit o desequilibrio que padecen todos ellos, el nivel de reservas, y un coeficiente K que refleja la relación existente entre el déficit anual y las reservas acumuladas en el acuífero. Como puede apreciarse en el cuadro, el informe que consideramos señala que los cuatro sistemas acuíferos se encuentran en situación de sobreexplotación, esto es, que los aportes que el sistema recibe (debidos, funda-mentalmente, a las filtraciones procedentes del agua de lluvia), son muy inferiores a las extracciones que padece, debidas, fundamentalmente, a bombeos de aguas. Y así, por ejemplo, al sistema Jumilla-Villena, se le extraen anualmente 31 hectómetros cúbicos (5) más de los que recibe; 7 hectómetros para el caso del Yecla-Villena-Benejama; otros 7 para el Peñarrubia y 11'89 para el Carche-Salinas. Estos datos, pueden experimentar variaciones según sea la fuente que consideremos; pero, sea cual sea el estudio o las matizaciones que el mismo pueda establecer con respecto a otros, lo cierto es que todos ellos, sin excepción, reconocen la crítica situación en que se encuentran los sistemas acuíferos.
Esta situación de sobreexplotación genera, fundamentalmente, dos problemas. En primer lugar provoca continuas y sucesivas caídas en el nivel de las aguas, que cada vez se encuentran a una mayor profundidad, lo que, además de un encarecimiento constante de los costes de explotación, amenaza la propia existencia del recurso, por cuanto las reservas del subsuelo no pueden garantizar indefinidamente el actual régimen de explotación. Por otra parte, se originan problemas de salinidad y de pérdida continuada de calidad de las aguas, que las hace inservibles para cualquier uso.
De estos cuatro sistemas, sólo uno de ellos, el denominado «Jumilla-Villena», tiene reconocida legalmente esta situación. Quizás por ser éste el sistema que más temprana inició su explotación, es también el que antes ha dado señales de fatiga, apuntando gravísimos problemas de pérdida de caudales, salinización y deterioro de las aguas existentes, lo que ha motivado una «DECLARACION DE ACUIFERO SOBREEXPLOTADO», determinada por las autoridades competentes; declaración que, hasta la fecha, y en honor a la verdad, no se ha traducido en medidas claras y eficaces de protección del acuífero. Pero con independencia del reconocimiento legal, lo cierto es que TODOS los recursos subterráneos de la comarca se encuentran amenazados en su existencia. Como hemos señalado el informe establece, para cada sistema, el grado de utilización de las reservas que se presumen existentes, que se efectúa año tras año: y así, para el sistema «Jumilla-Villena», indica que cada año de explotación, se consume el 1'6% de las reservas; para el «Yecla-Villena-Benejama», el porcentaje es del 0'4%; para el «Carche-Salinas», el 0'1%; y para el «Peñarrubia», el 3'5%. Una simple operación matemática nos basta para establecer, a título de ejemplo, que con arreglo a esos datos, las reservas del «Jumilla-Villena» pueden tener una duración de 62 años, que sería así el plazo de vida que le queda a ese acuífero; esto, suponiendo que hasta el límite de las reservas, las aguas tuvieran una calidad aceptable, o fuese posible su explotación en términos de rentabilidad económica o técnica.
No se trata así, tan sólo, de que estemos utilizando el agua por encima de nuestras posibilidades, puesto que consumimos mucha más de lo que los procedimientos de alimentación del acuífero son capaces de generar, es que estamos agotando reservas acumuladas a lo largo de cientos, miles o cientos de miles de años, comprometiendo nuestro futuro, y el de las generaciones que nos siguen. Y me pregunto qué título o facultad nos autoriza a actuar de esta manera. También podemos preguntarnos quiénes son, en realidad, los grandes beneficiarios de esta abusiva explotación de un bien común; sobre todo si tenemos en cuenta que las explotaciones más importantes, están bajo la titularidad de entidades mercantiles, que hacen de ello su negocio. ¿Qué caudal de aguas, surge diariamente de los pozos que taladran el subsuelo, trasladándose a otras poblaciones, a la costa alicantina? Probablemente, dado el régimen de explotación existente, el elevado número de sondeos, la diversificación de titulares y la consideración legal de estas aguas como privadas hasta hace muy pocos años, nadie lo sepa con total precisión; desde luego, referidos sólo a Villena, debe superarse el millar de litros por segundo; y si tomamos en consideración la totalidad de explotaciones establecidas en el área de influencia de los acuíferos, asentadas en los municipios vecinos (Cañada, Biar, Caudete, Campo de Mirra, Benejama, Yecla...), nos encontraríamos, seguro, con cifras exorbitantes. Estamos, con seguridad, ante uno de los problemas más graves, si no el que más, de nuestra ciudad y provincia.
Hoy día, y aunque el grado de explotación de los sistemas subterráneos es muy superior al de entonces, la situación es diferente de la de principios de siglo. En los tiempos actuales gozamos de unos mayores medios técnicos y humanos con los que poder hacer frente a situaciones difíciles; contamos también con una legislación de aguas que reconoce el carácter público de todas ellas y, por tanto, su subordinación, con independencia de su uso actual y finalidad, al interés general; una legislación que apuesta, claramente, por una utilización racional de las aguas, conforme a una planificación ordenada de su uso; gozamos de unas instituciones públicas bien estructuradas, con amplias competencias para desarrollar los principios de solidaridad y de racionalidad que se recogen en nuestra Carta Magna de 1978. En fin, contamos hoy, creo yo, con los aparatos adecuados para que la crítica situación que atraviesan las aguas subterráneas en nuestro término municipal, pueda ser solventada, estableciendo los mecanismos que garanticen su continuidad. Tan sólo falta que los organismos competentes apliquen aquellas medidas de que disponen y que están a su alcance para la solución de este problema. Hasta el momento, los avances que se han dado han sido más bien tímidos, y no han pasado, en la mayor parte de las ocasiones, de declaraciones de buena voluntad, pero sin tener el grado de eficacia que el aprovechamiento del recurso exige con carácter de auténtica urgencia. Pero no es así, aún hoy día, con el grado de conocimiento que se tiene, en numerosos foros se sigue proponiendo como única salida a la crónica insuficiencia de agua en la provincia de Alicante, el incremento de las extracciones de los acuíferos subterráneos situados en el Alto Vinalopó; tal parece que otras aguas, procedentes de cuencas próximas o vecinas, que podrían aplicarse para estos fines, fuesen sagradas o intocables, o responden, seguramente, a intereses mejor defendidos, o que cuentan con mejores valedores.
A diferencia de nuestros paisanos de principios de siglo, no vemos, con nuestros propios ojos, disminuir, día a día, el chorro que brota de la fuente; las aguas están muchos metros bajo tierra y eso quizás nos reste sensibilidad y conciencia de su precaria situación; pero aunque no las veamos, el problema está ahí, mucho más grave que entonces, y así continúa, y continuará, de no adoptarse medidas que frenen el expolio. Y desde luego, nosotros podemos ser los más indicados para seguir poniendo la alerta sobre esta situación. Empecemos por exigir un conocimiento cabal del actual régimen de extracciones de cada pozo, de cada sondeo, para poder establecer, de verdad, rigurosas medidas de control de las aguas, asegurando que no se bombean más de las permitidas y de que su destino es el autorizado; desde ahí, y simultáneamente, debemos plantear todas aquellas propuestas que, con firmeza y constancia, nos lleven a disminuir en lo necesario, la actual sobreexplotación; medidas que pasan, necesariamente, por la traída de aguas foráneas. Considero que el secreto, el mutismo, el compadreo, la ignorancia, la ocultación maliciosa de datos, son algunos de los mayores obstáculos con que nos podemos encontrar en nuestro ánimo por resolver esta situación, y contra ello hay que luchar con ahínco. Esperemos que en los próximos años seamos capaces, todos, de traducir nuestra preocupación e interés en una propuesta activa, que motive la adopción de las medidas necesarias, corriendo más suerte que nuestros antepasados de principios de siglo, que no pudieron evitar el desplome sucesivo de una fuente de riqueza entonces existente y que todavía hoy perdura.
(1) «ESTUDIO DE HIDROLOGIA SUBTERRANEA EN VILLENA (PROVINCIA DE ALICANTE)». D. Luis Mariano Vidal y D.R. Sánchez Lozano. Del Boletín de la Comisión del Mapa Geológico. TOMO XXX, CUADERNO 1.». Establecimiento Tipográfico Juan J. Amorós. Villena 1912.
(2) «ESTUDIO DE HIDROLOGÍA SOBRE LAS RELACIONES DE LAS FUENTES DE VILLENA Y LOS NUEVOS APROVECHAMIENTOS DE AGUAS SUBTERRANEAS». D. Luis García Ros. Diego Muñoz, Impresor. Villena 1914.
(3) «LOS RECURSOS DEL AGUA. APROVECHAMIENTO Y ECONOMIA EN LA PROVINCIA DE ALICANTE». Concepción Bru Ronda. Edita Caja de Ahorros del Mediterráneo, Fundación Cultural. Alicante 1993.
(4) LIBRO BLANCO DE LAS AGUAS SUBTERRÁNEAS. Ministerio de Industria y Energía ¬Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente. Madrid 1994.
(5) Un hectómetro cúbico equivale a un millón de metros cúbicos; cada metro cúbico supone mil litros.
Extraído de la Revista Villena de 1995

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