Chapí. Por ALFREDO ROJAS
Los últimos cuatro días del mes de abril de este año de 1995, han sido testigos, o apropiado continente, de unos actos en los que se ha enaltecido a Chapí como su obra y su preeminente personalidad merecen. Tras la conmoción que trajo consigo su inesperado y prematuro fallecimiento en el mundo artístico y afectivo que a principios de siglo rodeaba al compositor, no ha habido hasta hoy manifestación en su honor más elevada que la actual a la que nos referimos, no obstante los alardes que constituyeron en nuestra ciudad el centenario de su nacimiento y el cincuentenario de su muerte; o los homenajes que se le han tributado en muchas poblaciones de nuestro país con diversos motivos.
Durante los días citados al principio se ha celebrado un simposio nacional bajo el título de «Chapí y la música de su tiempo», al cual se han añadido representaciones y conciertos de obras de nuestro compositor. Patrocinadores de este importante acontecimiento han sido el Ministerio de Cultura y la Sociedad de Autores a nivel nacional; y los organismos de la Comunidad Autónoma compuestos por la Generalidad, la Diputación Provincial y los Ayuntamientos de Alicante y Villena. En estas poblaciones se representaron «La Revoltosa» y «Amor en Solfa»; y asimismo en ambas ciudades se llevó a cabo un inolvidable concierto de la zarzuela «La Tempestad», servido por unas voces, orquesta y coros realmente excepcionales. En Villena hubo, además, sendos conciertos de obras de Chapí por las bandas de Altea y Benidorm; y la Banda Municipal de Villena ofreció un tercero con el complemento vocal de la coral de nuestra ciudad «Ambrosio Cotes».
El simposio merece mención especial y pormenorizada. No se había analizado nunca la figura y la música de Chapí con mayor hondura y rigor que los empleados en las cinco sesiones celebradas en él. Fue dirigido por Luis G. Iberni, y una sucinta relación de las personalidades que intervinieron en su desarrollo, da idea de la importancia de estas jornadas. Mencionemos, por orden cronológico en función de sus intervenciones, al ya citado Luis G. Iberni, Celsa Alonso, Amando Blanquer, Emilio Casares, Ramón Barce, Adrián Espí, María Encina, José Aviñoa, Ramón Sobrino, Vicente Galbis y Carmelo Bernaola. Enrique Franco era también uno de los ponentes pero no le fue posible asistir. Sesiones y actos contaron con la presencia de María Ángeles Tejedor, bisnieta de Chapí, a quien puede considerarse como la más caracterizada representante de sus descendientes.
La brillantez de las intervenciones de los ponentes que acabo de citar no fue correspondida con la presencia de espectadores que cabía esperar. Las dos jornadas desarrolladas en Villena, en el marco del salón de actos de la Casa de la Cultura, contaron con muy escaso número de asistentes. Las de Alicante, celebradas en el salón de plenos de la Diputación Provincial, tuvieron una acogida glacial: la asistencia fue prácticamente nula. Salvo los ponentes, hubo sesión de tres espectadores, y considero que el respeto a la verdad debe sobreponerse a cualquier consideración que aconseja eludir la pública constatación de esta circunstancia. Ello, no obstante, en modo alguno disminuye el valor de los trabajos que se leyeron y sobre los cuales se debatió en las sesiones del simposio. Muy al contrario, constituyen un valiosísimo corpus indispensable para el perfecto conocimiento de la obra y la personalidad de Chapí y de su relación con la época en la que llevó a cabo sus creaciones artísticas.
Esperemos que la Diputación Provincial alicantina acometa en breve la tarea de editar las ponencias presentadas, pues no hay duda de que han de constituir un documento excepcional sobre la figura del músico villenense.
Si bien los nombres de los participantes evidencian ya este resultado para todos aquellos que están relacionados en mayor o menor medida con el mundo de la música, es conveniente resaltar la sorpresa que causó el grupo de Oviedo a quienes asistimos a las jornadas del simposio. La hondura de sus conocimientos y la amplia formación musicológica que pusieron de manifiesto es extraordinaria, y trasluce el rigor con el que se trabaja en este aspecto en la Universidad del Principado.
Las tareas y actuaciones desarrolladas en esta ocasión en torno a la figura del músico villenense, merecen el agradecimiento de todos los que sabemos que todavía no se había hecho justicia a la obra de Ruperto Chapí. Francisco Nieva, hace más de diez años, confesaba su estupefacción al adentrarse en el análisis de una de sus más complejas obras. «El Falla de "La Vida Breve", el de "Las Noches", está ahí; Turina también, y tantos otros», decía el famoso dramaturgo, hoy miembro de la Real Academia Española. Algunas otras voces autorizadas han expresado, a lo largo de este siglo, su admiración por la descollante categoría musical de nuestro compositor, opiniones ahogadas por el nutrido coro que apenas ha visto en él poco más que los apasionados desgarros de la Mari Pepa o las almibaradas barcarolas de «Un Tempestad». Ha tenido que llegar un musicólogo de sólida formación, un profundo conocedor de la música, para descubrir y pregonar la valía de Chapí, para hacer patentes sus conocimientos, tantas veces encubiertos por el colorista género chico, aunque a poco que se observaran estas producciones, siempre salía a la luz la chispa del genio y la huella evidente de sus amplios saberes musicales.
Me he referido antes al agradecimiento que merecen las instituciones, organismos y personas que han dado este importante paso para el conocimiento de lo que significa Chapí en la música española. No obstante, entro ahora en el terreno de la opinión personal para expresar mi convicción de que tal vez nada de lo que se ha hecho hubiera podido realizarse sin la aportación personal de Luis G. Iberni, profesor de la Universidad de Oviedo. Durante varios años se ha dedicado Iberni a estudiar la obra de Chapí, a investigar su discurrir vital, a escudriñar en todo lo referente a la repercusión de su música en críticos y oyentes, a la tarea de analizar profusamente las creaciones del músico. Fruto de esa dilatada labor ha sido una tesis doctoral de gran valor, reflejada y lamentablemente resumida en su libro «Ruperto Chapí», un denso volumen de más de quinientas páginas que constituyen un profundo y documentado análisis de la producción musical de nuestro paisano y una detenida exposición de los avatares que experimentó a lo largo de su existencia.
Todo lo editado hasta ahora referido al músico villenense, con ser valioso y clarificador, es una débil aportación si se compara con esta obra de Iberni. Y al aparecer esta publicación, el notable investigador ha dado también a la luz otro libro que reproduce las memorias de juventud de Chapí, desconocidas hasta ahora, y que la familia ha cedido amablemente para ser editadas junto a otros escritos y artículos de prensa salidos de la pluma del compositor. Una inestimable obrita que nos lleva a conocer los sueños e ilusiones de su niñez y de su adolescencia, sus íntimas impresiones, sus desventuras iniciales; todo ello narrado en primera persona con la sinceridad que lleva aparejado el hecho de trasladar sus sentimientos al papel para ser leídos solamente por contadas personas de su más radical intimidad.
Estas dos obras de Iberni son de total importancia para conocer quién fue Chapí como hombre y como músico. Todo el que se interese por él, encontrará en sus páginas mucho más de lo que razonablemente pudiera esperar. Y ello me lleva a decir a los villenenses, a aquellos que nos ufanamos del paisanaje con el mejor músico español del siglo pasado, que hemos contraído una gran deuda con el autor de este monumental trabajo. Emplazo a nuestro Ayuntamiento, si quienes lo componen llegan a leer estas líneas, a que considere cuánto ha hecho el autor de estos dos libros con respecto a Chapí. Y llamo la atención a todos los hijos de la ciudad para que se percaten de que cada uno de nosotros debe sentir una especial gratitud hacia el que tanto ha trabajado para poner de manifiesto la gloria y el reconocimiento general que de todo punto y por tantos motivos corresponden a la figura de nuestro pai-sano.
Extraído de la Revista Villena de 1995
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