4 jul 2024

1995 VILLENA, CIUDAD ESTATUTO (III)

Villena, ciudad Estatuto (III) Por FAUSTINO ALONSO GOTOR
SANTUARIO: SEMILLERO DE MORISCOS
Es concebible que con motivo de la plaza hispano-turca de 1581, surgiese, durante aquella década, tal tolerancia hacia los moriscos, que incluso se intentó establecer en el propio Santuario de Villena un centro de formación cristiana para ellos; pero la mentalidad de la vieja cristiandad, motivó que los Regidores villenenses rechazasen tal intento, y simultáneamente apuntalasen, con mayor firmeza, su antiguo «Privilegio o Estatuto de limpieza».
Convento
La Orden religiosa de San Agustín, estaba organizada por provincias; de ellas nos vamos a referir a dos: la de Andalucía, cuyo P. Prior residía en Cartagena; y la de Aragón, denominada también de Valencia, que estaba en Alcoy. Los Agustinos de ambas provincias ocuparon el Convento de las Virtudes durante varias épocas, que fueron las siguientes:
1.ª llegada de los Agustinos «andaluces»: 20-XII-1526.
1.ª despedida de los Agustinos «andaluces»: 27-111-1542.
Llegada de los Agustinos «aragoneses»: 5-11-1592.
Despedida de los Agustinos «aragoneses»: 27-VIII-1593.
2.ª Llegada de los Agustinos «andaluces»: 27-VIII-1593.
2.ª Despedida de los Agustinos «andaluces»: 22-VIII-1835.
Como se puede observar durante más de tres siglos los Agustinos ocuparon el Convento de las Virtudes, excepto durante 50 años del siglo XVI en que no lo ocupó ninguna Orden religiosa. Fue en este tiempo, en el año 1587, cuando vino a Villena un sacerdote oriolano llamado P. Mancebón, con el fin de instalarse en el Convento de Ntra. Sra. de las Virtudes. Sin duda alguna la primera impresión que los Regidores tuvieron de él fue manifiestamente positiva, pues ocupada «la cátedra del Santuario villenense» en la primera semana del mes de abril (2), quizá en Semana Santa, el Concejo manifestó y acordó que el «M.º Mancebón con su doctrina y erudición y el respeto y el trabajo que tiene en la dicha Casa, para que se haga un vestido conforme a la calidad de su persona a cuenta de la hacienda y limosnas de la dicha Casa, pues no gana salario alguno, y se les manda a los Mayordomos de la dicha Casa que hoy se lo hagan».
Mas pasado un año, en febrero de 1588, tal primera impresión fue cambiando quizá al enterarse de que la verdadera misión de dicho clérigo no era la de ser «el cura de la Virgen», sino la de evangelizar a los numerosos moriscos comarcanos a Villena —citados en el capítulo anterior—, contado con el apoyo de las autoridades eclesiásticas tales como el arzobispo Juan Ribera, quien en 1568 inició un plan financiero para aumentar los estipendios de los sacerdotes y ponerles a trabajar entre los moriscos que más congeniaban con el clero (3). Ante esta perspectiva, los Regidores concibieron el deshacerse del P. Mancebón lo antes posible: en el citado mes de febrero, hicieron gestiones para ubicar en el Santuario a un clérigo de Villena.
No fue fácil, en primer lugar se lo propusieron a D. Andrés Zaplana quien no pudo aceptar porque le habían concedido una Capellanía en la Iglesia de Santa María. Después se lo ofrecieron a D. Antón Ortín, quien puso ciertos reparos porque ya estuvo algún tiempo y lo quitaron, y además estaba acomodado en su casa e incluso tenía su ocupación leyendo Gramática en la iglesia de Santiago; no obstante dio el nombre del clérigo Villano Valona (4). El Ayuntamiento insistió, con manifiesto interés, en que el P. Mancebón no continuase en el Santuario, ni él, ni su obstinada idea para crear dicho Semillero para moriscos. Era preciso que se fuera enseguida, y para lograrlo, una vez salvado el obstáculo, ¡al fin!, de conseguir un Capellán, se reunió el Concejo el 10 de septiembre de 1588, y decretaron que le daban dos días de tiempo para que recogiese sus ropas y demás cosas suyas y se marchase; añadiéndole que: «si algún nombramiento tuviese hecho que sea en sí, ninguno y de ningún valor, y mandaron a mí el Escribano se lo notifique» (5).
No obstante, el P. Mancebón haciendo caso omiso de tal orden, oficial y concreta, aún siguió con su intento informándose y gestionando por todos los medios a su alcance (6) para conseguir el propósito que le trajo al Santuario de nuestra Patrona: establecer el citado Semillero.
Ante persona tan perseverante, los Regidores villenenses incrementaron sus medidas protectoras contra la idea del P. Mancebón, y pensaron en traer una Orden religiosa. El 28 de septiembre enviaron a dos Regidores a Alcoy y Gandía con el fin de habilitar el Convento del Santuario para una Orden de Monjas Descalzas lo antes posible; y por otra parte enviaron a la Villa de Madrid al Escribano D. Francisco Martínez de Olivencia para gestionar y anular la pretensión del P. Mancebón, dándole «el poder suficiente para alegar lo que conviniese en cualquier lugar, iglesia y personas, llevándose consigo los Privilegios de Villena que interesaban y concretamente el que trata sobre el Capítulo de los Conversos» (7). Pasados unos meses se reunió el Concejo el día 18 de mayo de 1589, en el cual se leyó lo siguiente: «Háse tenido noticia que el Provincial de los frailes Franciscanos del Paño, viene a esta ciudad a ver la disposición de la Casa de Ntra. Sra. de las Virtudes para hacer el Monasterio de las Monjas Descalzas como está acordado en otros Ayuntamientos, y que vendrá hoy a mediodía. Acordóse que se le dé posada en casa de Pedro Martínez de Olivencia...». Aquel mismo día, se reunió en Las Virtudes el Provincial Francisco con el Alcalde y dos Regidores. Al parecer no le satisfizo plenamente, al dicho Provincial el estado, la situación, u otros aspectos del Convento para unas religiosas, y quizá con el fin de buscar recomendación, cinco días después de tal visita decidió el Concejo escribir al Duque de Gandía y relatarle lo que se trató con el Provincial Franciscano (8).
Las Monjas Descalzas no llegaron a establecerse en Villena; mas las autoridades, aún habiendo pasado dos años volvieron a insistir en traer una Orden aunque fuera, otra vez, de Agustinos; pero no los de la Provincia de Andalucía que tan infausto recuerdo dejaron. Por tal motivo se pusieron en contacto con los Agustinos de la Provincia de Aragón, quienes, al parecer, se habían ofrecido previamente.
Ante las presiones recibidas con la intención de cristianizarlos, los moriscos más radicales, localizados fundamentalmente en las ásperas sierras y en los valles. «Muela de Cortes»
Así, estando reunido el Concejo el día 23 de diciembre de 1591, «entró en la Sala del Ayuntamiento el P. Provincial de los Agustinos de la Provincia de Aragón-Valencia y pidió la Casa de Ntra. Sra. de las Virtudes para Convento de su Orden», y tras exponer varias razones, se le despidió diciéndole que tal asunto se estudiaría y se le respondería. Es evidente que entre los Regidores había alguna discrepancia, y acto seguido deliberaron ampliamente sobre la conveniencia de tal propuesta, y de qué forma se habría de aceptarla. En la votación entre once Regidores y el Alcalde: ocho se pronunciaron por el sí, y tres por el no.
Los argumentos dados por el voto favorable se fundaron: en normalizar el gasto de las limosnas, en el mayor cuidado de la Casa, y la asiduidad en el Culto; todo supeditado al derecho de Villena sobre el Patronazgo de la Casa. Mientras que los del voto negativo, entre otros argumentos, aducían y recordaban: que los Agustinos que fueron trasladados hacía 50 años, «nos robaron la Casa» y para recobrarla costó 500 ducados, y gracias al ilustre villenense D. Pedro Medina, que a la sazón era Tesorero de la Diócesis de Cartagena, que fue quien logró el que aquellos Agustinos renunciasen al derecho que decían tener sobre ella. Asimismo recordaban los nefastos hechos acecidos en aquel entonces. La sesión fue dilatada, y por parte de la oposición se manifestaron enérgicos e impetuosos conceptos y palabras, pero nada pudo conseguir a pesar de su fuerte tenacidad; el Alcalde, finalmente, contestó que el acuerdo «ya está hecho y le remitía a él» (9)
Leídos los capítulos acordados, fundamentalmente, contenían: el respeto a la Ciudad como Patrón del Santuario, por medio de «Escritura firme y segura para que la Casa, con su plata, oro, ornamentos, ropa, ganados mayores y menores, tierras, dinero y otros bienes semovientes, en fin toda su hacienda y el Patronazgo de Villena sobre ella; quedando garantizada para todo tiempo, obligándose a ello, los frailes Agustinos de la Villa de Alcoy con sus rentas y propiedades, que quedan especificados en dicha Escritura» (10).
Los Agustinos «Aragoneses», duraron en el Convento tan sólo año y medio, pues vinieron los «Andaluces» y violentamente los echaron. Por otra parte, los villenenses volvieron a rememorar los apenados sucesos acaecidos en 1541-42.
Finalmente, las autoridades villenenses, consiguieron sus dos propósitos: impedir el citado Semillero, y reafirmar su condición de Ciudad Estatuto.
Ante las presiones recibidas con la intención de cristianizarlos, los moriscos más radicales, localizados fundamentalmente en las ásperas sierras y en los valles. «Muela de Cortes»
Convento de los Agustinos y Santuario de la Virgen.
VILLENA Y LA GENERAL EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS
En el primer capítulo tratamos de la expulsión local, de los moriscos y judíos villenenses, tras los trágicos sucesos de aquel inolvidable año 1476, que marcó una específica etapa en la Historia de Villena.
Seguidamente trataremos de la expulsión de los moriscos en general, concretamente de los levantinos, realizada por Felipe III en 1609-1614, y la coparticipación que tuvo Villena en este «hecho morisco», el cual podemos calificarlo como el más transcendental de la Historia Moderna y Contemporánea de España, y de Levante, sin desestimar la notable importancia del «hecho G. Independencia-Ilustración».
En el segundo capítulo algo escribimos sobre esta parcela de nuestra historia, mas a fuer de ser reiterativos vamos a darle una mayor amplitud a nuestra intervención en él:
Antes de comenzar la década de los años 1590, vuelve a recrudecerse el antagonismo de ambas razas-culturas. Antonio Pérez, huido desde Zaragoza a Francia se une a los protestantes del sur y provoca re vueltas ayudando a los moriscos contra los Cristianos Viejos de la montaña aragonesa; son numerosas las acciones similares a ésta, pero baste comentar también que «durante 1588-1591 se habló en Constantinopla de equipar 300 galeras en socorro de los moriscos de España, de los que se decía que estaban sublevados» (11).
La inquietud que se reavivó en Levante alcanzó también a Villena, cuyo Concejo se reunió el 18 de junio de 1589, siendo el Regidor Alonso Pardiñas quien comunicó que «el Turco viene hacia nuestras costas con gran Armada, y por ello requiere al Ayuntamiento que dé órdenes para reparar los muros que rodean y guardan a Villena».
Posteriormente, tras cuarenta años de infructuosos intentos para catequizar a los moriscos valencianos, en 1608, fueron estos quienes instigaron una invasión procedente de Marruecos. Se trata de una amenaza seria: según F. Braudel, «el temor entró en el corazón de España». Villena proseguía en aquella inquietud, y recelosa volvió a reunirse el Concejo el 25 de abril de 1608 acordando que «que para la conservación del Real Privilegio se notifique a todos los Cristianos Nuevos que están de presente en esta ciudad, dentro de diez días salgan de Villena y se vayan con sus familias a otras partes; en caso de que no lo hiciesen, se proveerá justicia por los señores Alcaldes» (12). Al no residir moriscos, pero si tres familias judeo-cristianas, tal perentoria Orden «notificose a Juan Almate, Jerónimo Hadida, y Francisco Corbo» (13).
Definitivamente, en Vi llena no sólo se consumaba la distensión de las relaciones sostenidas con los moriscos comarcanos y con los judíos durante la década de los años 80, sino que reafirmándose en su Privilegio de Limpieza se adelantaba un año, a la Orden de «expulsión general» firmada el 9 de abril de 1609 por el Duque de Lerma.
El Virrey, Marqués de Caracena editó dicha Orden, el día 22 de septiembre del mismo año. A los dos días, el Alcalde Cebrián Navarro, con ocho Regidores se reunía en Concejo para informar y acordar que «... todo el Reino de Valencia está muy alterado y se va pertrechando de armas y de cercas, llevando a las mujeres y niños a lugares seguros; y el motivo es, según dicen, porque Su Majestad ha mandado embarcar a todos los moriscos... y por medio de una Carta que ha escrito el Señor de Busot se hecha de ver que en Alicante está una escuadra de galeras y otra de galeones; y cada día llegan nuevas, que desembarcan soldados; y con esto están todos los lugares de moriscos como son Elda, Petrel, Monóvar, Novelda, Crevillente, Aspe y Elche, y otros lugares; y si estos huyesen de la gente de guerra que está en la costa, es caso sin duda, han de venir para esta ciudad, la cual está abierta, sin armas...» se acuerda:
• Primero, que se reparen los muros y cercas, cerrando los que estuviesen abiertos, dejando solamente las Puertas que se abrirán y cerrarán a su hora con mucho cuidado; lo cual harán los vecinos de esta ciudad por hacenderas (14), tomando cal donde la hallasen, y se traiga piedra para ello. La cal que se tomáre se pagará de los Propios de esta Ciudad; y la piedra y agua sea por hacenderas, como está dicho, y todo que se haga con brevedad.
• Segundo, que se envíen por doscientos arcabuces de munición, con algunos mosquetes y se repartan a los vecinos para que cada uno pague lo que costáre. Y asimismo se traiga de Murcia seis arrobas de pólvora, y diez arrobas de plomo, de lo cual se encarga el Alcalde y dos Regidores.
• Tercero, que en el entretanto que se provee lo contenido en la Orden anterior, se ronde cada noche por esta ciudad con cuarenta hombres, poniendo sus postas en los lugares que indique el Alcalde o Regidor que ha de salir por cabeza de la ronda; y desde luego que salgan los Regidores a asistir en la ronda, por orden de antigüedad.
• Cuarto, que esta Ciudad tiene dos cajas de atambores rotas; que se lleven a Alicante y truequen por otras, o se adoben; y lo que se gaste sea por cuenta de Propios.
• Y porque las cosas están de manera que cada hora hay novedades y sería necesario citar a Ayuntamiento, en cualquier momento, se acuerda que en cada un día, desde las ocho a nueve de la mañana se reúna este Ayuntamiento, y se trate lo que más convenga al servicio de Su Majestad y bien público de esta ciudad.
• Y luego mandó el señor Alcalde Mayor que se notifique a todos los Oficiales de este Ayuntamiento, asistan en esta ciudad sin salir de ella de hoy en adelante, si no fuere con licencia de su merced, bajo pena de mil maravedís aplicados a gastos de guerra».
• Aquel mismo día (15), el Ayuntamiento acordó también que «el Regidor Francisco Miño vaya a la Villa de Elda, con Carta Credencial de esta Ciudad, a entrevistarse con el Conde para tener noticias directas sobre el asunto de los moriscos; y que vaya a toda prisa porque cada día hay novedad».
Efectivamente cada día había novedades, puesto que se corrían rumores que muy cerca de Villena, en la Val de Ayora, los moriscos habían recibido con armas y banderas a los Comisarios que, repartidos por todo el Reino de Valencia, anunciaban la orden de expulsión.
Dichos rumores se confirmaron: el 20 de octubre (16), los moriscos se congregaron en la Val de Ayora, Cortes, Millas y Bicorp; desde allí, a las órdenes del bandolero Pablillo Ubecar, subieron a la Muela de Cortes no perdonando la vida a nadie, hasta fortificarse en ella, donde nombraron como jefe de la rebelión a un morisco rico, del lugar de Catadau, llamado Vicente Turigi, y seguidamente eligieron a cien mozos de los más valientes, que le acompañaron hasta la plaza de Cortes; hizo juramento y sentado en una silla, todos le besaron la mano. Acabada la ceremonia, entraron en Consejo de Guerra.
El Gobernador de Játiva, advertido de tal conspiración, siguió las órdenes del Virrey y fue a Ayora (por Almansa, a 58 kms. de Villena), para tratar su rendición sin violencia, y ofrecerles facilidades para su embarque. Los moriscos rehusaron tales pretensiones, y optaron por seguir con la rebelión.
Informado el Virrey del fracaso de las negociaciones, ordenó al Gobernador que no iniciase ninguna acción de guerra hasta que llegase el Tercio de Lombardía con el fin de «espantarlos y reprimirlos».
El 14 de noviembre, 1.000 soldados del T. de Lombardía, más 2.000 de la Milicia del Reino, y más 1.000 de aventureros, partieron desde Játiva hacia la Muela de Cortes, iniciando el ataque el día 20. La resistencia no fue muy grande. Turygi, huyó y fue perseguido y apresado. Sobre un asno lo entraron en Valencia por la Puerta de San Vicente, lo atenazaron, le cortaron una mano, y le ahorcaron» (17).
¡¡Aterrador y cruel destino!!, para un hombre que se aferraba a su tierra y la de sus seculares antepasados.
Dominadas las huestes de Turygi en la Val de Ayora, y las de Mellini en la Val de Alaguar, finaliza noviembre; pero el 9 de diciembre, el rey Felipe III ordena la expulsión de los moriscos murcianos, incluyendo también la de los mudéjares del Valle de Ricote, (por Jumilla-Cieza, a 92 kms. de Villena), que eran protegidos por los Diputados de Murcia quienes infructuosamente habían solicitado se impidiera su salida del Reino (18).
Perdida la esperanza, algunos de ellos, se refugiaron en el Reino de Valencia, mas fueron perseguidos, capturados, y concentrados en Murcia para trasladarlos al puerto de Cartagena; (19) otros reacios a salir de sus pueblos, fueron los Comisarios de la Expulsión y les obligaron a embarcarse en dicho puerto (20).
Villena, situada entre los dos Reinos, rodeada de pueblos moriscos y próxima a valles sublevados, es obvio que tuvo una participación directa en la «expulsión general», aunque con ciertas condiciones, y por ineludible imperativo bélico: el 1 de abril de 1591, reunido el Ayuntamiento (21), leyó y contestó a una Carta de Su Majestad, relacionada con el «alistamiento» de los viIlenenses para la creación de la Milicia del Reino. «Los Regidores querían saber sobre los privilegios y exenciones de los soldados que se alistasen; y contestaron a dicha Carta, diciendo que no se ha alistado nadie a pesar de las diligencias que se han hecho, y que las Exenciones serían un buen estímulo».
El 17 de octubre de 1609, precisamente cuando los moriscos de Ayora, se concentraban para rebelarse, el Ayuntamiento de Villena recibía una Carta firmada por el Rey (22), y a continuación de ella un escrito que se divide en tres partes: la primera consta de trece órdenes para el establecimiento de la Milicia General del Reino. La segunda, diez preeminencias y exenciones a aquellos que se alistasen como soldados en ella. Y la tercera sobre asentamiento de jurisdicción.
Con fecha del 20 de noviembre de 1609, el Corregidor «... avisa que ha recibido una Carta de su Majestad en que manda prevenga toda la gente de guerra posible de todo el Corregimiento con las armas y municiones necesarias para que estén a punto, y si es necesario vayan a apretar a los Moros que tienen cercados el ejército de Lombardía; y que avise a las Ciudades y a las Villas de este Partido para que tengan alistada a toda la gente práctica y animosa con sus arcabuces y escopetas... Y sobre ello acordaron los Regidores, que mañana sábado que es Fiesta de Ntra. Sra., se haga ALARDE, y ensayo general en esta ciudad para que salgan a él todas las personas desde diez y ocho a cincuenta años; y para ello, asimismo, se apregone que nadie salga de esta ciudad...». A los diez días recibió el villenense D. Pedro Rodríguez de Navarra, el nombramiento de Capitán de la Milicia de esta ciudad, Yecla, Tobarra, Sax y Ves.
Es de suponer que la recién formada Milicia, en Villena, participó en el asedio de La Muela de Cortes; y posteriormente, a partir del 9 de diciembre, también lo hizo en la acción concentradora de la de Ricote.
Evidentemente, Villena no tuvo que soportar la expulsión morisca, dentro de la ciudad de un modo activo, puesto que ya lo realizó y sufrió en 1476, y posteriormente, durante un siglo, numerosas veces recordó su Privilegio de Limpieza a los posibles conversos que pudieren existir en la población. Las dos últimas veces que lo hizo fue en el 15 y 25 de enero de 1907 decretando a toda persona residente que «... dentro de nueve días presenten los memoriales de sus genealogías para darles vecindad en conformidad del Privilegio que se tiene...» y posteriormente ya hemos transcrito anteriormente la perentoria Orden del 25 de abril de 1608 por la cual salieron de Villena los tres conversos que en aquella fecha residían en Villena.
Sin embargo, aparte de las citadas acciones de la Milicia, Villena también soportó los efectos de la Expulsión general de 1609, en dos aspectos: los acuartelamientos y el deterioro del erario municipal.
Villena, por su situación geográfica, era lugar obligado de tránsito de tropas y en consecuencia, en la mayoría de los casos, lo era también de acuartelamientos. Es obvio que esto llevaba consigo la normal vida de los villenenses y de sus instituciones y costumbres; por ejemplo en 1610, el día de la Virgen de Marzo, se encontraban alojadas en Villena dos compañías de las que buscaban a los huidos de Ricote y cuyo Comisario se alojó en Almansa. Los soldados eran obstáculo (23), para que el pueblo, las autoridades, y el clero hiciesen la tradicional romería al Santuario; el 10 de abril acordó el Concejo que el Regidor D. Francisco Fernández de Palencia, viajase a Almansa para pedirle al Comisario que «mude de esta ciudad, estas dos compañías, y él lo aceptó. En suspenso la romería, volvió de Almansa dicho Regidor. A los tres días marchóse a Sax una de ellas con cinco carros y cinco bagajes, mientras que la otra, mandada por el capitán jerónimo de Uría, estuvo en Villena hasta el día 22 en que se fue a Onteniente con veinte bagajes mayores y menores». Salidas las dos compañías, los villenenses pudieron celebrar la romería del día del Voto, el 25 de aquel ajetreado mes de abril.
COMUNICADO FINAL
El 23 de agosto de 1614, en el Ayuntamiento de Villena se leyó la Carta siguiente: «D. Antonio Alvarez de Bohórquez, Caballero de la Orden de Santiago... y Corregidor de las ciudades de Chinchilla y Villena, y nueve villas de su Corregimiento, hago saber al Concejo, Justicia... de Villena como yo he recibido una Carta del Real Consejo, que es del tenor siguiente: Su Majestad ha servido que se dé por acabada la expulsión de los moriscos, y que se mande a los Justicias de estos reinos, que no se admitan de aquí en adelante delación alguna; ni causa nueva de moriscos, sino solamente contra aquellos que habiendo sido expelidos, se hubiesen vuelto o volviesen, procediendo a la averiguación y castigo con gran cuidado y diligencia...; y contra los que se probare semejante delito, si fuere de edad para servir en galeras, se condenará a ellas, y siendo mujer u hombre viejo o impedidos para servir en ellas, sean dados doscientos azotes y sus bienes confiscados para la Cámara de S.M. y vuelvan a ser expelidos...». ... De Madrid a cinco de Agosto de 1614 años. Por mandato de los Señores del Real Consejo. Yo Juan Gallo de Andrada... Hecho en Yecla en 28 días de agosto, de 1614 años, Don Alonso Alvarez de Bohórquez... Notificóse este mandamiento y Carta a la Justicia de esta Ciudad, en dos de septiembre de 1614 años y este día se sacó el traslado y concuerda con el original, de que doy fe. Juan Alonso de Medina».
En Villena no se tiene noticia de haber existido represión bélica alguna. Quizá debamos de mencionar aquí la expulsión inquisitorial local de tres moriscos/as, en los años cumbre de la Expulsión General: al parecer uno perfectamente «camuflado», y dos óptimamente protegidas (24).
LA DESPOBLACIÓN
Dos despoblaciones soportó Villena: la primera tras el período de los años 1568 a 1571, y la segunda en y tras el período de los años 1609 a 1614: rebelión de las Alpujarras y Expulsión General, respectivamente. En primer lugar veamos los datos siguientes:
Mujer morisca en traje de paseo. Las antiguas costumbres culturales se seguían manteniendo sin disimulo fuera del hogar, lo que en ocasiones provocaba las iras de las autoridades empeñadas en lograr la asimilación total de los cristianos nuevos.
Morisca granadina con su hija en traje de casa. La diferencia en el vestido fue, entre otras, causa de la identificación de esta minoría nacional y objeto en muchas ocasiones de prohibición con el fin de lograr su perfecta integración en la sociedad cristiana vieja. Este dibujo como otros que ofrecemos fue realizado por el viajero alemán C. Weiditz hacia 1529. 
Segunda. Sin embargo, en la despoblación de 1609, Villena no solamente no se recuperó, sino que fue rápida y perdurable. La presteza en esta despoblación villenense nos la revelan los Regidores el día 3 de septiembre del Año 1610, quienes por causa de ciertos gastos militares, se reúnen en Concejo dirigiéndose al Rey Felipe III, y le «... suplican que sea servido exonerar a esta Ciudad de dicho gasto...» «... porque los Propios quedan deficitarios cada año y no se puede hacer Repartimiento alguno entre los vecinos por ser muy pocos y muy pobres, por estar disminuida su población y vecindad por las estériles cosechas; y porque debido a la falta de moriscos en el reino de Valencia, se han ido muchos de los vecinos a poblar el dicho Reino, con lo cual ha quedado esta ciudad muy sola».
Durante 1616, aún se observa la emigración de alguna familia villenense al dicho Reino; pero se vislumbra falta de vecinos incluso para pedir voluntariamente una plaza vacante en la Milicia, tal como se hacía anteriormente (27).
En 1620, tal como publicábamos en el anterior capítulo (28), los villenenses todavía manifiestan la misma situación provocada por la despoblación, y por los mismos motivos expresados el citado 3 de septiembre de 1610.
Concluyendo: según los datos de Salvador Avellán y Merino Alvarez, presentados anteriormente, es evidente que el número de vecinos villenenses, se reduce a menos de la mitad en relación a los existentes antes y después del período correspondiente a la despoblación de 1609-1614. Tales datos son similares a los de Plá Alberola (29), quien nos da: 1591 = 954 vecinos, y 1646 = 561. Todos se refieren al mismo período de tiempo, y prácticamente coinciden con el 41 '3% de despoblación, dado por T. González (30).
Finalmente, se advierte en la expuesta tabla de datos, que Villena, en las postrimerías de aquel siglo XVII seguía sin recuperar su vecindario anterior a la Expulsión General de los moriscos.
NOTAS
(1) Revista anual VILLENA, art. «Los bienes eclesiásticos de Villena y la Desamortización de Mendizábal». F.A.G. Edita: M.I. Ayuntamiento, septiembre de 1976.
(2) AMV. Acta 6 de abril de 1587.
(3) • Henry Kamen: «La Inquisición española», pág. 124. Alianza Editorial. Madrid, 1974. Asimismo a partir de 1526 el clero hizo serios esfuerzos para evangelizar a sus conversos. El Inquisidor General, Manrique, en 1534, intentó educar a los niños moriscos, estableciendo una serie de Rectorías con el fin de ayudar a los sacerdotes para catequizar a la población morisca.
• Juan Reglá: «Estudios sobre los moriscos», pág. 76. Universidad de Valencia, 1971.
(4) AMV. Actas: 15 y 22 de febrero; y 3 de marzo de 1588.
(5) AMV. Acta: 10 de septiembre de 1588.
(6) AMV. Acta: 13 de septiembre de 1588.
(7) AMV. Actas: 25 y 28 de septiembre de 1588.
(8) AMV. Actas: 18 y 23 de mayo de 1589.
(9) ANV. Actas: 23 de diciembre de 1591. Y 23 y 30 de enero de 1592.
(10) AMV. Acta: 3 de febrero de 1592.
(11) J. Reglá, op. cit., pág. 151.
(12) Se refiere a los dos Alcaldes Ordinarios que, en aquel entonces, presidían el Ayuntamiento, uno u otro.
(13) AMV. Acta: 26 de abril de 1608.
(14) «Hacenderas»: trabajo que debe de hacer todo vecindario por ser de utilidad pública.
(15) AMV. Acta: 24 de septiembre de 1609.
(16) «Historia del Reino de Valencia». Escolano y Perales. Tomo II, cap. III, págs. 789 y 800. Valencia-Madrid, 1879.
(17) Escolano y Perales, op. cit.: tomo II, cap. XL¬VIII, pág. 787; y cap. LIV, pág. 805; y cap. LX, pág. 826.
(18) En aquella época, Ricote y Villena pertenecían al mismo Reino.
(19) J. Reglá: op. cit., pág. 69.
(20) Tomás Guardiola: «Historia de Jumilla», pág. 161. Ed. Cooperativa de San Isidro. Jumilla, 1975.
(21) Esta fecha y las dos siguientes, corresponden a los Cabildos celebrados durante ellas.
(22) Carta: «A los Concejos, Justicias, Caballeros, Oficiales y Hombres buenos de las ciudades de Villena y Chinchilla y las nuevas villas que se comprehenden en el Corregimiento, a cada uno y cualquier de Vos: por os despachos que se envían al Corregidor de esa Ciudad, veréis la resolución que ha mandado tomar sobre acabar de establecer la Milicia General en estos Reynos, de que como sabéis se empezó a tratar los años pasados. Yo os encargo y mando que habiendo visto los despachos, deis entero crédito a lo que el dicho Corregidor, de mi parte, sobre esta materia y acudáis a la ejecución de lo que os adviertiere con el amor y celo que lo habéis hecho siempre, que además de cumplir con vuestra obligación, recibirá de vos mi agradable servicio. De Segovia a quince de agosto de mil seiscientos nueve. YO EL REY».
(23) En las Actas Municipales correspondientes a esta fecha, no se nos detallan las causas-obstáculo; mas en otras fechas no lejanas hemos leído quejas sobre que, efectivamente, las tropas en cierto modo incomodaban a los ciudadanos.
(24) Juan Bautista Vilar, «Los últimos musulmanes de la Ciudad de Villena a través de tres procesos de la Inquisición de Murcia (1611-1612)». Revista anual VILLENA. Ed. M.I. Ayuntamiento. Villena, 1994.
(25) Datos tomados de:
• Salvador Avellán García; Villena (1850¬1933): «Manuscritos», cuaderno 8, pág. 13. Archivo particular F.A.G.
• A. Merino Alvarez, «Geografía e Historia del territorio de la actual provincia desde la Reconquista por D. Jaime I de Aragón hasta la época presente». Madrid, 1915.
• J. M.ª Soler García. Villena (1905), «Relación de Villena de 1571», págs. 153 y 159. Ed. Instituto de Estudios Alicantinos. Alicante, 1969.
(26) J. M.ª Soler García, op. ciit., págs. 45 y 154.
(27) AMV. Acta municipal del 29 de enero de 1616: «Asimismo una petición presentada por Pedro de Olivencia, vecino de esta ciudad, en que por ella pide que le admitan por soldado de la Milicia en la plaza de Jusepe Cantó, difunto... y fue admitido en dicha plaza». «Asimismo se presentó otra petición por Alonso Pardinas, vecino de esta ciudad, en que por ella pide la plaza de soldado de la Milicia de Francisco Hernández Esparza, ausente... Fue admitida su petición...». «Asimismo se leyó una petición presentada por Juan Blasco de Navarra, sargento de la Milicia de esta ciudad, en que por ella pide se provea la plaza Hernando Estevan, ausente, poblador en el reino de Valencia. Y visto, sus mercedes dijeron se le notifique, al dicho sargento, vea si hay alguna persona suficiente al servicio de S.M., que lo quiera aceptar voluntariamente...».
(28) Revista anual VILLENA: «Villena, Ciudad Estatuto» (II), Ed. M.I. Ayuntamiento. Septiembre, 1994.
(29) P. Plá Alberola: «Historia de la Provincia de Alicante», tomo IV, pág. 20. Ediciones Mediterráneo, S.A. Murcia, 1985.
(30) T. González: «Censo de población de la Corona de Castilla en el siglo XVI». Madrid, Imp. Real, ms. imp. 157, 399 pp., p. 138. A este autor y obra lo cita G. Ponce Herrero en «Cuaderno de Estudios Locales, n.» 5; Almansa, agosto, 1987»: Almansa en los siglos XVI y XVII. Contribución al estudio sobre los moriscos en el interior peninsular», Ed. Asociación Torre-grande, 1987.
Extraído de la Revista Villena de 1995

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