Recuerdos de mi niñez ¡Cuánto han cambiado los tiempos!
Por A. UGEDA FUENTES
Como verán, esta fotografía tiene muchos años, más de setenta. Y no la presento como de grandes personajes, sino como la de una familia humilde como tantas otras, que se vio y deseó para sacar adelante a sus hijos con la insuficiencia de medios económicos de aquella época de tanta miseria que no les permitió ni casi asistir a la escuela.
DE ahí que sea digno de relatar el significado de ella, y hacer unas semblanzas de su pasado comparándolo con la vida actual.
Este grupo familiar, somos los primeros nietos de mi abuela, yo soy la más pequeñita, que junto a mi hermana, somos en la actualidad las dos únicas supervivientes de dicho grupo.
El motivo de esta fotografía, -lo recuerdo a pesar de los muchos años transcurridos—, fue que mi abuela que era muy avispada, nos llevó a un festival para niños pobres, organizado por el Ayuntamiento de Villena. Este festival, tuvo lugar en el AGRICOLA en el último salón junto al Teatro Chapí, y en él nos dieron las batitas y todo lo que llevamos puesto, estrenándolo por lo tanto ese día. Recuerdo lloré porque para mí no llegaron zapatos con la ilusión que me hacían, teniéndome que conformar con unas alpargatas. Seguidamente nos dieron unos panecillos y una onza de chocolate, y paseando todos por el recinto, pues éramos un buen número de niños, nos los fuimos comiendo llenos de regocijo y alegría, producida ésta al llevar la ropa nueva recién estrenada. Con nuestra ignorancia no comprendíamos el significado de aquel acto, ya que en aquellos tiempos, se daba el caso muchas veces de no tener siquiera un trozo de pan para darle a los hijos. Hoy no es lo mismo, el pan tierno no falta y, por supuesto, si es duro lo desechan.
¡Cuánto han cambiado los tiempos! Aquellos sacrificios de ir a lavar la ropa a la fuente o a las acequias de la huerta, llevándola a cuestas y que al volver mojada multiplicada su peso. O camino de la fuente para acarrear el agua, con el cántaro cogido a la cadera y en la otra mano el pozal, para así llenar las orzas y disponer de ella para beber, guisar o fregar. La fuente estaba muy lejos, las sendas llenas de piedras, era un esfuerzo penoso y podías romperte una pierna.
Las casas de tejavana solían tener goteras, nada de comodidades, los suelos eran de tierra. Hoy con los «rascacielos», hasta los campos te tapan.
Los novios al casarse no viajaban como ahora, ya no es igual, hoy se marchan lejos haciéndolo con barco o en avión. Pues mi madre me contaba, que su viaje de novios fue hasta los «Praos de Galeno», y con motivo de que en ese mismo día 31 de agosto de 1912, aterrizó un «aeroplano» en dichos campos. Por ser el primero de dichos aparatos que podían ver, ante este acontecimiento fue todo el pueblo de Villena a ver esta novedad.
Hoy, con el cambio de los tiempos, no se suelen ver a las mujeres en la calle con labores de ganchillo, o de bolillos en la puerta.
¿Quién no tiene lavadora que lava y seca la ropa, el frigorífico lleno y colmada la despensa? No quiero decir con esto que se viva en la abundancia, cuesta todo un sacrificio sacando fuerzas de flaqueza, pero se vive mejor y con más comodidad que en los años de pobreza.
¡Cuánto se ha hermoseado todo! hasta las casas humildes lucen jardines en su puerta, que a veces no se respetan y al contemplarlos dan pena. Que una flor es una flor que da la naturaleza, que merece su respeto:
¡Esto hay que tenerlo en cuenta!
Qué mujeres las de antaño cuánta lucha, cuánta entrega: cuánto hay que agradecer a aquellas madres y abuelas, siempre con su sacrificio por vivir en la miseria. Mi padre fue campesino y ganaba DOS CINCUENTA el día que trabajaba, y mi madre hacía equilibrios con aquella peonada.
¡Que aquella pobreza no se conozca jamás! Os lo desea una paisana que ama a su pueblo natal.
Extraído de la Revista Villena de 1994
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