3 may 2024

1994 EL PETÉN: UNA REALIDAD CERCANA (IMPRESIONES DE UNA ESTANCIA)

El Petén: una realidad cercana (Impresiones de una estancia)
Por JOSÉ M.ª ARENAS FERRIZ
Los medios de comunicación social nos tienen acostumbrados a una imagen de los países del llamado «tercer mundo», que se reduce a tener conocimiento de las catástrofes naturales, de las guerras fratricidas o de las insurrecciones políticas; en todos los casos, la violencia, el genocidio o la destrucción por una u otra causa, son el aderezo indispensable de la noticia. ¡Qué visión tan corta y sesgada! Ignoramos así la vida, la experiencia y la cultura de otras gentes, que tienen mucho que decir y que enseñar. Con esta forma de ver las cosas solemos pensar que todo lo que acontece fuera de nuestras estrechas fronteras, mentales o geográficas, no tiene nada que ver con nosotros. Y, desde luego, no es así. No pensemos que esas son realidades tan lejanas a nosotros como para no tener nada, o casi nada, que ver con ellas: existen paisanos nuestros que están desparramados por el mundo, impulsados por una sola conciencia de responsabilidad; que han sentido, en un determinado momento de sus vidas, que su lugar está en otro sitio, a varios miles de kilómetros de distancia, para realizar una opción de ayuda y encarnación en esa su nueva tierra. Las motivaciones concretas pueden ser diferentes en cada caso, la forma de llevar a cabo sus aspiraciones también, pero en todos los lugares está presente una idea común: el servicio. Y no todos responden al estereotipo del sacerdote o la religiosa «misionero». Una pareja de paisanos nuestros, un matrimonio lleva ya casi año y medio en tierras centroamericanas. En compañía de mi esposa y unos amigos, tuvimos la oportunidad de compartir con ellos unos días. Estas líneas intentarán dar testimonio de aquella estancia.
LA región
Guatemala es conocido como «el país de la eterna primavera». Es un país extremadamente hermoso, exuberante de vegetación y de riqueza, que tiene una superficie que se corresponde, aproximadamente, con una quinta parte de la total de España. En sus dimensiones cuenta con regiones notablemente diferenciadas; aquella a la que me refiero se denomina «El Petén» y está situada al norte del país, entre las fronteras de México y Belice. Es una región selvática, con una naturaleza en verdad impresionante, con un verde tan intenso y variado, que se diría que no existe otro color si no fuera por el acusado contraste de un cielo nítidamente azul, lavado con frecuencia por la lluvia tropical. Se trata de una zona de llanura, una planicie surcada de vez en cuando por algún que otro sistema montañoso de escasa importancia. La capital, Flores, se asienta en una pequeña isla en un extremo del inmenso lago que lleva su nombre, aun-que también se le conoce como el lago de Petén Itzá. El atardecer sobre el lago, desde las orillas de la ciudad, es un espectáculo incomparable.
«La desforestación de El Petén»
Ante semejante panorama, ante tan generosa natura, parece imposible pensar en algo que no sea en conservar y proteger toda aquella hermosura, al menos desde nuestros ojos occidentales y mediterráneos, tan acostumbrados a la aridez extrema de nuestra tierra levantina y tan necesitados, con frecuencia, de una explosión de vida y color que los revitalice. Y sin embargo, el horizonte llega a ser desolador. El Petén, hace unos escasos treinta o cuarenta años, era todavía, y en buena parte de su extensión, una selva impenetrable; una espesura tropical donde el ser humano no había hecho prácticamente acto de presencia. Desde entonces han ido llegando a la región personas trasladadas de otros lugares del país, a las que han desplazado hasta allá sin más herramientas que sus manos. Y comienza la lucha, para vivir, no hay más remedio que destruir y asolar: la zona es desforestada para poder introducir tierras de cultivo, pero; ojo! un cultivo de mera supervivencia, donde sólo se extrae lo necesario para poder subsistir, junto a una ganadería francamente escasa. Y el proceso es el mismo todos los años: se elige el área de cultivo, se tala, se quema y se siembra el maíz y el frijol. La pobreza en nutrientes del terreno y la carencia de recursos económicos para proporcionárselos, exige un constante cambio de ubicación de la tierra de cultivo, ante el pronto agotamiento de ésta. Y así, junto a una exuberancia tropical, nos encontramos con una devastada; junto a un río con un caudal avasallador, una pradera sembrada de árboles calcinados o ramas secas; junto a unas espectaculares ruinas mayas, testimonios mudos de una riqueza ya pasada, los últimos retazos de selva tropical, defendidos bajo la protección de la «Reserva Mundial de la Biosfera Maya», sistemáticamente saqueada por intereses madereros sin mucho escrúpulo medio ambiental.
«El Pito Real», una aldea de El Petén
Huelga decir que nos encontramos en una zona muy pobre, donde la agricultura es de mera supervivencia, donde no existe ninguna de nuestras comodidades. En la zona rural no se da ni la energía, ni el agua potable, ni el teléfono, ni las carreteras (el acceso a muchas aldeas tan sólo puede realizarse a caballo), ni las redes de comunicación, ni..., casi de nada. Las comunidades que allí residen están auténticamente olvidadas de un poder estatal que no presta ningún apoyo, más bien al contrario. Guatemala es uno de los países que cuenta con una mayor historia de represión política e institucional (¡lamentable prestigio!), donde las masacres a la población indígena ha sido una realidad presente durante muchos años incluso hasta hoy mismo; y donde el olvido a los intereses de los más desfavorecidos son la moneda corriente de la situación. En El Petén, uno de los mayores problemas existentes es el de la propiedad de la tierra, ya que un número muy escaso de campesinos cuentan con títulos de propiedad, y la mayor parte se ven obligados a batallar en trámites interminables para reclamar aquello que es suyo. Este factor de la propiedad de la tierra es uno de los mayores causantes del destrozo ecológico de la zona, ya que los campesinos se ven obligados a desplazarse de unos lugares a otros.
«La jungla centroamericana»
Sus gentes
Y si el paisaje y la realidad de El Petén son, en verdad, impresionantes, ¡qué decir de sus habitantes, de sus gentes! Gente humilde y sencilla, gente pobre, que no mísera, con un sentido de la vida y una visión de sus problemas, que ya muchos quisiéramos para nosotros. Si hay algo que cautive al forastero que, con buena voluntad, se acerca, es la capacidad de acogida, el poner a disposición del extraño lo poco que se posee, la comida de ese día, aunque no se sabe qué se comerá al siguiente; la sencilla libertad de dar la entrada en esa humilde choza de palos de madera y techo de guano, donde casi no hay sitio donde sentarse y compartir ese tiempo, esa experiencia, esa vida. Parece increíble que en una gente tan castigada por la vida y la adversidad, aflore toda esa riqueza de sentimientos.
Pero si hay algo que causó profunda huella, es la capacidad de asumir tanto sufrimiento, lejos del rencor y del resentimiento. Estamos hablando de un país muy castigado, donde la represión política ha hecho, y sigue haciendo, de las suyas, donde una absurda presencia militar se hace sentir hasta en el último rincón; donde el matar por el placer de matar, y el destruir por el gusto de destruir, ha sido, y puede seguir siendo, una realidad; donde si la población indígena ha causado algún tipo de problema, la mejor solución es eliminar sistemáticamente a la población indígena; donde la masacre se ha enseñoreado de muchas situaciones conflictivas. Estamos hablando de un ejército, que cuenta con un regimiento de triste fama, los «kaibiles», especializado en el asesinato y el exterminio. Y pese a que El Petén no es la zona donde se ha desatado con mayor crudeza toda esta locura, sí viven en ella muchas personas procedentes de otras partes del país que la han sufrido. Cuántos de ellos tienen en su familia un hijo, un hermano, un sobrino que ha sido víctima del sinsentido. Y en ese marco, que en otros muchos lugares daría pie a un resentimiento y odio atroz, nos encontramos con una enorme capacidad de convivencia. Recuerdo, una conversación que mantuvimos con el Padre Salvador, Párroco de Poptún, una ciudad de importancia de la región, quien, con una tranquilidad pasmosa y un ánimo ausente de todo tipo de malquerencia, nos relató cómo el ejército había asesinado a varios miembros de su familia, siendo él testigo de ello, y allí sigue este hombre en el ejercicio de una increíble labor pastoral, derrochando serenidad y concordia.
«La capital, Flores»
Y otro rasgo que destaca en los habitantes de estas tierras, es su profunda religiosidad. El contraste con la realidad de secularización, o con una religiosidad mal entendida que vivimos en nuestro país, limitada muchas veces al cumplimiento externo y aséptico de una serie de ritos, que para nada influyen en nuestra existencia, es evidente. Aquí nos encontramos con un intenso sentimiento religioso, impregnado de una visión colectiva del mismo. La realidad religiosa se encuentra presente en muchos de los ámbitos de la vida, arraigada en lo más profundo de su ser. Quizás por ello son personas muy permeables a las influencias religiosas que puedan recibir, y así, junto con una presencia todavía importante de una iglesia católica, que ha destacado en la defensa de los derechos de los más desfavorecidos, se ha dado, y viene dando, una penetración de sectas o confesiones religiosas de orientación también cristiana, pero procedentes de la América del Norte, mucho más embrutecedores y distantes de la realidad existente. Resulta curioso contemplar la profusión de iglesias en un corto espacio de terreno, la presencia de la «Iglesia de tal y tal» en un alejado rincón de la montaña, difícilmente accesible. En todos los casos, la asiduidad a las celebraciones establecidas y la seriedad con que las mismas se afrontan, está muy lejana de nuestra occidental vivencia.
¿Qué se puede decir de estas gentes? Todo. Esas gentes de El Chal, de Dolores, de Poptún, de Santa Ana, de Santa Elena, de todas las aldeas de la zona, tienen mucho que enseñarnos a todos nosotros, asaz experiencia y vida que transmitir a quienes en tantas ocasiones nos creemos libres de todo prejuicio.
Su vida
Y así se debate la vida de estas personas. En una lucha diaria por la supervivencia, donde las oportunidades de prosperar son tan escasas como lejanas y donde son muchos, muchos, los obstáculos a salvar. La ausencia de condiciones higiénicas (no existe el agua potable, ni sistemas de evacuación de residuos alguno) y de un nivel cultural básico entre la población a este respecto, convierten la problemática sanitaria en uno de los principales obstáculos para su desarrollo. Añadamos a ello la casi total carencia de recursos económicos, materiales y humanos para hacer frente a las enfermedades y epidemias, y ya tenemos el cóctel servido: elevadas tasas de mortalidad infantil, enfermedades crónicas en la población, etc. En otras palabras: vivir exige una lucha día a día.
A similar conclusión vamos a llegar si nos fijamos en otros aspectos de la vida cotidiana. Antes nos referimos al problema de la propiedad de la tierra; aún sin títulos de propiedad, aún embaucados por el engaño, aún en lucha constante por reclamar lo que es suyo, el campesino se aferra a la tierra, la trabaja y, con su sudor, obtiene sus frutos, escasos, pero que le permitirán hacer frente a la vida.
La ausencia de perspectivas de desarrollo, las limitadas posibilidades de mejora, la dureza de las condiciones, no impide que por todos lados aflore la misma situación: el amor a la vida en las situaciones más difíciles; la alegría para superarlas, como constante necesaria.
¿Y qué hacen allí nuestros paisanos? ¿qué pinta allí esa pareja de villeneros que, junto con otros españoles, viven en la pequeña aldea de El Chal, compartiendo con aquellas personas algunos de los mejores años de su vida? Eso tendrían que decírnoslo ellos, pero pienso que con su decisión nos están queriendo transmitir algo de una forma clara y contundente: el convencimiento sincero y profundo de que no hay problema que nos sea ajeno; que unos miles de kilómetros de distancia no justifican un olvido o una ignorancia que pueden llegar a ser irresponsables; que todos somos ciudadanos de un mismo mundo y por tanto todos, todos, vamos andando juntos hacia la misma meta. Si este camino lo tomamos cada uno por nuestro lado, pues nos pasará lo que nos viene sucediendo ahora: desigualdades abismales entre los países, que lejos de disminuir, no dejan de crecer año tras año; como cada cual tiende a velar sólo por sus intereses, aquello que todos poseemos en común, la naturaleza, sus recursos, es expoliada sin contemplaciones y se deteriora progresiva y rápidamente, aunque claro está, en beneficio directo de los más poderosos; relación de dominación de unos países sobre otros (desarrollados-subdesarrollados) donde cada vez está más claro que la riqueza de uno es consecuencia directa de la pobreza de los otros, etc.
Y todo esto viene a cuento de la publicación en una revista anual con motivo de nuestras queridas fiestas. Es bueno que en estos momentos de jolgorio y desahogo tengamos también presentes a todos aquellos paisanos que van a vivir las fiestas de una manera muy diferente. Y que la experiencia, una vez más, de una explosión de alegría y la devoción que nuestro pueblo dice guardar a la virgen morena, estimule a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, festeros o no, a romper fronteras y trabas de cualquier tipo y a unirnos todos en un proyecto común de trabajo y solidaridad.
Javier y Toñi, Toñi y Javier, muchas gracias por vuestra presencia centroamericana.
Extraído de la Revista Villena de 1994

No hay comentarios:

..... CONTINUAR... PASAR PÁGINA Pinchar en... (entradas antiguas)
Esta Web no se hace responsable de las opiniones de sus lectores. Todo el contenido es público. Usted puede copiar y distribuir o comunicar públicamente esta obra siempre y cuando se indique la procedencia del contenido. No puede utilizar esta obra para fines comerciales o generar una nueva a partir de esta..
Web: www.villenacuentame.com
E-Mail:
villenacuentame@gmail.com