Por una estúpida apuesta
Corría la década de los años treinta...
Un sol espléndido vestía de gala la Feria de Octubre.
Con sus ropas domingueras la juventud femenina pasaba por
nuestro lado coqueta y prometedora. Su sonrisa, poderoso talismán
que atraía nuestras miradas y nos prendían en las sutiles redes
de sus encantos de féminas en floración.
En aquellas fechas todavía estaban marcadas las diferencias
en clases en nuestra sociedad...
Los días festivos solíamos pasear por la Corredera, pero eso sí,
las clases más modestas lo hacíamos por una de las aceras,
y las más favorecidas por la fortuna por la acera de enfrente.
Era una costumbre que entonces se consideraba normal y a nadie
nos sorprendía. Nosotros teníamos nuestro ambiente y éramos
felices. No reparábamos en aquellas diferencias, ni pasaba
por nuestra mente el deseo de flirtear con unas señoritas muy monas...
pero muy distantes.
Cierto día, como de costumbre en los días festivos, caminábamos
un grupo de amigos en animada charla por nuestra zona contentos,
de vez en cuando piropeando a las jovencitas de nuestra clase.
De pronto, oímos un fuerte clamor, un impresionante revoltijo
de gritos y vítores que alertaron nuestra atención, y no pudimos
por menos que tratar de saber cuál era la causa que lo motivaba.
Supimos que un señorito de la capital había cruzado una apuesta
con sus amigos. Consistía la misma en realizar el trayecto de
Alicante hasta Villena en un caballo, y hacer el recorrido en menos
tiempo que el tren saliendo de la estación de origen a la misma hora.
En efecto se realizó la prueba y el caballo llegó el primero...
pero al término del recorrido el noble bruto caía reventado
a la entrada de la Corredera.
El señorito estaba eufórico porque había logrado la proeza de
aventajar al tren...
¿Qué podía importarle que al caballo le costara la vida el terrible
esfuerzo a que fue sometido, si él podía presumir de una hazaña
que nadie anteriormente había logrado?
Que el caballo entre estertores tuvo una triste agonía... ¡Val... En
Aquella escena distante me
quedó tan a lo vivo... que
no la olvido un instante.
Fue un día de sol brillante...
Recuerdo que era festivo.
En compañía de un amigo
charlábamos de mil cosas
entre las risas ruidosas y el
calor nuestro enemigo.
De pronto...
se oyó un clamor en la gente
que hace volver diligente
nuestras miradas ansiosas,
interrogando anhelosas la
causa del incidente.
Y el asombro se refleja en
nuestros ojos prendido.
Pues muy cerca cayó herido
un noble potro ruano, por
el esfuerzo inhumano a que
se vio sometido.
De una barraca de feria
salen ritmos melodiosos
de unos fandangos ruidos
que alegran la periferia.
Pero... al lado del noble bruto
se comenta entre la gente,
con elocuencia insolente, del
jinete la proeza...
Hasta extreman la agudeza
tildándole de valiente...
Mientras que sobre la testa
de la pobre bestia herida...
Se va agotando la vida por
una estúpida apuesta.
José Conejero Alcaraz
Extraído de la Revista Villena de 1993
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