Disquisiciones
Mi larga vida se quiebra
como el más ligero viento;
y si mi anhelo enhebra
deseos de vivir contento;
mi senectud bien celebra su
victoria; con mi acento
quedo, cual una culebra
que va perdiendo el aliento.
Es... como golpear a un niño
cuando nos sonríe gozoso.
Yo a mi memoria me ciño
y la conservo celoso...
tratándola con aliño,
porque creo que es harto hermoso
estrecharla con cariño,
tras mi vivir proceloso.
Mas hay en el alma un reducto
a os demás impenetrable...
siendo su único viaducto sí,
para ella transitable... no a su
soledad, producto de un
corazón alterable, cuya
intimidad nunca hurto porque
la estimo adorable.
¡Cuántas soledades vanas
en muchedumbres vacías,
sin incentivos, ni ganas de
ir bendiciendo sus días!
Sus diversiones profanas...
materialistas e impías, son
del vicio tan hermanas que
no gozan la armonía...
de una paz ya conquistada,
tan rica en filosofía, que no
será superada ni tan
siquiera igualada, aunque
crea que es utopía más de
una escuela avanzada.
Pienso que, el amor es guía
para el alma perfumada...
que alcanza sabiduría,
porque junto a la materia
vive en perfecta compañía, y
su espíritu es arteria
de imprescindible valía,
que ensancha su periferia
de vida, con alegría de su
paso por la tierra.
Corazón y alma hermanados
con el arte y vocación.
dan al ser, dones logrados
con meritorio tesón.
Jamás serán olvidados,
sean famosos o en embrión.
Ya están ellos consagrados
F. Azorín Valdés
Extraído de la Revista Villena de 1993
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