15 ene 2024

1993 RECUERDOS DE LOS TIEMPOS IDOS

Recuerdos de los tiempos idos. Por  ANTONIA UGEDA FUENTES
En la revista anual «Villena» extraordinaria de fiestas, correspondiente al 5 de septiembre de 1991, pude leer al pie de la revista unas glosas firmadas por Pedro Hernández Hurtado ensalzando el Círculo Agrícola Mercantil y el teatro Chapí, transformado durante la guerra civil, como bien dice, en hospital de sangre.
Lo dicho por Hernández me ha hecho recordar aquellas circunstancias en las que tantas cosas se improvisaban como mejor se podía. En Villena, como en tantos pueblos de la región y de toda la zona republicana, toda la juventud fue movilizada. Unos voluntarios, otros llamados a filas, participaban directamente en la contienda. Para ayudar a la juventud combatiente tomaron conciencia las mujeres y cada cual se incorporaba al lugar donde consideraba ser más útil, donde podía contribuir a dar mayor rendimiento con arreglo a su vocación. Yo fui enfermera en ese hospital de Villena sin ser profesional, sino por necesidad de aquella guerra maldita que no se olvidará jamás. Recuerdo los anchurosos salones del Agrícola convertidos en hospital, que no tardaron en llenarse de heridos llegados de los frentes en trenes de media noche. Sus rostros demacrados y destrozados por el dolor y la miseria de la tragedia que vivíamos, penosa y triste para los corazones sensibles al dolor humano. Se comprende que todos eran bien acogidos, sin prioridad ni diferencia hacia ninguno, como debe ser. Ya que todos sufrían por las mismas circunstancias. Para nosotras, las enfermeras, no contaba el estado social de las personas; no contaba el carácter del herido, atento o arisco. Nuestra vocación de enfermera nos hacía apiadarnos de todos por igual, víctimas de la guerra. Usábamos la pulcritud y la diligencia en los cuidados requeridos, llevando a flor de labios la sonrisa y la bondad, creando en los pacientes ilusiones y esperanzas de que todo terminaría para bien de los humanos.
Éramos cuatro enfermeras por sala haciendo el turno de la noche, en la que destacaba el contraste de la nítida blancura de nuestras ropas con la oscuridad que hacía en la calle, sobre todo al cruzar el parterre hacia la estación para recoger los heridos que iban llegando, al mismo tiempo nos embriagaba el perfume y la fragancia del parterre bien conservado. Era el paso más cercano de la Agrícola y lo que fue después hospital de guerra.
Que aquellas cosas no se repitan nunca más. Que la paz se imponga en el mundo respetando a toda la humanidad. Modestia aparte, me queda la satisfacción de haber hecho un servicio humano y fui querida por todos y con mucho respeto. Para ellos yo era la hermanita, dada mi juventud. De ahí que los recuerde a todos con cariño.
Desde Badalona (Barcelona) va un abrazo muy cordial de esta villenera que no olvida su tierra natal ni sus fiestas llenas de humor y de colorido, con su cielo azul, que como bien decía el escritor Azorín, de Monóvar, «no había otro igual, tanto por su color, como por el sol radiante que hace resplandecer hasta el rincón más lejano».
Extraído de la Revista Villena de 1993.

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