El fin de una humillación. Por ANTONIO SEMPERE BERNAL
Cuando tanto se habla de alta velocidad y de velocidad alta en las líneas férreas de nuestro entorno, aquí nos encontramos, todavía, sin una vía doble que evite las largas esperas en estaciones deshabitadas, entre Villena y Alicante. El caso es que la estación mejor ubicada con respecto al casco urbano de toda la provincia, la de Villena, ha quedado fuera de juego en el servicio de cercanías. En este artículo, publicado por el autor en «La Verdad» el 8 de marzo de 1993, se analiza la supresión de este servicio.
Entre las tantas tropelías realizadas por Renfe en asuntos concernientes a la gerencia de Alicante, la que más afectó a nuestra ciudad fue, sin duda, la supresión de los trenes de cercanías, esgrimiendo como motivo para adoptar tal medida la falta de rentabilidad.
El aumento de las líneas de autobuses parece que fue el desencadenante de la situación. Esta medida, no obstante, estaba cantada de antemano. El anunciado retranqueo de la estación término de Alicante anulará por completo el sentido de las cercanías. Ya no compensará viajar a Alicante por tren desde un pueblo cercano si éste no te deja en el centro de la ciudad.
De todos es sabido que la línea entre Alicante y Almansa carece de vía doble. Siempre ha sido así y parece que siempre lo será. Esta carencia provocó una humillación cotidiana, no por rutinaria, menos molesta, durante años y años.
En muchas ocasiones, la espera en una de las estaciones del recorrido Alicante-Villena superó los diez minutos. Y el viaje, antes de la electrificación de la línea, no bajó de los ochenta-noventa minutos. ¡Quién no recuerda haber leído medio periódico en una de estas esperas en una estación de los pueblos del Vinalopó, en la mayor parte de los casos a varios kilómetros de la ciudad!
La humillación para el viajero, en muchos casos, era evidente. Pongamos dos ejemplos reales. Son las seis de la tarde y estamos en la estación de Alicante dispuestos a regresar a casa. A las seis y cuarto sale un cercanías del andén 8. Y a las seis y media un Talgo del andén 2 destino a Madrid, con una tarifa que triplica la del tranvía, que, lógicamente, decidimos tomar.
Alrededor de las siete menos diez, en la estación de Novelda, nos detenemos siete minutos, al final de los cuales vemos cómo ese Talgo nos adelante fulminante, como una centella, camino de Madrid, pasando por casa media hora antes que nosotros lo hagamos a bordo de nuestro confortable tranvía.
Otro día decidimos regresar más tarde. A las ocho y media, en otro cercanías que sale a esa hora. Pero llegamos a la estación poco antes de las ocho y cuarto, y a esa hora sale un intercity a Valencia que pasa por casa, pero con una tarifa que cuesta más del doble. Así, delante de nuestras narices, vemos cómo el convoy sale rumbo a Valencia. Cuando éste pase por Villena, nosotros estaremos en Novelda. Pero, como no somos tan sibaritas y hemos sacado billete de ida y vuelta, y el billete de ida y vuelta no vale para los trenes de largo recorrido en menos de 100 kilómetros, pues nos aguantamos, nos armamos de paciencia, y leemos nuestra revista favorita.
Muerto el perro, se acabó la rabia. Sin cercanías, terminaron las esperas eternas, y los retrasos superlativos. El tiempo es oro, en el mundo en que vivimos, pero Renfe parecía no haberse enterado. Para el servicio de cercanías, mientras duró, el tiempo sólo fue calderilla.
Terminó la humillación.
Extraído de la Revista Villena de 1993
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