Carta a casa desde la lejanía de esta Guatemala silenciada
Por TOÑI TECLES y JAVIER ESQUEMBRE
Todavía no ha salido el sol y ya llevan los gallos un buen rato cantando. Los gallos cantando, los perros ladrando, los caballos relinchando, algún niño llorando. De hambre quizás o al notar la ausencia de su mamita. Esta, que puede tener trece o cuarenta años, a esta temprana hora ya ratos que aporta otro peculiar sonido a la sinfonía de la mañana. Es un palmeteo rítmico, como si de acompañar un baile se tratara, que prepara la masa de maíz para hacer la tortilla, base de la alimentación en estas tierras.
Junto al ruido de la leña que arde en el fuego, los pasos de los hombres dirigiéndose hacia sus parcelas van activando el alba. Ante ellos, y ante los niños («patojos») que frecuentemente los acompañan, se acercan más de 12 horas fuera de casa dejando su sudor y su salud para tratar de ganar la de su familia. Sin poder dominar, por lo general, el lápiz y el papel, dominan bien el machete y la tierra a la que aman aunque castigan. Por eso le piden permiso antes de arañarla, y también a Dios se lo piden. Con su ayuda habrá más lluvia, más frijol, más maíz... Como no han estudiado mucho no deben saber lo que es la anemia, o la artrosis, o la insuficiencia cardíaca y, desafiando la enfermedad, siguen trabajando casi como bestias, por la vida de los suyos.
¡Tantas cosas que rompen el silencio de la madrugada, y tanto silencio dentro de cada uno que rompe el alma! Se esconde el sufrimiento, la injusticia, los deseos de rebeldía... La misma descripción anterior lleva detrás realidades de dureza y dolor.
• Por ejemplo la situación de la vida rural y agrícola. Vida inmersa en una naturaleza en la que lo bucólico del medio ambiente apenas si existe y el medio se muestra con toda su adversidad. Hay plenitud y exuberancia de belleza, pero más de esfuerzo y trabajo del campesino. Hay diversidad de especies naturales como son también diversas y múltiples las agresiones que sufre la tierra. La quema de tierras para cultivar por parte del campesino, la tala de árboles por parte de empresas madereras, incluso en zonas supuestamente protegidas, están ocasionando un auténtico desastre ecológico. Las autoridades ni propician una capacitación agrícola que defienda la naturaleza, ni impiden las talas indiscriminadas. Al contrario, permiten, colaboran y se «pringan» en este expolio de la naturaleza. Por otra parte, pocos son los campesinos que tienen tierra en propiedad mientras siguen siendo muchos los latifundios poco activos. ¡La de problemas que se derivan de esto: pobreza, hambre, violencia...!
• O la realidad infantil, bien dramática. Es bajo el nivel de vacunación (menos del 40%) y alto el padecimiento de enfermedades, el absentismo escolar (¡también el de los maestros!) y la falta de medios educativos. Pero muchos no tendrán que preocuparse por si van o no a la escuela porque habrán muerto antes (80 por mil de mortalidad infantil). El llanto del niño se suele calmar con el pecho de la madre. Gracias a Dios se mantiene esta sana costumbre alimenticia. Otras veces el llanto es incalmable como insaciable es el hambre que lo provoca.
• Otra realidad impresionante es la de la MUJER que, con su trabajo y esfuerzo, es elemento fundamental para la familia y la sociedad guatemalteca. Ella sustenta, organiza, ahorra, alimenta, engendra y mantiene la vida.
Aparentemente sumisa y conformista, su pobreza y marginación es doble. Más aún si la mujer es indígena. Desde joven ya trabaja, generalmente es también madre joven y abuela joven. El «procrear» es aquí una misión continuamente cumplida. Pero a base de tanto trabajar, de tanto embarazo, de tanto desvelo, igual que las niñas se hacen mujeres tempranamente, también la mujer se convierte en anciana prematuramente.
Toda esta lucha por vivir se da en un lugar en el que la ciudad no existe, la urbanización se desconoce y la propia identidad como pueblo apenas si se logra. En estas circunstancias no sólo se recuerda más a Villena y a nuestras gentes, sino que se valora más nuestra ciudad.
Abrir el grifo, cuando lo hay, y tener agua potable es aquí un imposible. Aunque llueve en abundancia, la falta de infraestructura hace que cueste acceder al agua. Confiar en que las aguas residuales se eliminan bien es un deseo ya olvidado. Pequeños surcos, caprichosos según el relieve, las llevan o las estancan... En un entorno así se aprecian como grandes las comodidades de nuestra ciudad, los pequeños avances, y se confirma la necesidad de seguir siendo críticos y de exigir mejorar.
Pero ¿habrá algún responsable de estas realidades tan amargas en las que la dignidad humana parece esconderse? Ciertamente que lo son las autoridades del país por la falta de escrúpulos, por la corrupción, por la impunidad, por la defensa de los intereses de unos pocos... En parte también la propia población que, por la historia de opresión y violencia, se acalla, otorga, se despreocupa, pierde su memoria histórica y se dedica a sobrevivir, que ya es bastante. Pero la mayor responsabilidad recae en el Desorden Económico Internacional, las políticas insolidarias de los países occidentales (España entre ellos) y aquéllos que, en nombre del progreso y el crecimiento económico, las apoyan.
A Guatemala se le han marcado unas líneas para reducir la inflación y pagar su deuda externa y tiene que cumplirlas. Aunque eso signifique dejar a los hospitales sin recursos, las escuelas sin dotación, los caminos sin reparar, las estructuras básicas sin realizar. Aunque eso signifique dedicar grandes extensiones de las mejores tierras a cultivar el café que aromatizará nuestras sobremesas mientras el hambre es una realidad entre la infancia rural y de áreas marginales.
Todos nos beneficiamos de la pobreza de estos países. Todos somos, no culpables, pero sí responsables. Ojalá que seamos capaces de dejar de colaborar y busquemos la forma de desobedecer a este sistema injusto.
P.D.— Cuando comenzamos a mecanografiar esta «carta» una nueva sombra envuelve a este país. La violencia cotidiana se refuerza con el golpe de estado de Serrano. La egolatría de un hombre, fachada de los militares para la defensa de los intereses de unos cuantos, provoca que todo un pueblo retroceda a los años de oscuridad y miedo. Atemoriza pensar que en estos momentos, en nombre de la «libertad y la democracia» una sección de la inteligencia del Estado planifica qué dirigentes sindicales, políticos, periodistas, religiosos o catequistas van a asesinar. Los países occidentales hoy condenan el golpe pero durante meses y años han propiciado las condiciones para que se produjera.
Extraído de la Revista Villena de 1993
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