INJUSTA SANCIÓN. Por MANUEL ZAPATER POVEDA
Todas las cosas que nos rodean, como los hechos que nos suceden, tienen su más o menos Importancia o categoría según la realidad, pero en muchas ocasiones, por desgracia, adquieren la categoría, el valoro la Importancia que la gente les quiere dar; según de dónde y de qué lado provengan los hechos o quiénes sean los ejecutores.
En más de una ocasión, muchos hemos podido comprobar que de un «castillo hacen un grano de arena» y en otras hacen todo lo contrario; que de un grano de arena hacen un castillo y esto último es justamente lo que nos ha ocurrido a nosotros... Al compañero y pensionista Rafael Hernández Menor y a un servidor, Manuel Zapater Poveda.
Resulta paradójico o extraño que, de una Comunidad como la nuestra: Club del Pensionista... Compuesta y dirigida por personas de determinada edad, experiencia y responsabilidad; se haya llegado a cometer semejante error, tan moral como sentimental, por haber sancionado a los citados pensionistas de irreprochable respeto y consideración... ¡Nada más y nada menos que a doce meses o un año de arresto y pérdida total del derecho que nos corresponde como tales!
Esta sanción, amigos míos, para mí, particularmente, con setenta y ocho años cumplidos, es como si me hubieran puesto «cadena perpetua», por dos motivos evidénciales: el primero por mis años, y el segundo porque lo que debía de ser y ha sido mi lugar de entretenimiento y ocio... ¡Creo que se me han acabado definitivamente las ganas de volver!
¡Tanto ruido que han armado! Y sólo por un simple agarrón y una indolente bofetada, más cuatro palabras, que ciertamente no llegaron a ofender a nadie, ni siquiera a nosotros mismos... Yo particularmente no quiero justificarme, pero no dejo de comprender que en ocasiones estos pequeños incidentes no son malos del todo, porque con ello se suele llegar a una total reconciliación... Esta es mi opinión.
Quiero recalcar que dicha sanción no nos ha sido aplicada solamente por el supuesto delito, si es que lo ha habido; sino por pequeñas rencillas de unos meses atrás, entre el señor presidente del club y mi compañero de «trifurca», que valiéndose del cargo que ostenta ha procedido a su antojo tan sañudamente que no se ha parado a pensar en el daño que me ha ocasionado, porque, como muchos sabéis, yo he sido redactor de la revista «Nuestra Atalaya» y aunque dimití por causas ajenas a mi voluntad y que no vale la pena mencionar, he continuado colaborando con gran entusiasmo, y a medida de lo que mis conocimientos culturales y literarios me han permitido; pero a consecuencia de tan desagradable e inoportuna sanción, todas mis ilusiones y las ganas tan arraigadas que tenía se me han agotado; aunque es más exacta la expresión ¡alguien ha sido el culpable de que se me hayan agotado!
Quiero acabar manifestando a todos en general, pero más directa y particularmente para los compañeros redactores y colaboradores de la revista «Nuestra Atalaya», que seguramente habrán notado de unos meses atrás mi poca colaboración... Esto se debe solamente a que desde este espacio de tiempo que me tienen incomunicado... no puedo concentrar mi mente en ningún otro tema que no sean críticas y protestas como en esta ocasión..., por el comportamiento tan falto de sensibilidad que han empleado en contra de mi persona y amor propio.
Mi mayor deseo sería que, si se han equivocado, lo manifestaran públicamente, aunque esto es pedir «peras al olmo».
Extraído de la Revista Villena de 1991
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