Pasión, de Dióscoro Torres. Por Mateo Marco
Publicado en el Periódico de Villena
Habría que construir un metro en Villena aunque sólo fuera por tener a Dióscoro Torres tocando por las galerías, calmándonos con su música las prisas de cada mañana.
Más vale tarde que nunca. Debíamos una atención predilecta a los cedés que Dióscoro Torres ha grabado y por fin la traemos. Bajo el título Pasión, Dióscoro nos ofrece veintitrés encantadoras melodías –once más doce– grabadas en El Callejón Estudios de Villena.
Música, como reza en la contraportada del álbum, intimista, relajada y romántica. Un magnífico surtido de melodías variadas, sólo guitarra unas, armónica y guitarra otras, que como elemento común tienen el sosiego. Un remanso de paz. En algunos pasajes la guitarra parece que se transmuta en arpa sonando como agua surgente en leve manantial entre bosques de hayas y helechos. Una música agradable. Para dejarse llevar.
Porque conocemos a Dióscoro muchos años, no nos sorprende el delicioso producto que nos regala. Eran los tiempos postconciliares y avanzados del Vaticano II cuando las celebraciones eucarísticas fueron adornándose con guitarras españolas, acústicas y eléctricas, contrabajos también eléctricos y percusión con batería, bongós… Todo cabía para el ruido, la alegría y… Y el santiguarse de la feligresía menos afín a aquellas novedades.
En los Salesianos, a quienes tanto debemos, generación tras generación fuimos heredando en aquella nueva etapa papeles e instrumentos. Decimos nueva etapa porque desde su asiento en Villena a principios del siglo XX, los Salesianos mimaron y animaron la música; como el teatro y el deporte. Dióscoro, heredero de lo que podríamos llamar en aquella época postconciliar una primera generación de músicos en Salesianos, formó parte de la anterior a la nuestra. A la nuestra, la tercera generación de entonces, le seguiría una cuarta, semilla de Maniobra, esqueje de la Orquesta Túrbula. Generaciones de músicos que heredamos la responsabilidad de hacer ruido en las misas pero que nos mezclábamos en los festivales de la canción, también y tan bien organizados por los Salesianos.
Así, cuando los festivales y las eucaristías con instrumentos eléctricos, coincidíamos en algunos ensayos. En la Iglesia, en el teatro. Nosotros, atentos a sus virtudes musicales, recordamos a Dióscoro haciendo dedos para tejer preciosas melodías. Sin prisa. Después de aquellos años de misas y festivales, después de demasiado tiempo, aún nos juntamos de la mano de Pepe Cabanes y amigos para algunos bolos con Manteca Colorá.
Que las melodías de Dióscoro nos transporten a variadas geografías musicales se comprende por el riquísimo bagaje musical que lleva embutido en su corazón. Son muchos años suyos atento a las armonías de todo color y procedencia. Dióscoro resulta una nutrida discoteca encarnada. Escuchando sus temas apreciamos un aliviadero dulce y tierno de ese embalse pleno de exquisiteces sonoras que Dióscoro ha alimentado con el avenamiento de diversas corrientes. Aquí la riqueza, aquí la belleza. Bagaje musical y… Vida, mucha vida vivida.
Con acierto inventarió Juan José Torres, hermano de Dióscoro, en artículo publicado en EPdV, las características de lo grabado: "un álbum musical plagado de sueños y despertares, de tormentos y salvavidas y de sentimientos arañados de sus propias entrañas". Muchos de los títulos que nos ofrece Dióscoro son biografía suya, tatuajes que la vida le ha dejado en su alma filantrópica. Filantrópica porque Dióscoro hasta cuando se queja, se disculpa. Ahora regalándonos melodías filtradas por el cedazo selecto de su mucha experiencia escuchada.
Es recurrente eso de que la música amansa a las fieras. Ésta es música del alma que amansa el alma. Escúchese por ejemplo "Elizabeth" –es difícil escoger entre tanta maravilla– y sentirán cómo su corazón mejora en bondad. Y el alma en sosiego. Corazón de músico ambulante, habría que construir un metro en Villena aunque sólo fuera por tener a Dióscoro Torres por las galerías tocando, calmándonos con su música las prisas de cada mañana.
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