EL CONVENTO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD Por J.R.C.
«FARO DE LUZ DIVINA, DE NUESTRO PUEBLO»
«Dormía y soñaba que la vida era alegría.
Desperté y me dí cuenta que la vida era sacrificio.
Serví y me di cuenta que el servicio era alegría».
Siento a mi pueblo como el suelo social de mis vivencias del que parten mis raíces con aquellas virtudes y vicios que el azar de la germinación infundiera en mi persona.
Estimo que es dócil como la hierba y vivaz cuando se le requiere. Considero un error a los que suelen llamar pueblo a las clases balas, cuando todos sobemos que la hierba vale porque de su lado y nivel se levanta el roble más alto y que ambos nacidos de la misma tierra, están destinados a fines dispares y precisos para el bien común.
Sólo así se concibe una sociedad bien ordenada en que coda persona siente su misión y lo realiza conforme a su naturaleza ayudándose con el amor del común origen a ese fin también común, del goce compartido. Donde el espíritu de los hombres vuelva a levantarse más fuerte y más puro.
Puede que nuestro pueblo no sea un cúmulo de perfecciones, pero sí anheloso en sus afanes de logro.
Sus más de cien fábricas de calzado, sus múltiples actividades afines. Su comercio, su agricultura y largo etc. son buena muestra de su progreso.
También en sus valores humanos se observa valor de altura. Las Asociaciones de Minusválidos, Exalcohólicos. Donantes de Sangre y Órganos. Protección a la Naturaleza, etc. hablan por sí solas.
No obstante el progreso que como vendaval arrolla, tiene en situaciones precarias a ciertos colectivos entre los que se halla la institución que encabeza mi escrito y perdón que no haga referencia a otras que puedan moverse en ese vaivén de incertidumbres.
Del Convento de monjas de clausura de nuestro pueblo se suele hablar poco, como suele ocurrir con todo aquello que vale mucho.
Se preguntarán muchos de Vdes. ¿Qué hacen a finales del siglo XX las monjitas de clausura?
Sencillamente las labores de toda ama de casa; administrar su huerto, confeccionar prendas, bordar, planchar de forma primorosa, como se deja ver en el ropero de nuestra «MORENICA» y ornamentos de Instituciones religiosas y como obligación primordial dedicarse a la activa y precisa «ORACIÓN» siguiendo la línea de «JESUS» mostrándole al «PADRE» la labor de cada día y pidiéndole aliento para seguir siendo ejemplo. Como debiéramos hacer todas las personas en nuestra intimidad.
Desde la primera hoguera que sirviera de luz y guía a los navegantes hasta los faros actuales, desde el primer ermitaño que hablara de un «SER SUPERIOR» a los Conventos de Clausura, han venido siendo éstos, medios de salvación.
Faros de Cristiandad, ha sido la denominación que la Iglesia dio a estos Centros de Oración, dado que en los momentos más arduos tanto los puntos luz salvadora de navegantes como de Almas, fueran regentados por Órdenes Religiosas. Todavía existen en esta dualidad de servicios, varios, siendo un ejemplo: el Faro de San Vicente al sur de Portugal.
El Convento de la Santísima Trinidad de Villena, data del año 1420. Desde su fundación ha venido siendo «FARO DE LUZ DIVINA» de nuestro pueblo. No está en mi ánimo describir su historia pero sí referir realidades de actualidad.
Ni las sequías ni las pestes, invasión Napoleónica de 1802, ni las desamortizaciones de 1836 y posteriores impuestas por «Mendizábal y Madoz evoluciones políticas, ni guerras civiles crearon desánimo en las Monjas Clausura.
Su labor sigue siendo la misma. Alentar con su ejemplo a cuantos les visitan.
Mirándose en ellas. Religiosos y Religiosas en su labor educativa, atendiendo ancianos en los asilos, hospitales, sanatorios, cárceles, orfanatos, siquiátricos, misiones, etc. Los que forman grupos para atender los suburbios y zonas de marginados y ese buen número de ciudadanos amigos; todos ven confortarse su ánimo para volver con nuevas fuerzas a sus cometidos en una sociedad de desagradecimientos e incomprensiones que corroen las Almas y vienen obscureciendo la Fe, esa Fe sincera que suele ser silenciosa y humilde, esa que no grita pero ama.
Y es curioso y me duele decirlo. Cuando el Convento se halla más respetado que nunca, pues el progreso social ha venido confortando su postura, más se deja sentir la falta de vocaciones.
THOMAS - NERTON, solía repetirse. «El gran problema que afronta hoy el Cristianismo no es el de los enemigos de Jesucristo. Las persecuciones nunca han hecho gran daño a la vida interior de la Iglesia como tal. El problema religioso real está en las Almas aquellas que creen sinceramente en Dios y que reconociendo la obligación de amarlo y servirlo no lo hacen».
Y a éstas son a las que yo me dirijo. ¿Acaso han desaparecido aquellas lucecillas que alentadas por el «ESPIRITU SANTO» cogieran el amor de altura preciso para labor tan sublime y necesaria?
La Venerable Madre Guiomá, hija de Don Juan Coloma de Elda y de Doña Isabel de Sá, descendiente de los Reyes de Portugal, que fuera una de tantas Religiosas que merecen destacar de este Convento, no sólo porque llevara riquezas, sino por su aportación a lo Orden, como Madre Superiora durante muchos años.
Solía decir: ¡OH ENGAÑOS DEL MUNDO! QUE LLAMAS DELICIAS A LO QUE HA DE COSTAR TANTAS PENAS. PUES SI EL PADECER DE ESTA VIDA HA DE TENER MINO Y EL DE LA ETERNIDAD NO HA DE TENER FIN. ¿PORQUE GOZAR DE LO QUE PRESTO VA A ACABAR?
Nuestro pueblo sin su «FARO DE CRISTIANDAD», quedaría falto de esa irradiación de luz y amor, tan precisa en la vida sus ciudadanos por mucho que nos creamos que el bienestar material lo sea todo.
Saber estar presta de amor a los demás, es una de las cosas más bonitas de la existencia.
La vida no merece la pena vivirla sino es para entregarla.
Extraído de la Revista Villena de 1991
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