En la tarde del sábado 17 de diciembre se presentó en la sede de la Comparsa de Estudiantes el libro premiado en la XIX edición del premio Faustino Alonso Gotor 2022 con la asistencia de Juan José Olivares en representación del Ayuntamiento y del presidente de la Junta Central de Fiestas Francisco Rosique, acompañados en la mesa por la nueva presidenta de la Comparsa Eli Micó y Vicente Prats García autor del libro y Mariana García López familiar que presentaría el libro. Al finalizar el acto Vicente Prats firmó en el libro de visitas de la comparsa. Enhorabuena.
Reproducimos la intervención de Mariana y Vicente…
Mariana García
Sr. Alcalde, Presidente de la Junta Central de Fiestas, Presidenta de los Estudiantes, madrinas y cargos de la comparsa, familiares, amigos, gracias a todos los presentes por acompañarnos esta
noche.
Nos hemos dado cita aquí, en la Sede de la comparsa de Estudiantes de nuestra ciudad, para llevar a cabo la presentación del libro que ha resultado ganador de la XIX Edición del Premio Faustino Alonso Gotor y que dicha Comparsa junto con la Concejalía de Educación y Cultura del M.I. Ayuntamiento de nuestra ciudad y la Conselleria de Educación Cultura y Deportes de la Generalitat valenciana patrocinan. Gracias a ellos, podemos seguir dando a conocer capítulos de la historia de Villena que de no ser así pasarían al olvido.
Cuando el autor del mismo, Vicente Prats García, me propuso presentarlo, no pude negarme a ello. En primer lugar por los vínculos familiares que nos unen y además porque el libro titulado
“EL BAR DEL TÍO PERE EL CAFETERO Y LA HORCHATERÍA DE LA FERIA”, trata directamente de mi familia, detallando hechos y vivencias desde la época de mi trastarabuelo y de manera más especial del protagonista principal de esta historia: mi tatarabuelo Pedro Clemente Catalán - el tío “Pere el Cafetero”.
Además, mi abuelo Paco “Paco Cafetero” junto a mi abuela Mariana fueron los últimos en regentar el bar hasta su cierre en 1976. Gracias Vicente por darme la oportunidad de ser yo la que lo presente.
Pero el libro no trata solamente de los personajes, sino que además nos relata la historia de dos de los establecimientos más singulares de nuestra población y de los sucesos, anécdotas e historias de todo tipo que allí ocurrieron y que a mi juicio son tan importantes como las personas que aparecen en esta publicación.
La aportación por parte del autor de una serie de documentos originales cedidos por mi familia, junto a una muy extensa colección de fotografías, así como la propaganda relativa a los dos
inmuebles mencionados y los recortes de prensa antigua villenera, confieren a este trabajo una calidad difícilmente superable en lo referente al tema que en el libro se trata, haciéndolo ameno y atractivo. Además, Vicente ha recurrido, en ciertos capítulos, a información de villenenses muy cualificados con el fin de aseverar sus afirmaciones.
El libro carece de prólogo, en su lugar el autor, con gran acierto, ha preferido introducir al lector al libro con un artículo publicado en su día por Andrés Navarro Domene en la revista “Marquesado” del Círculo Agrícola Mercantil de Villena que lleva por título “Sus ojos se cerraron. Recuerdo del bar del “Tío Pere el Cafetero”. En el breve espacio que ocupan dos páginas, Andrés Navarro hace una radiografía precisa del bar Cafetero, del Tío Pere, de su hija Dolores, de Ramona -nuera de éste- de José Olaya, alias “Vedrines” camarero que estuvo trabajando más de cuarenta años en el Cafetero y por supuesto de los parroquianos que allí se daban cita. De “Vedrines”, se cuentan muchas anécdotas; destaco una que mi padre me ha contado muchas veces:
Vedrines no utilizaba papel y bolígrafo para tomar nota cuando iba a atender las mesas, lo hacía todo de cabeza. Cuando se dirigía a una mesa y cada uno le pedía una copa de coñac de distinta
marca, tras escucharlos a todos, los miraba y les decía: “de acuerdo, 103 para todos”.
El segundo y tercer capítulo tratan del derribo del bar “Cafetero” con impresionantes fotografías obtenidas de los archivos del Museo Arqueológico José María Soler en las que se aprecian las distintas fases de la desaparición del edificio en agosto de 1979.
Continúa el libro con el árbol genealógico de los antepasados y los descendientes de Pedro Clement Catalán -el Tío Pere el Cafetero y de su esposa María Dolores González Ibarra, para acto seguido darnos a conocer algunos pormenores de la vida de José Clemente Navarro y Catalina Catalán Fernández, padres del Tío Pere el Cafetero. Como por ejemplo que ya en 1874 José Clemente Navarro aparece dado de alta en el Epígrafe de Tabernas con domicilio en la calle Estación de nuestra ciudad en donde desempeña junto a su mujer el oficio de “cafeteros” motivo por el que su hijo Pedro heredará el apodo de sus progenitores siendo conocido él mismo, así como su negocio como el bar del Tío Pere o Perico el Cafetero.
Prosigue el libro en su siguiente capítulo desgranando la vida del Tío Pere el Cafetero. Nace el 30 de julio de 1858 y poco se sabe de su infancia y adolescencia. Marcha al servicio militar con 19 años y su oficio es jornalero. Termina la mili y al año siguiente contrae matrimonio, ya no es jornalero, sino que está empleado en línea férrea y también ayuda a sus padres en el bar. De su matrimonio con Dolores González Ibarra nacen 9 hijos, de cuyas vidas iremos teniendo conocimiento a lo largo del libro.
También comprobaremos que “Perico el Cafetero” era una buena persona, si bien tenía un carácter autoritario, aunque amable, tranquilo pero recto. Testimonios obtenidos de personas que lo conocieron, lo definen como una persona de constitución fuerte y alto ideal para atajar las broncas provocadas por los que iban bebidos, medía 1.71 de estatura lo que no era común en aquel entonces. Uno de sus parroquianos dice de él que “tenía mucha autoridad, era muy flamenco, chulo, pero de respeto, tenía mando.”
En el testamento de sus padres, comprobaremos que se preocupó de ellos en la vejez como así se lo reconocen. Fue generoso con sus amigos y con los más necesitados. Colaboró también en
diversas iniciativas ciudadanas como por ejemplo en la construcción del Teatro Chapí. En 1888, seis años después de casarse, tiene 30 años, ha dejado ya su anterior trabajo y lo encontramos dado de alta en el Registro de Matrícula Industrial dentro del Epígrafe de Vino y Aguardientes en el domicilio de Corredera 2 inmueble en el que vivió y en el que estableció su negocio.
El bar estaba situado en el paraje de Entrefuentes junto a la Plaza Mayor, un lugar estratégico, donde se ubicó durante muchos años.
En el libro se diferencian los dos períodos en que el autor sitúa la existencia del bar: desde su creación en 1888 hasta la muerte de su fundador en 1936 y desde 1936 hasta 1976 en que fue regentado por sus sucesores. Una primera etapa de 48 años en la que “Pere el Cafetero” que fue un emprendedor nato, adquiere además del bar un local en la plaza de las Malvas donde abrirá un segundo negocio: la “Horchatería de la Feria”.
Hay que tener en cuenta que, en la plaza de las Malvas, cuya denominación en aquel entonces era plaza de Juan Ros y luego de Canalejas, se ubicó durante muchos años la tradicional Feria anual que todavía se viene celebrando en nuestra ciudad, por lo que resultaba lugar idóneo para un negocio de estas características.
Además, en la plaza solían celebrarse verbenas y bailes, por lo que solían acudir gran cantidad de personas que aseguraban un buen número de parroquianos para su local. Si bien la horchatería fue concebida como su nombre indica para destinarlo a heladería y café, más adelante fue casino servido por camareras o como figura en los anuncios publicitarios de la época, “servido por elegantes señoritas”. En sus locales además de las horchatas, café y otras consumiciones, “se tiraba de la oreja a Jorge”:
No diremos más sobre este establecimiento. El lector deberá descubrir su curiosa y desconocida historia a través de la lectura del correspondiente capítulo. De verdad que les sorprenderá.
Retomando la historia del bar, como hemos dicho anteriormente, la segunda época transcurre desde el fallecimiento de Pedro Clement en febrero de 1936 hasta el cierre del bar en septiembre de 1976. Un periodo de 40 años, primero bajo la dirección de Dolores Clement González conocida cariñosamente como “Lolica la Cafetera” y de su marido Pedro García Pardo, que amplían el edificio en 1952 con los que adquiere la típica construcción que muchos de los aquí presentes habrán conocido. Posteriormente, sus hijos Paco, Anita y Pedro continuarán el negocio para finalmente ser Paco y su esposa Mariana, con la colaboración de la Tata Ramona y Vedrines los que quedarán a cargo del negocio hasta su cierre.
Si me lo permitís me gustaría hacer un inciso en la presentación, para agradecer a mi abuela Mariana el esfuerzo que ha hecho hoy para poder acompañarnos a todos en esta presentación, pues como acabamos de comentar fue ella junto con mi abuelo los últimos en regentar el bar.
Como bien se cuenta en el libro, durante muchos años el bar solía permanecer abierto casi las 24 horas, días festivos incluidos; los trasnochadores casi daban el relevo a los madrugadores. Rara vez se cerraba, tal es así que una Nochebuena mi abuelo Paco decidió cerrar por la noche para poder celebrarla en familia. Dicen que incluso esa noche acudió gente al bar y al ver las puertas cerradas, al día siguiente abroncaron a mi abuelo por dejarlos sin servicio.
En los capítulos siguientes del libro, Vicente detalla como la comparsa de Labradores o la de Piratas se gestaron en sus salones e incluso esta última, algunos años, tuvo su cuartelillo en Fiestas en la terraza del “Cafetero”. También nos cuenta anécdotas relacionadas con las “Carreras de Camareros” que hasta hace unos años se venían celebrando en nuestra ciudad.
Finalmente, dedica un capítulo al matonismo, con el relato de dos sucesos funestos ocurridos en el bar y termina con otro dedicado a sus propias conclusiones sobre el libro que hoy presentamos.
Me gustaría acabar esta presentación con la lectura de un trozo del poema titulado Recordando el bar “Pere el Cafetero” escrito por Manuel Zapater Poveda que dice así:
“Siento tristeza al pensar/ y al mismo tiempo alegría;/ cuando me acuerdo del bar/ que lleno solía estar/ a cualquier hora del día. / Siempre que paso, me digo/ - Aquí estuvo el primer bar / y el mejor que he conocido…/ Era cómodo, sencillo/ y también, muy familiar. / Antes de expresar cual es, / sabréis al que me refiero / por fácil de adivinar / este fue muy popular/ el dueño y su camarero. / Aquel bar aquí en Villena, / aunque no de mucho esmero / lo fue muy acogedor../ Gracias a su gran tesón / del TÍO PERE EL CAFETERO.
Vicente Prats
Señoras y señores, queridos amigos y familia, muy buenas noches
La primera intención que tiene el autor al participar en un certamen literario -no nos vamos a engañar- es conseguir que premien su trabajo. Ese es el principal objetivo. Ahora bien, en ocasiones, existen también otras motivaciones y no solamente el lograr el reconocimiento de un jurado a la hora de valorar los merecimientos de la obra que se envía a concurso.
En mi caso y en concreto en el trabajo que hoy se está presentando -“El bar del “tío Pere el Cafetero” y la “Horchatería de la Feria”- hay una serie de condicionamientos importantes que van más allá del trabajo en sí mismo y que son los que me han motivado a realizarlo.
En primer lugar, como se acaba de comentar, los propietarios finales del bar “Cafetero” fueron mis tíos Paco y Mariana a la que quiero agradecer muy especialmente que nos acompañe hoy; con ellos y con sus hijos Pedro, Antonio y Lola -mis primos- he pasado muchos momentos felices, gran parte de ellos en el “Cafetero”.
Los domingos a mediodía eran para mí cita obligada; acudía invariablemente al bar y allí saboreaba la sepia a la plancha, los riñones, el hígado… que ración tras ración servía mi tía Mari los fines de semana a los tertulianos que día a día llenaban el bar, con sus interminables partidas de dominó, cuyos tanteos se apuntaban a lápiz en el mármol de sus típicos veladores en medio del humo de los cigarros y puros consumidos durante las muchas horas que allí pasaban… algunos casi más que en su casa. Todavía veo a mi tío Paco tras la barra del bar; a Vedrines charlando y sirviendo los cafés y copas que se le pedían, a Ramona y a mi tía Mari en la cocina…
Recuerdos y sabores que por mucho tiempo que transcurra, permanecen y permanecerán indelebles en mi memoria.
Me acuerdo perfectamente del desaparecido edificio, de sus estancias, de sus rincones, de su sótano con la piedra de lavar, del agua que proveniente del minado de la Plaza Mayor, discurría generosa por los bajos del Cafetero para pasar por el lavadero, antes de continuar su camino hacia la huerta…
Más de una vez, dormí en sus habitaciones, bien por quedarme a cuidar de mis primos o por refugiarme en el bar buscando el descanso en alguno de los días de Fiestas. También he comido allí precipitadamente más de un día cinco para volver a entrar durante el desfile de la Entrada y pedirle a mi tío Paco que me rellenase de licor los botellines vacíos.
Allí he compartido con mi familia Nochebuenas inolvidables; mi primera cerveza, mi primer cubalibre, los ratos jugando en la máquina de pin-ball o en la Plaza Mayor encestando en la canasta que había adosada a sus paredes antes de su remodelación o cogiendo caracolillas en la Fuente de los Chorros…
Y como no mencionar los inolvidables helados hechos a brazo de manera artesanal por mi tío Paco en las celebraciones familiares. Muy de vez en cuando, en contadas ocasiones, todavía mi primo Antonio se anima a elaborarlos. Serían interminables los recuerdos a mencionar…
En segundo lugar, cuando tomé la decisión de empezar el libro que hoy edita la Comparsa de Estudiantes de nuestra ciudad, a la que desde aquí felicito por su feliz iniciativa a la hora de crear y mantener el premio de Ensayo e Investigación “Faustino Alonso Gotor” que este año celebra su XIX edición, lo hice porque quería que tanto la historia del bar como la de la horchatería, no quedasen olvidados; que en caso de resultar editado, los posibles lectores supiesen de su apasionante historia.
Para ello, lo primero que hice fue poner la idea en conocimiento de mis tíos y primos. Con su aprobación y su inestimable colaboración -verbal y documental- complementada con la valiosa ayuda que para mí supone el archivo de mi padre, di comienzo a la investigación.
Muchas llamadas, visitas, consultas, entrevistas… En total, cinco años para elaborar el trabajo que hoy ve la luz. A todas las personas y entidades que han colaborado en él les doy mi más sincero agradecimiento en el correspondiente apartado del libro. Desde aquí, gracias a todos una vez más.
Una vez reunida toda la información necesaria, desde el principio tenía claro cómo debía iniciar la introducción del trabajo que desarrollaría seguidamente. Como ya Mariana ha hecho mención en su presentación, en la revista “Marquesado” que editó el Círculo Agrícola Mercantil en el año 1980 -meses después de la demolición del edificio que albergó el bar “Cafetero”- aparecía un artículo firmado por Andrés Navarro Domene titulado “Sus ojos se cerraron. Recuerdo del bar del “tío Pere el Cafetero”. Un artículo nostálgico que me cautivó. No lo dudé; era perfecto. Muchas horas he pasado también leyendo la prensa antigua villenense para poder recopilar artículos, publicidad, hechos luctuosos… etc. Espero que el lector disfrute con su lectura.
Y si quizás algunos de los más jóvenes aquí presentes no recuerden o no hayan conocido el “Cafetero”, estoy seguro que la gran mayoría de Vds. no habrá oído mencionar “La Horchatería de la Feria”. El adelanto que ya les ha hecho Mariana, queda completado con la extensa crónica que se hace en el libro.
Por lo demás, comentar a Vds. que en este trabajo he querido también, aunque sin entrar en profundidad, reflejar una pincelada de la época en la que Pedro Clement Catalán -nombre completo del tío “Perico el Cafetero”- vivió; unos años difíciles. Asimismo precisarles que he intentado realizar un trabajo que a la vez que reuniese datos, fechas y hechos, también fuese agradable y ameno al lector. Para ello, he incluido una muy importante y extensa documentación de todo tipo que he complementado con anécdotas e informaciones de investigadores locales. Espero haberlo conseguido, pues como bien dice el psicólogo y escritor Jacques Salomé: “Un libro siempre tiene dos autores: el que lo escribe y el que lo lee”. Me gustaría sinceramente compartir la autoría de este libro con todos Vds.
Y por último, agradecerles su presencia y animarles a que no dejen pasar la oportunidad de conocer otro capítulo más de la historia de nuestra querida ciudad. Estoy seguro que descubrirán una Villena desconocida -ya desaparecida- al tiempo que pasarán un rato agradable.
Y si me lo permiten y como despedida, me gustaría leerles un fragmento de un artículo escrito por el añorado Alfredo Rojas Navarro en 1985 titulado: “La Corredera”.
Dice así:
“La primera casa era el bar del “tío Pere el Cafetero”; de él refieren los cronicones ciudadanos viejas historias de desafíos y desplantes, de chulos de navaja y aún de pistola que venían de lucir el tipo ante las izas, rabizas y colipoterras de la cercana calle del Reloj. El bar es hoy una oficina de ahorro; allí ante las ventanas de discretas cortinas que protegen el secreto bancario, puede verse hoy, de vez en cuando, a dos o tres gitanos, con mirada más triste que torva, que ensayan el gesto de perdonavidas mientras llega la ocasión de llevarse al hombro unas banastas de fruta con cuyo transporte ganar unos duros.
Enfrente, donde hubo unas pescaderías en cuyo amplio mostrador de granito se aplastaban los pulpos o mostraban el rosado corte enormes trozos de atún, hay ahora unos comercios despersonalizados. Encima de ellos, también al otro lado de la calle, se alzan enormes y abrumadores edificios oscuros con angostas ventanas, insolentes moles que parecen amenazar con sólo su voluminosa presencia. Barrió también el tiempo la tienda de “La Negrita”, el viejo portón de la “Casa de la Cadena” con hondo zaguán de losas de simón…”
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