LOS CAPITANES Y ALFÉRECES DE VILLENA
Las figuras de los capitanes y alféreces en las fiestas de moros y cristianos de Villena, hasta el momento, nunca han revestido el protagonismo alcanzado en otras poblaciones. Lejos de ser cargos eje a través de los cuales se desarrolla toda la fiesta, en Villena se ha tratado de cargos simbólicos que, en muchas ocasiones, no han encontrado voluntarios a la hora de cubrirlos, siendo precisa la repetición de personas una y otra vez. Y no por los motivos económicos que en otras fiestas de moros y cristianos detienen a los candidatos ante la imposibilidad de hacer frente a tantos gastos. Precisamente en Villena éstos son mínimos, y salvo los detalles que cada cual tenga el gusto de realizar, apenas rebasan los de cualquier socio de la misma comparsa. Es más, socios que pertenezcan a escuadras especiales o que se preocupen de participar en una retreta bien organizada gastarán con toda seguridad más que el capitán o el alférez. O bien, si se trata de la misma persona, se dirá que ha invertido más en ser miembro de una escuadra que en ejercer de capitán o alférez. Entonces, ¿Por qué esa ausencia de candidatos?, en resumen, podemos decir que porque, en Villena, la palabra cargo va unida a su homónima carga. Y los cargos, como cargas, son codiciados por muy pocos. En uno y otros lugares, desempeñar la capitanía es el orgullo de una familia ser abanderada culmina las ilusiones de años de espera, porque en ese vivir la fiesta a lo grande que cuesta su dinero, aquellos que asumen los papeles son los auténticos protagonistas de la semana festera. Ellos brindan sus boatos, sus parafernalias y sus comidas y cenas al pueblo, que les corresponde generosamente con aplausos y enhorabuenas en actos públicos y privados. En Villena, la enhorabuena se convierte en ese simpático "te acompaño en el sentimiento" cuando alguien se entera que te han designado para pasar unas fiestas con la banda puesta. El capitán, en principio responsable de toda la organización de la comparsa, ve disminuidas sus facultades, en parte por el veto que se impone él mismo, ante la insubordinación general de los asociados en unas fiestas -sobre todo desfiles- en los que se pone de manifiesto el carácter lúdico por encima del espectáculo para el espectador, basado en una correcta formación. El alférez, por su parte, carga con la bandera y al no deber separarse ni a sol ni a sombra de ella se ve como algo sacrificado y poco grato de llevar a cabo.
Pero una nueva etapa dentro de los cargos festeros se alumbra en Villena. Fue iniciada tímidamente en 1986, y aunque sin cambios espectaculares, sigue su camino adelante, tratando de reconvertir esta figura en algo que, hoy por hoy, no es como debiera. Evidentemente, cada fiesta tiene sus tradiciones, y en cada lugar se acuñan unos sellos particulares. Villena, a la hora de pulir sus cargos, de darles el realce y el puesto que les corresponde, no va a imitar a tal o tal población. Será dentro de un estilo muy propio en el que se van a desenvolver estos pequeños cambios, que tenderán, antes que nada, a que exista una mentalización a la hora de dignificarlos.
Baste recordar, para demostrar que aún queda camino por recorrer, que cuando hace breves fechas se propuso que los alféreces fuesen los portadores de las farolas en la retreta del día 7, en la mayoría de las comparsas se negaron a ello, siguiendo cada cual con su tradición.
El despegue se ha producido y, con menos dinero que imaginación y ganas de hacer, los capitanes y alféreces van consolidándose. Y en algunas comparsas, por qué no decirlo, estos cargos llevan impresa una connotación especial. Dentro de unos años, probablemente, existirá una gran competencia por desempeñarlos, y ser capitán o alférez será un auténtico orgullo. Los actuales, por su parte, tratarán de dignificar los cargos, de los que, por supuesto ya se sienten más que orgullosos, para que en un futuro todo lo apuntado sea una auténtica realidad.
ANTONIO SEMPERE
Extraído de la Revista Villena de 1989
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