Evocación.
El Pilar y las Virtudes. Francisco Hernández Pbro.
El jubileo de María en el Santuario del Pilar de Zaragoza es este año el centro de convergencia de toda una España peregrinante.
Es la alegría de una nueva España que canta a la Virgen, Madre de Dios y de los hombres, cánticos de alabanza y gratitud después de haber conquistado la ocasión de restaurar todas las cosas en Cristo.
En este amanecer de oro y de grana no hemos de dejar que las tinieblas avancen. Que no pierda su resplandor la Estrella de los mares, Santa María... Sintamos el orgullo, como españoles, de poder decir ante la faz del mundo que la Madre de Dios puso sus plantas virginales, antes de subir a los cielos, en Zaragoza y dejó a España la Fortaleza robusta y diez y nueve veces secular de una Columna.
Es preciso peregrinar. Es preciso poner todas las cosas en un movimiento ascensional hacia Cristo. Es preciso hacer de nuestras vidas, que se han salvado de la muerte en la guerra, manantiales fecundos en obras cristianas. Es preciso salir en busca de milagros que devuelvan la salud a los enfermos de alma y de cuerpo. Ahora que sentimos todavía las consecuencias purificadoras de una guerra y de una revolución que pueden ser, si queremos algo decisivo en el caminar de nuestra Patria por el Imperio hacia Dios, es preciso caminar con paso de penitentes, romeros del espíritu, rezando letanías de misericordia y rosarios engarzados con penas y alegrías, por las rutas severas y ascéticas de Zaragoza.
Si no podemos caminar arrastrando por las sendas de España nuestros pies ensangrentados, demos rienda suelta a las alas del espíritu y peregrinemos a las Virtudes como sí pisásemos el camino de Zaragoza. La misma Madre que se apareció al Apóstol Santiago en el margen rumoroso y fértil del Ebro, ratificó en el Chopo, con el título dulcísimo de Las Virtudes, su amor enloquecido de Madre para con los hijos de Villena.
A nosotros nos toca incorporarnos a esa magna peregrinación de España en el Santuario de la Virgen de las Virtudes.
Que allá, en la hondonada graciosa de «la laguna», la tarde del 5 de Septiembre, se enciende una Estrella como sí amaneciese. Encerrada en su camarín como en un estuche de nácar, ilumina y calienta sin cesar. Por unos días, sin embargo quiere ser para todos los villenenses la Estrella de consuelo, de paz y de amor... y sale. Quiere señalar, como la estrella que guió a los Magos, el camino que lleva hasta Dios. Sale... camina derramando sobre los que la miran con amor avasalladora catarata de sonrisas.
Vamos a acompañarla en su caminar hacia Villena, porque lleva en sus brazos a Dios y Dios está dispuesto, si volvemos para siempre nuestra vida hacía El, a dejar escapar de sus manos la paloma blanca y sencilla de la Paz...
Extraído de la Revista Villena Azul de 1940. Fiestas
No hay comentarios:
Publicar un comentario