MONÓLOGO DE LA NOCHE DEL DÍA CUATRO
Parecía que no iba a llegar nunca el día cuatro y ya casi se ha pasado; porque tienen que ser, por lo menos, las once. Mi abuela ha entrado ya cuatro o cinco veces a ver si me he dormido. Pero no sé lo que me pasa esta noche que estoy igual de despierto que si fuera medio día. Y eso que yo siempre me duermo enseguida. Mi padre y mi madre se han ido a la cena de la Comparsa y me han traído a casa de los abuelos por no dejarme solo. Y ahora deben estar las calles llenas de gente, que se habrán ido todos a los bailes, y a oír la música, y a las cenas de los festeros. Pero estoy seguro de que ninguno de ellos está tan contento como yo.
Antes contaba los días que faltaban, pero ahora sólo me quedan unas cuantas horas. Porque mañana a las doce saldré de alférez infantil, con la bandera nueva, que ya está en mi casa, en un rincón del comedor; y con el sable, o la espada, o como se diga. Y la banda y el gorro, que lo tengo todo preparado encima de mi cama, porque como esta noche no tengo que dormir en casa, mi madre me lo ha puesto todo allí. Voy a estrenar toda la ropa, y los zapatos, también. Y por la tarde, casi todo el traje de festero, nuevo también, menos las cosas que dice mi madre que me hizo el año pasado.
Mi primo, como es mayor que yo, que ya tiene doce años, sale de capitán. Pero yo, aunque fuera el mayor, me gusta más salir de alférez, porque llevo la bandera. Dice mi madre que a lo mejor, me canso. ¡Si no pesa casi nada! La podría llevar un día entero si hiciera falta. Y mañana vamos a ir mi primo y yo los primeros, que me lo ha dicho mi padre; detrás, los dos mayores, el capitán y el alférez. Luego, la madrina mayor, la infantil y la música, tocando detrás para nosotros solos.
Yo he salido de festero desde que era muy pequeño, cuando me llevaba mi padre en brazos, que eso me lo ha dicho él muchas veces. Y después he ido sólo con otros chiquillos como yo. Pero salir así, con la bandera delante de todos, es una cosa que la pienso y casi no me la creo ni aún. Hace dos o tres semanas, cuando presentaron a las madrinas y nos llamaron a mi primo y a mí, no sé lo que me pasó cuando dijeron mi nombre por el altavoz y salimos los dos de la mano, con el gorro puesto, y subimos al escenario y el presidente nos puso las bandas, nos dio los sables y nos besaron las madrinas. Y eso no es nada, porque mañana iremos los primeros por la Corredera, y toda la gente, aplaudiendo; y por la tarde, lo mismo, y en el desfile infantil iremos los dos solos, porque ni siquiera saldrán los mayores. Y aún me dice mi padre que lleve cuidado, que me porte bien y que no me quite la bandera del hombro, ni me ponga a jugar con ella, y que mientras la lleve, nada de ir mascando chicle ni comprarme cosas. Y no hace falta que me lo hubiera dicho; porque voy a ir ni mejor, que nadie tenga que llamarme la atención. Ya me lo dijo el presidente, que él tiene confianza en mí, que sabe que lo voy a hacer bien y que no va a tener queja. y es verdad, que no va a tener que reñirme por nada; ni él, ni mi padre, ni mi tío, ni ninguno.
Y tengo sueño, pero sigo despierto. Ha entrado mi abuelo ahora y he cerrado los ojos como si estuviera durmiendo. Y entra el abuelo porque seguro que la abuela está en la silla delante de la tele, que no se entera de lo que hacen, porque se sienta allí y enseguida se le cierran los ojos. Pero yo no sé lo que me pasa a mí hoy. Bueno, será eso de que es el día cuatro, y estoy todo el verano deseando que llegue. Por eso toda la gente se irá por ahí, porque no podrán dormir. Con razón dice mi abuelo que el día cuatro no hay quien duerma. A ver si esta noche va a entrar un ladrón en mi casa, esta noche que no hay nadie, y se lleva la bandera, y el sable, y la banda. No quiero ni pensarlo. Lo que me sabe mal es que el año que viene no seré alférez, pero claro, tendrá que ser otro. Aunque eso está muy lejos, y este año sí que voy a ser. El año que viene, a lo mejor ya salgo con otros chiquillos mayores. Y tengo ganas de crecer, y seguir saliendo siempre, como sale mi padre y salía mi abuelo, porque esta es mi Comparsa y es la mejor de todas, y no la cambio por ninguna. Cuando sea mayor tengo que ser de los que se preocupan de hacerlo todo bien, como hace mi padre, y de que seamos de los que mejor desfilen. Porque yo voy a seguir saliendo de festero siempre, que no me acostumbraría nunca a ver la Entrada en una silla. Ya queda poco; mañana, cuando me despierte, me voy corriendo a mi casa, o voy primero a casa de mi primo. Ya veremos. Mañana... la bandera, estoy más contento, el sable, ya queda poco, que sueño, madre, Mañana...
Alfredo Rojas
Extraído de la Revista Villena de 1988
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