CLARA JANÉS: La poesía como esencia. Por Pedro Villar
Clara Janés, a quien tuvimos la oportunidad de escuchar en una brillante intervención con motivo del «Homenaje a la poetisa Paloma Palao» el pasado veintitrés de abril, es una de las voces más limpias de nuestra poesía actual.
Su trayectoria lírica está jalonada de bellísimos e importantes libros: «Las estrellas vencidas» (Ágora, 1964), «Límite humano» (Oriens, 1973), «En busca de Cordelia y poemas rumanos» (Álamo, 1975), «Antología personal» (Ediciones Rialp, 1979), «Libro de las alienaciones» (Ayuso, 1980), «Eros» (Hiperión, 1981), «Vivir» (Hiperión, 1983) Premio «Ciudad de Barcelona» 1983, «Kampa» (Hiperión, 1986) y «Lapidario» (Hiperión, 1988).
Es autora también de varios libros en prosa, entre los que destacan: «La vida callada de Federico Mompou» (Ariel, 1975) Premio «Ciudad de Barcelona» de ensayo en 1972, «Sendas de Rumanía» (Plaza y Janés, 1981), «Tentativa de olvido» (narración breve) en el libro «Doce relatos de mujeres» (Alianza, 1982) y «Federico Mompou: Vida, textos y documentos» (Fundación Banco Exterior, 1987).
También ha realizado importantes traducciones de poetas como Jeroslav Seifert (Premio Nobel en 1984) y Vladimir Holan.
Clara Janés emprendió, a finales de 1986, la edición de una colección de poesía, «Papeles de invierno», que proyectara Paloma Palao, y que Clara Janés y un reducido grupo de amigos iniciaron como homenaje a la memoria y recuerdo de esa excepcional poetisa.
Hasta la fecha han aparecido tres poemarios en dicha colección, todos exquisitamente editados. Es común a todos ellos unos preciosos versos de Alciato que merecen la pena señalarse y que alumbran e ilustran el sentir humano y la hondura lírica de los creadores de tan digna colección:
DESPUÉS DE LA MUERTE
Al olmo viejo, seco y sin verdura,
La parra fresca y verde entretexida
Es encubierto exemplo en tal figura
Que al'amistad durable nos conbida.
Pues no es perfetto amor el que no dura
Al menos hasta el ir de aquesta vida,
Bueno será buscar amigos tales
Que quedos siempre estén a nuestros males.
Le siguió la edición de «Hortus conclusus», libro inédito de Paloma Palao que recogía una hermosísima serie de veintidós poemas sobre diversos árboles. El árbol como símbolo de una esperanza que no acaba con la muerte, vida que no se agota en su raíz, ni en la luz, ni en la sombra que habite. En él la elegancia de sus versos, la musicalidad y la perfección de su arquitectura se aúnan en esa geografía vegetal trascendida a la que nos traslada su lectura.
No es casualidad la coincidencia temática y simbólica en los dos primeros títulos de la colección, pues tal como apunta Clara Janés «era el andar bajo los árboles lo que más hondamente desvanecía en Paloma Palao la amenaza de la finitud».El último poemario editado ha sido hasta el momento «Estambul» de Ilhan Berk (Manisa, Turquía, 1918) al que Juan Carlos Suñén, en una reseña aparecida recientemente en el suplemento de los libros del diario «El País», señalaba como el más importante poeta turco de la segunda mitad de este siglo. Los poemas fueron traducidos por Clara Janés y Lütfü Takatlioglu.
«Lapidario», de reciente aparición, es el título del último libro de versos de Clara Janés (Ediciones Hiperión, 1988). En él su autora nos deleita con la profundidad de sus poemas en esa geografía de silencio en la que alumbra un nuevo estado de la materia. «Lapidario» está formado por una serie de treinta composiciones sobre distintas gemas. Piedras preciosas que en sus manos descubren su tacto, su alma, su razón de ser, equipaje desde el que traza un perfil único, semblanza amorosa de una presencia olvidada. Porque cada piedra: jacinto, carbunclo, topacio o esmeralda es una iluminación, un deseo, un enigma, una revelación poética que el verso de Clara Janés intuye y edifica con gran pureza y sensibilidad, penetrando en su arquitectura como en un santuario, en esa sustancia etérea que configura su esencia y su misterio para abandonarse en su contemplación y hallar magistralmente las palabras que configuran y dan sentido al verso, esencia viva de cada gema:
Testimonio del fuego que apresa la materia,
casi heroico en su lucha, se esfuerza ese jacinto
en emitir su forma; hiere suavemente,
abre vetas rosadas y hacia lo alto apunta,
como ave que elevara en su pecho la púrpura
y el oro en desafío, cuando embiste la sombra.
Preceden y complementan a cada poema unas introducciones, prosa poética, que señalan utilidades y propiedades recogidas de antiguos y diversos lapidarios como los de Alfonso X el Sabio, escritos del Marqués de Villena («Tratado de aojamiento») o los de Marbodeo Gallo, éstos en verso. Pero Clara Janés va más allá en su poesía, a través de una diáfana luz penetra en cada gema consiguiendo unos resultados sorprendentes, donde palabra y materia gozan de un sentimiento común, de un mismo latido, imagen de una realidad trascendida en el límite de su contemplación.
A buen seguro, «Lapidario» es uno de los mejores y más notables registros de nuestra lírica actual.
Sirvan estas líneas como invitación para el acercamiento a la obra de esta singular poetisa, y homenaje a una trayectoria ejemplar.
Extraído de la Revista Villena de 1988
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