LAS FIESTAS DE MI PUEBLO
Mi querido amigo, el director de Villena Joven, me hace el honor de solicitar de mí unas cuartillas para el número extraordinario que, con motivo de las Fiestas de Septiembre, se va a publicar de dicho periódico.
Si no fuesen bastantes a inclinar mi ánimo, ya propicio a complacerle, mis deseos de colaborar en ese semanario para quien tanto afecto guardo en lo hondo de mi pecho, bastarían para afianzarlos y sostenerlos, el que yo viese en la persona que me hace la demanda a uno de aquellos profesores del Colegio de Ntra. Sra. de las Virtudes (con quien, dicho sea de paso, estamos en deuda de gratitud los que fuimos sus alumnos), que con tanta solicitud y cariño labraron los primeros surcos de cultura en nuestras todavía yermas inteligencias.
Pero, tan grandes como mis deseos, son mis perplejidades cuando pienso en algún tema para estas deslavazadas cuartillas. ¿De qué hablaré yo que no haya sido tratado con galanura exquisita por plumas más pulidas que la mía? :Haría falta el estilo pulcramente castellano, el estilo insuperable de un Miró o de un Pérez de Ayala, para adornar con galas literarias—tersa y suave piel femenina para el esqueleto de nuestras pobres ideas—el armazón de nuestros hondos sentimientos, de ese cúmulo de sensaciones, que, los nacidos en esta tierra, tenemos estos días en nuestro interior y para con él poder cantar a estas Fiestas de mí pueblo, tan cultas, tan alegres, tan hermosas, de tan fuerte colorido y de tan intensa atracción y en las que junto a los actos de devoción ferviente a nuestra Patrona, la dulce Virgen de tez morena, destacan esos otros festejos en los que se mezclan, como en cock-tail delicioso, el estruendo de los arcabuces, la tonalidad multicolor de las comparsas en los desfiles y retretas, en las que las pupilas fosforescentes y policromadas de los farolillos dan a la noche un no sé qué de misteriosa brujería y tras la fiesta brava de los toros, mezcla de gallardía y brutalidad, la lluvia de confetti y la red tupida de ondulantes serpentinas: amarillas, como la mies; azules, como el espacio infinito; rojas, como boca escarlata de mujer... Fiestas de misticismo y sensualidad; de nostalgias y de francas explosiones de alegría...
Y por eso los que no vivimos en Villena y con la ausencia y la distancia tenemos nuestros afectos hacia ella depurados de toda escoria, venimos a compartir, con todos, estas horas de regocijo, a sintonizar nuestros corazones en el mismo punto de amor materno, a descubrir la intimidad de nuestros sentimientos a nuestra Madre: en su triple contenido esta palabra, que semeja murmullos arrobadores y dulces estremecimientos de nuestra Virgen, el pueblo que nos vió nacer y la mujer adorada a quien debemos la vida...
A. Fernández Moscoso
Extraído del periódico Villena Joven de 1928
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