16 dic 2021

1986 NOTAS SOBRE ARQUEOLOGIA URBANA VILLENENSE

NOTAS SOBRE ARQUEOLOGIA URBANA VILLENENSE
Por José M.ª Soler García
Fue éste el tema de una de las comunicaciones que presentamos al Coloquio sobre Arqueología Alicantina celebrado en Alicante del 10 al 12 de junio de este año.
Ya en 1956 dimos a conocer, en las páginas de esta misma revista, un magnífico lote de loza dorada aparecido al derribar una casa en la Puerta de Almansa, y más recientemente, en el número correspondiente a 1984, nos hemos referido a las excavaciones realizadas en el subsuelo del propio Museo Arqueológico.

Croquis del yacimiento y cerámica de la calle de San Antón

Otro descubrimiento importante fue el de la prolongación de la calle Mayor, frente a la portada de Santa María. Al derribar la antigua casa, mucho más bella que la que ahora existe, se puso al descubierto un trozo de la antigua muralla, adherida al cuál pudo observarse una sucesión de estratos arqueológicos que comenzaban en el nivel inferior con cerámicas griegas de barniz negro e ibéricas pintadas perfectamente datables en el siglo IV antes de C., a las que se superponían las capas islámicas y los estratos medievales cristianos recubiertos por los de nuestros días. La premura con que hubimos de realizar aquellos trabajos nos impidieron obtener todos los datos que nos ofrecía aquella impresionante sucesión.
Las palas excavadoras en el solar de la Casa de la Cultura
De 1949 es el descubrimiento en la calle de la Corredera, frente al Círculo Villenense, a unos cinco metros de profundidad, de unos gruesos muros de mampostería elevados sobre grandes maderos paralelos que les servían de base. Recogimos de allí gran cantidad de tiestos y varios cangilones de noria enteros y en perfecto estado. Algunas vasijas eran las clásicas musulmanas de pasta clara con dibujos oscuros de manganeso. Aparecieron también fragmentos de espada con empuñadura de hierro. Dimos somera cuenta de aquel hallazgo en el tomo II del Noticiario Arqueológico Hispánico, publicado en 1955.
Planta del solar de la Casa de la Cultura. 
Situación de los pozos, galería y habitaciones.
En una antigua casa blasonada de la calle Empedrada que fue derribada hace una veintena de años y aún continúa sin edificar, pudimos observar varias grandes tinajas enterradas que aún deben permanecer «in situ». No disponíamos entonces ni de medios ni de lugar en don-de depositarlas.
Planta de las habitaciones del ángulo Nordeste
Al derribarse hace algunos años otra casa blasonada, la de los Selva, también en la Corredera, apareció asimismo abundante material, especialmente cerámico, datable en los siglos XVII y XVIII.
En los cimientos del actual Mercado se puso al descubierto el basamento en grada del antiguo «rollo», signo distintivo de las «villas», rodeado de grandes cantidades de loza dorada de Paterna y Manises, muy descompuesta, fechable en el siglo XV.
Cámaras subterráneas en el subsuelo de la Casa de la Cultura
Sólo mencionaremos de pasada los arcos árabes de la plaza de Santa María, todavía por explorar, y los numerosos enterramientos que aparecen en las Casicas de Hellín y calles aledañas o en La Losilla, cuidadosamente ocultados por los propietarios de las fincas, y que corresponden a las dos necrópolis musulmanas situadas extramuros de la Puerta de Almansa y de la Puerta de Biar.
Planta de galerías muro Norte
Uno de los hallazgos más importantes de este tipo fue el de la calle de San Antón, esquina a Empedrada y frente a la del Castillo. En el patio de una casa que se derribó apareció un pozo rectangular de mampostería (A del croquis), en una de cuyas paredes se abría un pasillo que conducía a un recinto circular, de dos metros de diámetro, con techo de tierra abovedado en media naranja (B). Por otro arco, mayor que el de la entrada, se penetraba en otra galería (C) con bóveda de cañón, de más de cuatro metros de longitud, que se cerraba también a modo de cúpula (E). Este tramo norte-sur se cruzaba perpendicularmente con otro este-oeste. El brazo oriental (F) no pudo explorarse, y el oriental (D) estaba cerrado por un muro de piedra levantado por los constructores del nuevo edificio, que habían rellenado todos los recintos con los escombros de la obra antigua. Por una pequeña brecha que abrimos en aquel muro pudimos penetrar en la galería D, que tenía unos seis metros de longitud. Hacia el fondo, a la derecha, pudimos excavar una zanja en tierra rojiza arcillosa de unos dos metros de profundidad. El material recogido fue abundante y variado; ollas vidriadas por el interior y tiznadas por la superficie externa; tazas y platos vidriados en blanco; vasijas bizcochadas con pintura al manganeso; fragmentos vidriados en blanco con trazos en azul; trozo vidriado en blanco con franja azul esgrafiada con rombos y círculos, y cuencos de orejetas triangulares y lobuladas con reflejo dorado. Todo ello nos lleva a unas fechas de finales del siglo XV o principios del XVI.
Cerámicas pintadas de las galerías del Norte
Si este yacimiento aún pudo explorarse con algún fruto, y más minuciosamente se pudo excavar el del subsuelo del Museo, no podemos decir lo mismo, desgraciadamente, del más reciente de estos acontecimientos, ocurrido al cimentar la Casa de la Cultura, actualmente en construcción en la plaza de Santiago, junto al Ayuntamiento. Durante los primeros días de estos trabajos, las tremendas palas excavadoras eliminaron miles de metros cúbicos de las arenas del solar. Véase en la foto lo que quedó de una de las tinajas allí enterradas.
Fragmento del siglo XII, 
con adorno en verde y trozos de loza de reflejos del siglo XV
Lo que se pudo ver en el talud del norte, a seis metros de profundidad desde el piso de la calle, fue la boca de una galería oblicua, de unos dos metros y medio de longitud, que ter-minaba en un espacio circular de metro y medio de diámetro. En ese mismo espacio desembocaba otra galería, también oblicua, cuya boca se abría asimismo en el talud. Lo que podríamos llamar galería madre se abría hacia el norte a otro espacio trapecial (Véase el croquis). Pudo observarse que, al oeste de aquellas dos bocas, una mancha de tierra oscura rellenaba el final de otra galería similar.
Perfil de una gran tinaja cortada por las máquinas excavadoras
Aquel relleno suministró, además de un amontonamiento de huesos de fauna, el fragmento de un cuenco vidriado con adornos en verde, perfectamente fechable a finales del siglo XII y principios del XIII; varios fragmentos cochados y pintados; un trozo de plato con adornos en azul, también vidriado; dos fragmentos con reflejo dorado, y varios fragmentos de loza corriente, con vidrio melado o verde. Hay que señalar también la presencia de un cuchillo de hierro con mango de madera, y algunos trozos de vidrio. Todo ello abarca un período desde finales del siglo XII hasta mediados del XV.
Más interesante, si cabe, es la aparición en el talud de poniente, muy cerca de la iglesia de Santiago, de una cámara cuadrada, de algo más de dos metros de lado, con una columna central de tierra de 60 centímetros de espesor. Por un pasillo en la cara norte, de medio metro de longitud, se comunicaba esta cámara con otro similar. La primera tenía, cerca del techo, una pequeña hornacina de base plana, probablemente para sostén de un farol o candil. La segunda sala estaba provista de cinco de estas hornacinas, una en lo alto de cada pared y otra a cada lado del pasillo de entrada. Estos pequeños huecos ya habían sido observados en las galerías—del talud septentrional. El material aparecido en estas cámaras es muy escaso. Sólo hay que destacar un trozo de cuenco de loza dorada del siglo XV.
Pudieron explorarse también los restos de dos pozos, uno en el centro del solar y otro en el corte oriental, frente a la ermita de San Antón, con restos modernos en ambos, pero con estratos más antiguos en el segundo, que era más profundo.
Ofrecemos los croquis de todas estas construcciones diseñados por María Dolores Vargas, que colaboró activamente en la exploración en unión de María Teresa Flor, Laura Hernández, Miguel Flor, Francisco Torró, José Hernández Salguero, Manuel Carrascosa y Roberto Espinosa.
Galerías subterráneas y equipo de excavadores.
Una vez más hemos de lamentar, como colofón a estas notas, el desamparo en que se encuentra el arqueólogo ante el tremendo poder destructor de las máquinas excavadoras, que se apresuran a aniquilar los vestigios del pasado ante el temor de una posible suspensión de las obras. Tiempos llegarán, y puede que estén lejanos, en que no sean posibles nuevas edificaciones sin la exploración previa del solar por los especialistas, sobre todo en ciudades de muy denso pasado histórico como la nuestra. Nunca sabremos ya, y esto es lo lamentable, la relación que pudo existir entre las galerías del norte y las cámaras occidentales, aparecidas en el subsuelo de lo que ha de ser «Casa de la Cultura». Son ya muchas las toneladas de cemento que tienen encima. Preciso es tomar conciencia de que Villena es un inmenso yacimiento arqueológico, que nos tiene reservadas multitud de sorpresas, si es que se le dedica la atención que merece.
Extraído de la Revista Villena de 1986

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