Leonor Serrano Ballester con su hijo Enrique Domenech
y una amiga Anita Gil Sansano en la Plaza de las Malvas.
El jardín estaba lleno de macizos con diversas clases de plantas y flores. También había una fuente de piedra redonda. El suelo era de tierra y había un jardinero que cada día lo regaba y cuidaba de él. En las tardes de verano los niños jugamos allí, al escondite, a pillar y a muchos otros juegos. Y por las noches, las flores desprendían sus fragancias, mezclándose con el olor a tierra húmeda y los vecinos sacaban sus sillas, incluso cómodos sillones de mimbre y tomaban el fresco, mientras charlaban hasta la medianoche. Mientras el canto de los grillos y cigarras duraba hasta el amanecer.
LA PLAZA DE LAS MALVAS
Fotos cedidas por... Enrique Domenech Serrano
Texto... Mª Virtudes López
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