VILLENA, su música… y otra vez Chapí
(Palabras pronunciadas en el acto de estreno del instrumental de la Banda Municipal, homenaje a sus Profesores veteranos y conmemoración anual de Ruperto Chapí celebrado en el Teatro del Colegio de Padres Salesianos de Villena el día 25 de mayo de 1974).
Señor Alcalde y Autoridades; Comunidad de Padres Salesianos; queridos compañeros de Corporación; Banda Municipal, a la que en la persona de sus Profesores veteranos rendimos hoy homenaje; señoras y señores; amigos todos.
Ha recaído en mí, por imperativo de desempeñar la Delegación de Cultura del Muy Ilustre Ayuntamiento, el deber, honroso, pero difícil, de hablaros una vez más, de la música de Villena y en especial, de Ruperto Chapí, a quien anualmente, tributamos merecido home-naje. Deber honroso sí, pero erizado de dificultades. Ha habido en Villena plumas y bocas ilustres que se han ocupado del tema que hoy tratamos y no parece indicado que sea yo, vi-llenero ya de corazón, pero no de nacimiento, quien os hable de él. Trataré de no cansaros con cosas que todos conocéis, sin dejar por ello de unir mi voz, a la de los que en años anteriores me precedieron en esta misión.
No voy a perderme en disquisiciones acerca de la cual de las Regiones de España debían pertenecer Villena; el hecho es, que por las razones que sean, desde 1833 está incluido la Ciudad en la Provincia de Alicante, y por tanto, en la Región Valenciana, y también es un hecho, que no desentona, ni mucho menos en una Región de conocida e ilustre tradición musical. Por el contrario, podemos citar numerosos ejemplos de hijos de Villena que brillaron y brillan con luz propia en el panorama filarmónico.
Y así, en época muy reciente hemos tenido un Quintín Esquembre que, con su violoncelo y su guitarra ha hecho sonar el nombre de Villena en Madrid; tanto en su Banda Municipal, como en aquella Orquesta Filarmónica que fundara y dirigiera durante tantos años el inolvidable don Bartolomé Pérez Casas. ¡Cuántas veces habréis recordado a Esquembre, cuando el día cinco —no voy a haceros la ofensa de precisar de qué mes— veis desfilar las Comparsas y acudís a recibir a nuestra Virgen, escuchando los compases de "La Entrada"; hombre tímido enemigo de la popularidad y del relumbrón, dejó, sin embargo, huella.
Contemporáneos nuestros son otros dos excelentes músicos: Antonio Ferriz y Luis Hernández. Antonio, del Rabal; bautizado como Cotes y Chapí en Santa María, dio como Hernández sus primeros pasos musicales, puede decirse que de la mano del Director de la Banda, Maestro Manuel Carrascosa. Hace muy poco: menos de cuatro años, habéis asistido al estreno de su zarzuela "Viento Solano". También conocéis y aplaudís "La Despedida".
Luis Hernández ha merecido del Maestro Vicente Spiteri cuando dirigía la otra Orquesta Tradicional de Madrid: la Sinfónica u Orquesta Arbós, los mayores elogios por su "Fantasía Española". Aventajado discípulo de Sosa y Palau; gran musicólogo, le roba tiempo para su arte la dedicación a su trabajo en la industria, lo que quizá le ha dificultado hasta ahora volar más alto.
De los dos podemos todavía esperar magníficos frutos.
Quiero dedicar aquí un recuerdo a la Agrupación Chapí, que con sus éxitos y premios ha puesto también muy alto el nombre de Villena en los medios musicales.
Y voy a cerrar esta especie de introducción recordando a Ambrosio Cotes. Bautizado también en Santa María de Villena, aunque nacido de familia muy vinculada a Fuente la Higuera, da sus primeros pasos como Infante de Coro en la Arciprestal de Santiago y llega a Maestro de Capilla de la misma Iglesia. Trasladado después, también como Maestro, a la Capilla real de Granada, sus defectos humanos tal vez exagerados, o acaso la misma envidia que suscitaron sus triunfos, le hacen objeto de un proceso, no muy claro, que afortunadamente es sobreseído, pero que le deja, como hoy se dice, traumatizado en lo físico y en lo espiritual. Aquel émulo de Guerrero al que se criticaba como peligroso innovador por "echar una cuarta voz en falsete cuando se cantaba un trío" cosa que en el ambiente en que se desenvolvía la música polifónica de la Granada de entonces parecía atrevida, pero que Cotes justificaba apoyándose incluso en la indiscutida autoridad de Guerrero, disgustado y enfermo se traslada a Valencia, como Maestro de Capilla de la Catedral y allí continúa hasta que al morir Francisco Guerrero es llamado a desempeñar el puesto de Maestro de Capilla de la Catedral Hispalense, cargo entonces el más prestigioso de los de su clase en España. Y allí, en Sevilla, muere en 1603, precisamente el día de la Virgen de las Virtudes. Su renombre es grande, en aquel Siglo de Oro, de la música polifónica española, que produce genios como Guerrero y el gran Tomás Luis de Victoria, y es grande hasta el punto de ser elogiado por Lope de Vega, a pesar de no haber brillado Cotes en el ambiente madrileño en que se desenvuelve el Fénix.
Pueblo que ha dado estos hijos y tantos otros que la falta de tiempo nos impide nombrar, no puede extrañarnos que sea cuna de Ruperto Chapí.
Todos habéis pasado una y mil veces por la puerta de la casa donde nació y la tenéis perfectamente localizada.
Quiero que hoy le acompañemos, durante los años de su infancia, en ese su deambular, de la barbería paterna a los bosques de las sierras; de Villena a Bocairente; de las tertulias con su familia y con los amigos de su padre a sus ratos de música ejecutada con su padre y hermanos y a sus inicios con el triángulo y el flautín en la "Música Nueva", adecuación entre la magnitud física del músico y la de los instrumentos; quiero que recordemos sus primeros pasos en la composición, inspirándose en aquellos bosques; el cambio del flautín por el cornetín, su aprendizaje con don Higinio Marín, su ascenso a Director de la Banda de la que formaba parte, sus frecuentes viajes a los pueblos cercanos, donde se le invitaba a reforzar las bandas locales a causa de su ya considerable fama como ejecutante, sus primeras zarzuelas en colaboración con su amigo el hijo del boticario y el salto a Madrid, atravesando la Mancha en aquella noche de Septiembre, resonando en sus oídos todavía el último arcabuzazo de las fiestas y con los ojos y el corazón puestos en el Conservatorio de la Plaza de Isabel II, y sus malos ratos, y sus cambios de alojamiento, casi siempre para empeorar y sus contactos con Gaztambide ya a punto de terminar su vida y su amistad duradera con Arrieta, Director del Conservatorio músico ya consagrado y que fue su maestro.
No sé si se ha reparado en un paralelismo que a mí me parece bastante claro entre algunos aspectos de la vida de nuestro gran músico y ciertos lances y facetas del personaje inmortal creado por Cervantes. Como don Quijote sale Chapí de su pueblo en busca de aventuras; como el Caballero de la Triste Figura se sobrepone a sus desventuras y dificultades una y otra vez; así como don Quijote vuelve a su lugar en busca de fuerzas para seguir luchando, así Chapí vuelve a Villena después de cada uno de sus dos primeros cursos en el Conservatorio; precipita su boda para poder ayudar a Vicenta, amenazada por la ruina, sin haber logrado él todavía la estabilidad económica a pesar de su brillante triunfo en la oposición y consiguiente nombramiento para la plaza de Músico Mayor de Artillería. Se puede ver la culminación de estos rasgos quijotescos, en algunos aspectos de su intervención en la fundación de la Sociedad de Autores y sobre todo, en la cesión a la misma Sociedad, de su archivo musical, con la suma que hubiera podido obtener alquilándolo por dos años. Hay, afortunadamente, españoles así. También se inspiró Chapí, en dos ocasiones al menos, en él Quijote.
Pero a don Ruperto no le gusta vestir de uniforme y, tras nueva oposición, obtiene la Pensión de Música de la Academia Española de Bellas Artes en Roma y allí se traslada con su mujer y su hija y allí se inspira, para componer y también para pintar en las arboledas del Pincio y de la Villa Borghese. Y continúan las estrecheces, incluso en sentido literal, porque en una de sus frecuentes cartas a Arrieta, se lamenta de que la casa que ocupa es muy pequeña y lo va a ser más, ya que su mujer espera el segundo hijo.
Y París. Y el contacto con el mundo musical parisino, dominado entonces por la figura de Camilo Saint Saens; mundo que no entusiasma a Chapí, quien no oculta su decepción en la citada correspondencia con Arrieta.
Y el regreso a España, y su constante entusiasmo quijotesco por la ópera —género no rentable— hasta que llevado de su españolismo y —todo hay que decirlo— por la necesidad de sostener a su familia, que va siendo numerosa, se pasa a la zarzuela en la que Ruperto Chapí iba a cosechar sus éxitos imperecederos.
Y así surgen —sin atenernos a un orden cronológico, ni a importancia, ni a géneros —(Chapí es también grande en el "género chico" y tal vez más que en ninguno), entre casi doscientas obras, "Música Clásica", "Las Bravías", "La Tempestad", "El Milagro de la Virgen", "El Puñao de Rosas", "La Bruja", "El Rey que rabió", "El Tambor de Granaderos", "La Patria Chica", "La Revoltosa"... ¿Para qué más?
Y así van pasando por la pluma de Chapí las músicas de los pueblos de España. Y si "El Puñao de Rosas" y "Curro Vargas" nos llevan a mi Andalucía natal, si oyendo a Leonardo cantar "como los pájaros cantan las penas de sus amores" nos parece encontrarnos en los ásperos valles de la recia Navarra, escuchando a Felipe y a Mari-Pepa, creemos tener muy cerca la Cabecera del Rastro y en "La Patria Chica" vemos armónicamente mezcladas Regiones españolas al parecer tan antitéticas como Andalucía y Aragón, y otras veces resuenan en la música chapiniana, ecos de las cumbres rodeadas de ganados de Asturias.
Y lo morisco; también español, está presente en su obra y alcanza en ella alturas increíbles. Basta citar la vulgarmente llamada "Fantasía Morisca" una de las mejores obras del Maestro y el "Romance del Rey Moro de Granada", que canta Rosalía en los lugares en que Sancho Abarca combatió a los moros. Y siempre sin populachería de la mala; sin caer en lo ramplón ni en lo vulgar.
Hay quien habla de falta de inspiración, de ausencia de técnica, de repeticiones... ¡dejadlos que hablen! Bastan como botón de muestra el dúo del "Puñao de Rosas" con su contrapunto, la jota de "La Bruja", de esa Bruja que vais a oír ahora, compuesta en modo menor, para contar las penas del que se va a la guerra, dejando su corazón en los valles pirenaicos; el coro de doctores, tan traído y llevado, tan alabado y vituperado y que es a mi juicio uno de los mejores números cómicos que ha producido la zarzuela, y "Margarita la Tornera", y los ensayos, y las dificultades, y los disgustos, y el estreno y el éxito, y la enfermedad, y el delirio, y la muerte... y la Gloria.
Para todos nosotros siguen teniendo vigencia la opinión de otro villenero ilustre, el actual Cronista de la Ciudad don José María Soler cuando dice que "Chapí es el mejor músico del mundo y en Villena no nos gusta que nos digan lo contrario",
Voy a terminar. Pero no sin unirme de todo corazón al homenaje que tan merecidamente dedicamos a estos hombres que día tras día, han conseguido con el esfuerzo de muchos años que Villena tenga una banda de gran categoría, a la que felicito por su nuevo instrumental, al mismo tiempo que animo a Manolo Carrascosa y a sus músicos, a que continúen en el camino de superación que les ha llevado ya al éxito, prometiéndoles el apoyo más entusiasta en lo poco que de mi dependa.
Y nada más. Para la Banda, para Chapí, para Villena, una vez más nuestro aplauso.
AUGUSTO VIDAL GONZALEZ
Concejal delegado de Cultura del M. I. Ayuntamiento
Extraído de la Revista Villena de 1974
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