V Aniversario de la aparición de la Virgen
Romance Medieval
Ayá por el siglo quince,
Villena, todo un complejo
de callejuelas y plazas,
era un poblado pequeño
que en derredor se agrupaba
de su castillo cimero.
Componen la población
artesanos y labriegos,
algunos señores nobles,
alguaciles y concejo,
oficiales de justicia,
soldados y mesnaderos.
Los ríos de sus vidas eran
como los cauces serenos,
que sin parar se deslizan
lentamente, en silencio,
y llevan fecundidad
a campos y prados yermos.
Gentes de mano en la esteva
y la mirada en el cielo,
ni envidiosos ni envidiados,
sencillos simples austeros
hombres de la raza hispana
con virtudes y defectos.
Así vivían enraizados
como las plantas al suelo,
consumiendo las jornadas
con trabajos y asuetos.
Mas aquella paz idílica
vino a turbarla un suceso
que sumió toda la villa
en el dolor más acerbo,
al contagiarse la peste
que aniquilaba los cuerpos
y afligía los espíritus
sin encontrar un remedio.
En las horas más aciagas
del dolor y sufrimiento,
cuando el hombre es impotente
y agota todos los medios,
tiene que mirar a Dios
en busca de algún consuelo.
Consternados y abatidos
dirigen a Dios sus ruegos
suplicando protector
entre los santos del cielo.
Y deciden que la suerte,
o Dios mismo con su dedo,
designe al que El destine
como patrono del pueblo.
Por tres veces sucesivas
aparece un nombre nuevo:
"LA VIRGEN DE LAS VIRTUDES",
que no estaba en el elenco.
La asamblea está asombrada
ante tamaño misterio.
No hay duda: es la Patrona
que nos manda Dios eterno.
Y apareció su imagen
traída por mensajeros
en forma de peregrinos
celestiales o terrenos.
Con ella cesó la peste,
se curaron los enfermos,
renació la paz turbada,
sanos todos y contentos.
El despertar a la vida
les pareció un dulce sueño,
volvió la risa a los labios
y el entusiasmo a los pechos.
Han pasado cinco siglos
con nosotros conviviendo
la Virgen de las Virtudes,
que nos protege en silencio
¡Cuántos hijos de Villena
en cinco siglos nacieron
y a todos nos ha amado
con maternal ardimiento.
También nosotros te amamos,
la ilusión en ti ponemos,
y nuestra fe y esperanza
y el gozo y cariño nuestro.
Eres en la noche oscura
viva columna de fuego,
y la nube que nos guía
por el árido desierto.
Tienen tus ojos divinos
de cien soles el reflejo,
y es dulce panal tu boca
que destila miel de besos.
Tuyo es todo cuanto alienta,
cuanto perdura en el tiempo,
cuanto crece, cuanto vive,
cuanto brilla, cuanto es bello.
Bendecid, seres del mundo,
y cantad un canto nuevo
a la elegida de Dios,
única en el universo.
Bendecid a la Señora
galaxias del firmamento,
corrientes, lagos y ríos,
mares y océanos inmensos.
Bendecid a la Señora
los relámpagos y truenos,
los vendavales furiosos,
la tempestad y los vientos.
Bendecid a la Señora
los ardores y los hielos,
los trigales de los campos,
los frutales de los huertos.
Bendecid a la Señora tierra,
agua, aire y fuego,
y la creación asombrosa
con todos sus elementos.
Al celebrar tu venida
a Villena desde el cielo,
bendícenos a nosotros,
piedras vivas de tu pueblo.
Jerónimo Hernández
Extraído de la Revista Villena de 1974
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