El Chingo - TIPOS POPULARES
No sabemos su nombre ni ningún otro dato. De «El Chingo» ha quedado este apelativo y, curiosamente, dos retratos: el óleo que pintó Calixto Díaz y que aparece en la revista «VILLENA» del año 1953 y otro de Ladislao Jareño. Sin embargo, como otro retrato más cabe considerar al que pergeñó magistralmente D. Antonio Marín, que, reproducido a continuación, describe su figura y sus actividades.
El Chingo de joven. Extraído del programa de Fiestas 1931
Claramente se desprende de la descripción de Marín que «El Chingo» vivía casi como un alimaña, en el monte o, al menos, a extramuros de nuestra población, y que se dedicaba a vender las hierbas que recogía en las montañas del término. Estas hierbas tenían entonces un aceptable mercado, pues se adquirían para adobar aceitunas, costumbre entonces muy extendida, cuando no para sazonar guisos, hacer sahumerios, tisanas o, simplemente, para tomarlas como infusión. Y este «Chingo» debió dedicarse a vender por las calles villenenses las hierbas que recogía en los montes más o menos cercanos. Otro de los innominados, pues ni siquiera ha quedado su nombre y solo el apodo por el que fue conocido y popular entre las gentes de su tiempo, debido al humilde menester que practicaba.
No sabemos su nombre ni ningún otro dato. De «El Chingo» ha quedado este apelativo y, curiosamente, dos retratos: el óleo que pintó Calixto Díaz y que aparece en la revista «VILLENA» del año 1953 y otro de Ladislao Jareño. Sin embargo, como otro retrato más cabe considerar al que pergeñó magistralmente D. Antonio Marín, que, reproducido a continuación, describe su figura y sus actividades.
El Chingo de joven. Extraído del programa de Fiestas 1931
Claramente se desprende de la descripción de Marín que «El Chingo» vivía casi como un alimaña, en el monte o, al menos, a extramuros de nuestra población, y que se dedicaba a vender las hierbas que recogía en las montañas del término. Estas hierbas tenían entonces un aceptable mercado, pues se adquirían para adobar aceitunas, costumbre entonces muy extendida, cuando no para sazonar guisos, hacer sahumerios, tisanas o, simplemente, para tomarlas como infusión. Y este «Chingo» debió dedicarse a vender por las calles villenenses las hierbas que recogía en los montes más o menos cercanos. Otro de los innominados, pues ni siquiera ha quedado su nombre y solo el apodo por el que fue conocido y popular entre las gentes de su tiempo, debido al humilde menester que practicaba.
Óleo de Calixto Díaz
Chingo, en el habla popular de Villena, equivale actualmente a sucio, a desaseado. Ignoro quién fue primero, si el adjetivo, y con él se apostilló a este personaje, o si bien su figura y su sobrenombre dio lugar a que se bautizara con este remoquete a quien se le asemejaba. Soler no nos saca de dudas, pues la palabreja no figura en su «Diccionario villenero».
Óleo de Ladislao Jareño
EL CHINGO
-¿Quién compra poleo?- Bajo un sol que abrasa
se oye el ir y venir, el continuo ajetreo
del Chingo que pasa vendiendo poleo.
Con la espuerta al hombro, de un lado a otro,
pasa el Chingo el día,
cansino, agobiado,
bajo el peso de la mercancía.
Pobre mercancía, que aunque a espuertas llenas
consiga vender,
no le dará apenas
ni aún para comer...
Lejano y confuso se oye el runrruneo
de la voz del Chingo que, en las inactivas
horas de la siesta, pregona:
-¡poleo para las olivas!...
El Chingo, es un ser estrambótico, huraño.
Vive en la montaña como un ermitaño;
en el monte recoge las plantas que vende;
baja al pueblo y así que sus yerbas expende
al monte de nuevo se va
y allí meses y meses se está
sin que nadie sepa ni dónde
tiene su guarida, ni dónde se esconde.
Igual que los osos, a veces se interna
en el hueco de alguna caverna,
e inactivo y sin preocuparse de sus intereses,
allí pasa los días y los meses.
Otras veces, igual que los topos se encierra
debajo de tierra;
y allí permanece como aletargado
hasta que el hambre le arroja de nuevo, extenuado;
y nadie concibe,
ni acierta a explicarse ninguno,
como el Chingo vive
en tan largos periodos de ayuno...
Sucio, desastrado,
por la calle va,
con la espuerta al hombro, torpe, abotargado;
de un lado a otro lado; de aquí para allá...
Pausado; indolente; se aleja, se acerca;
y, pesadamente, se oye el runrruneo
de su voz cascada que grita: -¿quién merca
yerba de la sangre; pebrella; poleo?
Vive sin conciencia, sin saber que vive...
No piensa. No siente. No tiene noción ni concibe
ni acierta siquiera a saber
para que ha nacido, ni lo que en el mundo ha venido a hacer...
El Chingo, de hombre, solo tiene el nombre.
Es un ente que no tiene siquiera noción
de que vive. Más que un hombre; es el Chingo un exhombre.
Menos que un exhombre. Es sólo un embrión.
Texto extraído del libro... De Villena y los villeneros. 2002
Alfredo Rojas y Vicente Prats.
1 comentario:
Por si interesa...esto el num 8 ó 10 de la calle Ancha.La herrería de los Dominguines, a su derecha el Taller de Carpinteria de Pepe Ortin "El Yeclano".
PP Grau
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