VILLENEROS Y BIARUTS - LOS NIÑOS Y SUS PADRES
Siendo yo niño, al principio de los años cuarenta del siglo XX, en compañía de mis padres, visité Villena y Las Virtudes en múltiples ocasiones, mi padre (hombre bueno, lágrimas) Cristóbal Román había hecho amistad al final de la Guerra Civil, tras ser movilizado con 39 años, en el campo de aviación que se estaba construyendo en Biar, con Juan Gil, labrador que tenía casa y campo en Las Virtudes y también en Villena ciudad, en la calle de San Cristóbal, mi familia, tenía fábrica de turrón y de chocolate, también tierra de labor con dos caballerías; en ocasión de fiestas, charlotadas y matanza del cerdo que los Gil criaban en Las Virtudes, éramos sus invitados.
El Santuario de Las Virtudes años 40
El viaje a Villena, tras la invitación, era obligatorio, salíamos de Biar montados en el carro, nada cómodo, mi padre, mi madre y yo, la carretera blanca, de macadán probablemente hacía muchos años que no se reparaba, la calzada tenía las marcas de las ruedas de los carros tan exageradas que parecían trincheras y era difícil de sacar el carro de aquellas hendiduras, no hacía falta ni coger las riendas de la caballería, el carretero podía hasta dormirse conduciendo, hasta llegar a Villena; mi padre que era bromista por naturaleza nos mostraba la sierra de San Cristóbal, tan pelada, y nos decía que allí se criaba la mejor hierba que podían pastar los ganados, muchas veces recuerdo esto y he llegado a plantearme si no sería posible repoblar de árboles esta montaña, valiéndose de la formación de terrazas, pues la vista cuando vengo de Alicante, antes de llegar a Villena no me agrada (cuestión de gustos) me imagino que la defensa de Villena estaba garantizada mejor sin vegetación alta en esta montaña. No creo que sea una utopía repoblar esta montaña.
Cuando un niño iba a una ciudad por primera vez en Biar se le decía, en broma, que le pondrían el hueso, sin explicarnos lo que ello era, no era corriente viajar y eso nos gustaba mucho a los niños.
La travesía de Villena estaba calzada con adoquines, la circulación de carros era abundante y ruidosa, los conductores, algunos, iban de pie con las riendas en la mano encima del carro, con chaquetilla andaluza y las caballerías solían estar muy bellamente enjaezadas, en Biar iban muy sencillas, llegados a la zona del mercado había un gran bullicio, creo que entonces era el auténtico centro de Villena, recuerdo que era habitual pasear por una acera sola de La Corredera en un ir y venir constante por ella, en la tienda de Pla (de Jijona) solía dejar mi padre alguna mercancía, dulces de nuestra fabricación, en casa Calvo me confeccionaron los dos primeros trajes con chaqueta y chaleco que llevé, con pantalón largo uno y otro bombacho, Calvo era arrollador de simpatía. Los dos establecimientos estaban en La Corredera.
La Corredera años 40
En las virtudes, en casa de Juan, recuerdo ante todo la matanza del cerdo, fiesta en parte culinaria, nos hartábamos de comer carne, colaborando en la fabricación de embutido. Juan y especialmente su mujer, creo que de nombre María, eran muy cariñosos sin ninguna hipocresía, sus tres hijos se llamaban Feliciano, creo que Juan y Juana, sólo años después vi a Feliciano y recordamos aquellos años, también a Juan, su padre lo vi sentado en el bar de Frasquito y ya él estaba jubilado, su habla era muy singular y con un acento muy característico de Villena, difícil a veces de comprenderlo yo, pero sí recogí y saboreé su bondad y hombría de ley. Además, deberíamos conservar el rico patrimonio de las auténticas lenguas que son las que hablan las gentes, con diferencias entre pueblos incluso entre barriadas.
Calle el Copo años 50
Cuando volvíamos a Biar nos traíamos un saco de patatas que nos regalaba Juan, quizás también los ajos, tan villeneros, aquello era el maná.
Almacen de ajos años 60
Cuando pasábamos por la acequia Del Rey, mi padre nos explicaba que aquella zona era una antigua laguna drenada con la acequia y una vez las tierras se secaban y perdida su salinidad ¿? se dedicaban a la agricultura; recuerdo que en uno de los bancales de Juan se criaban setas comestibles, creo que era una zona de turberas.
Cuando había toros mi padre me llevaba a verlos si era una “charlotada” con Charlot y Llapisera, nos reíamos mucho.
Durante las fiestas de Villena un día bajábamos a ver algún acto, recuerdo aquel castillo de fiestas, situado en la Puerta de Almansa, donde tras realizarse la embajada, el día 8 de septiembre se bajaba a La Mahoma, entre varias personas y un estudiante la pinchaba con su lápiz de desfilar, con la punta. Ofensivo para un biarut, era corriente que llegara a Biar con “heridas”, en Villena eso era irrelevante, pero las autoridades de Biar siempre supieron tratar el tema con prudencia, Villena pagaba las reparaciones de la efigie, incluso años después, tras quemarse en Villena, el ayuntamiento de Villena hizo una nueva.
Con cariño recuerdo aquella relación que ofrezco a nuestras gentes, exaltando la amistad y la tolerancia entre personas y pueblos.
Principos del siglo XX
Desde Biar, Justo Román Soriano, de 83 años. mayo del 2018.
Muchas gracias Justo por este emotivo escrito desde Biar, como bien dices amistad y tolerancia entre las personas y los pueblos.
1 comentario:
Sería interesante que ponga de quien son las fotos que acompañan el artículo.
Saludos, Joaquín Sánchez Huesca
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