No se puede pedir a los hombres que nutren nuestras Comparsas -cuando menos a buena parte de ellos- una plena consciencia de su actuación y del trascendente papel que desempeñan. Tal vez muchos no acertarían a expresar, no obstante la importancia de su participación, un juicio plenamente valorativo, un aquilatamiento de cuanto ellos mismos representan como actuantes, y de lo que suponen nuestras fiestas, con toda su compleja circunstancia, dentro del marco de la vida ciudadana.
Pero en este caso, y he aquí con ello un importante aspecto de tal cuestión, lo que no se sabe explicar, se acierta indefectiblemente a sentir. El hombre llano de nuestra ciudad conoce intuitivamente mucho más de lo que alcanza a juzgar. Razona con el corazón y sabe que no se equivoca. Y ordena sus pasos como festero con la total seguridad de proceder dentro de la más rectilínea de las conductas, sin que haya necesidad de establecer previamente ningún análisis.
Así, cuida de la continuidad de nuestros festejos sin apenas dar importancia a un hecho que es la pieza decisiva en la pervivencia de nuestra tradición más querida. En ello tiene importante papel el auxilio de la mujer, muy superior al hombre en impulsos certeros y sabias intuiciones. Y, como consecuencia, vemos florecer cada año el milagro del niño que se incorpora a la magia de las fiestas, formando la inacabable semilla, el eslabón del perfecto ciclo que las eterniza...
Y ahí está, presente en las fiestas, lleno de gracia e inocencia -atributos intrínsecos- el niño. Son muchos los que se incorporan, todos los años, a ese nuevo juego al que se verán dulcemente atados el resto de su vida. Ellos ponen en nuestros mejores días del año, la ingenuidad, la ternura; ellos humanizan los bélicos ropajes de los cristianos, armonizan los crudos contrastes de color en les atavíos de los moros, aumentan la dedicación festera de sus progenitores, establecen una cálida comunicación entre espectáculo y espectador.
Ellos son, en suma, la sólida e indestructible garantía de la continuidad de nuestras fiestas. Ellos, la esperanza de que muchas cosas -fiestas, anheles, sueños, propósitos frustrados- lleguen un día a cumplirse como nosotros quisimos que fuera y no alcanzamos del todo a lograr.
A. R. Fotos... FLOR
Extraído de la Revista Villena 1969
Pero en este caso, y he aquí con ello un importante aspecto de tal cuestión, lo que no se sabe explicar, se acierta indefectiblemente a sentir. El hombre llano de nuestra ciudad conoce intuitivamente mucho más de lo que alcanza a juzgar. Razona con el corazón y sabe que no se equivoca. Y ordena sus pasos como festero con la total seguridad de proceder dentro de la más rectilínea de las conductas, sin que haya necesidad de establecer previamente ningún análisis.
Así, cuida de la continuidad de nuestros festejos sin apenas dar importancia a un hecho que es la pieza decisiva en la pervivencia de nuestra tradición más querida. En ello tiene importante papel el auxilio de la mujer, muy superior al hombre en impulsos certeros y sabias intuiciones. Y, como consecuencia, vemos florecer cada año el milagro del niño que se incorpora a la magia de las fiestas, formando la inacabable semilla, el eslabón del perfecto ciclo que las eterniza...
Y ahí está, presente en las fiestas, lleno de gracia e inocencia -atributos intrínsecos- el niño. Son muchos los que se incorporan, todos los años, a ese nuevo juego al que se verán dulcemente atados el resto de su vida. Ellos ponen en nuestros mejores días del año, la ingenuidad, la ternura; ellos humanizan los bélicos ropajes de los cristianos, armonizan los crudos contrastes de color en les atavíos de los moros, aumentan la dedicación festera de sus progenitores, establecen una cálida comunicación entre espectáculo y espectador.
Ellos son, en suma, la sólida e indestructible garantía de la continuidad de nuestras fiestas. Ellos, la esperanza de que muchas cosas -fiestas, anheles, sueños, propósitos frustrados- lleguen un día a cumplirse como nosotros quisimos que fuera y no alcanzamos del todo a lograr.
A. R. Fotos... FLOR
Extraído de la Revista Villena 1969
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