Los primeros meses de este año 2020 nos han deparado una serie de acontecimientos que, sin pretenderlo, nos han cambiado, radicalmente nuestra forma de actuar.
Corrían los primeros días del mes enero y la prensa, de un modo bastante superficial, hacía mención a un brote epidémico. Pero fue la noticia tan sumamente minimizada que las autoridades no le concedieron importancia alguna, y la vida a todos los niveles, siguió su andadura cultural, deportiva o incluso política.
Pero lo que en un principio parecía baladí adquirió tal fuerza y se expandió tan rápido que en cuestión de días se transformó en el enemigo número uno de la humanidad. Parecía imposible pero un virus, algo invisible, a simple vista, amenazaba al mundo con tal violencia que, en un corto espacio de tiempo, las defunciones se contaban por millares.
La población fue confinada en su totalidad a excepción de aquellos servicios necesarios para la supervivencia. Y las personas, niños, mayores y ancianos se vieron de repente confinados en sus domicilios por orden de la Autoridad competente.
Y lo que en un principio pudo parecer el caos total, la ciudadanía supo transformarlo convirtiéndolo en una cita diaria con los vecinos desde los balcones.
Quienes ni se saludaban, ni se conocían, pasaron a esa hora a contarse vivencias y a preguntarse cientos de cosas que daban intimidad a la relación, se comprometían a reunirse cuando desapareciera la pandemia, en una palabra comenzaron a tener cierta amistad.
Pese al enorme caos originado por el coronavirus y el gran dolor que azotaba a la humanidad ese lazo de las ocho de la tarde daba cierta esperanza a todos los ciudadanos.
Hoy 26 de Abril de 2020, las calles de todas las poblaciones se han llenado de alegría porque los niños, con sus risas y gritos han anunciado el principio del des-confinamiento.
Esperemos que cuando todo desaparezca y llegue la normalidad la amistad continúe.
Ernesto Pardo Pastor
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