9 ago 2022

1984 LEYENDA

LEYENDA Por MATEO MARCO
A la memoria de A. Navarro Santafé por las alusiones a su obra.
I
Se han contado muchas leyendas. Quizá demasiadas. Pero hay leyendas, estas son muy pocas, que filtrándose por los poros de la tierra se ocultan burlando al olvido; y allí dormidas conviven entre las orugas ciegas que son quienes posteriormente, después de mucho tiempo, las despiertan descubriéndonoslas de forma pura. Los siglos, en lo subjetivo, se han traducido en segundos; así ellas se nos vuelven nuevas, recientes, desenterradas. La tradición de los pueblos las recogen y las entregan a su inicio, a su antiguo origen popularizándolas; encontrando en lo popular, la cuna de toda leyenda, el germen de todo mito: la imaginación del pueblo. Imaginación supersticiosa donde el Destino, condimento indispensable para un mito, juega un papel definitivo en la actuación de los personajes, condenándolos a existir como algún mago o bruja, constelación o signo hubiera conjurado al punto de su nacimiento o fecundación. La preocupación del hombre por el futuro, el miedo, la muerte como hecho irremediable y final, la soledad, la falta de amor... han creado dioses, religiones, historias extrañas de mentiras milenarias, arlequines, payasos y héroes que demuestran con sus fuertes virtudes lo contrapuesto a la imperfección humana, consecuencia inmediata de la debilidad del ser-hombre ante el Universo.
II
Más o menos, creo recordar, fue esto o algo parecido lo que escribí hace unos años dentro de un trabajo pequeño de amplio título que apenas ha visto la luz de ojos lectores y ahora, afortunadamente, se me ha perdido. Perdonadme que os lo escriba nuevamente, que os lo traiga maquillado; quizá tendría que haber comenzado de otra forma pero he creído necesario apuntar estas ideas sobre los mitos antes de deciros lo que me dijeron (en esto consiste el mecanismo de las leyendas, sus engranajes, decir lo que nos dicen, inmortalizarlo con la palabra de unos a otros). De la misma forma quiero recordar, y perdonad otra vez que todavía no os lo diga lo que me dijeron, que cuando un mito, cuando una leyenda transciende las barreras de lo encarcelado en tinta para pasearse por la calle sobre los labios de un cantor errante llega un momento, después de mucho tiempo, en el cual nos es difícil distinguir entre lo real y lo literario, entre el saber estricto-científico y el saber exquisito-popular, entre lo puramente histórico y lo legendario. La Leyenda se nos ha perdido, se ha desprendido por los pueblos haciéndose a los sentimientos de sus habitantes uno por uno, multiplicándose en miles de relatos que se defienden como verdaderos.
Y ahora sí, después de estas anotaciones, ya puedo contaros lo que me contaron, decir lo que me dijeron para que vosotros hagáis lo mismo. Corra pues la leyenda de boca en boca y algún día no sabremos distinguir si lo que aquí escribo fue o no cierto.
III
«Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan».
F. G. Lorca.
No sucedió mucho tiempo atrás, ni en un país muy lejano; tampoco hubo una princesa, ni siquiera un sapo, ni un rey con sus lacayos. He oído decir que sólo hubo un joven que se enamoró de la estatua de una mujer, Mari Pepa, y tanto sintió hacia ella que murió de amor; pero antes le rompió la nariz para evitar que otro se enamorase de ella.
Dicen que bajaba todas las noches al parterre con semillas de flores y un libro, y cuando apenas había gente, se sentaba frente a ella a leerle cualquier poema mientras lanzaba las semillas al jardín. Los más entendidos comentan que incluso le besaba y los más mordaces aventuran otras opiniones que no veo digno de resaltar aquí ya que no se tienen por muy seguras. Lo que es cierto es que hablaba mucho con ella y parece ser que se entretenía. Fueron muchas las noches, una tras otra, en las que le visitó.
Ella fue creada, dicen, con una piedra que se les perdió a los dioses cuando construían el mundo. Pero lo que no se sabe claramente, aquí hay distintas consideraciones, es si el maestro escultor conoció la procedencia del material durante algún sueño. Lo que es seguro es que los trabajó con tanto amor como si se tratase de engendrar a una hija. Esta es la principal razón a la que aluden para explicar su belleza.
Pero comentan que después de algún tiempo oyeron llorar la pena del enamorado cada noche más fuerte, cada noche más larga. Hasta que una mañana le sorprendieron envuelto en yedra con los ojos cerrados y las manos muy grises. Pensaron los ingenuos —como en la canción— que murió de frío pero yo se que murió de amor y antes le rompió la nariz para evitar que otro se enamorase de ella.
Extraído de la Revista Villena de 1984

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