BELLEZA Y ALEGRÍA DE VILLENA Y SUS FIESTAS
Si de todas las ciudades se puede predicar algún concepto que claramente las defina, yo aseguraría que el que mejor conviene a Villena es el de la belleza. Por eso, cuando me pidieron un trabajo para esta Revista, no dudé en hablar de lo bello, que es siempre también la proyección de lo bueno y verdadero, que hay en la Ciudad.
Bellezas de sus campiñas verdes y ubérrimas que esconden la nostalgia amorosa del Santuario de su Patrona, y donde diariamente ensayan sus juegos de platas y azabaches los múltiples trenes que la dan vida. Como hay belleza también en la depurada geometría y limpieza de sus calles y paseos, en la amplitud, longitud y rectitud de la Corredera y en la floración esplendente de su plaza de las Malvas con su alfombra verdiparda ampliamente matizada de flores rojas, azules, gualdas, con los amorcillos sosteniendo su diminuto surtidor, contemplando, esparcidos a voleo, sus auténticos y estratégicos nidos de amor…
Para el viajero que cruza sus dominios, hay también belleza en la disposición escalonada de sus calles, en la pincelada blanca de casas que duermen en el regazo del monte que las abraza. Y al marchar, siempre reciben el mensaje de su castillo, escoltado por las agujas de sus iglesias, que se clavan como dardos en el cielo llevando a Dios los anhelos de sus hombres; de ese castillo que es historia y de esas torres que hablan de religión. Mensaje que dice al viajero que en Villena se hizo y se hace historia de España. Y todo ello, a la mayor gloria de Dios y de Santa María; que por eso se lucha como por eso luchó también nuestro patrón Sant Yago.
Y en última consecuencia tenía que ser así porque Villena es belleza y la BELLEZA total es Dios.
Y no ya sólo en lo material. ¿Acaso la honradez y el trabajo que basifican la idiosincrasia de este pueblo o el sacrificio de sus hijos que queman sus horas y sus vidas en holocausto de elevarla y engrandecerla, no es proyección actual de lo bello como antaño lo fuera la prosa fluida y magnífica de Joaquín María López o las notas inmortales de Ruperto Chapí?
Sí, decididamente, Villena es belleza. Y cuando la ciudad se prepara para sus fiestas es como una bella mocita que se prepara para el amor; sabe que es entonces el centro de gravedad de muchos pueblos y ciudades, y por ello, quiere gustar, alegrarles estos días, mostrar todos sus encantos, proyectarse hacia fuera. Y, Villena, en fiestas, se da por entero. Que eso es amor.
Alegría que se da pródigamente al visitante y que al reflejarse hace feliz a los villenenses. Tal vez por aquello que dijo el gran pensador americano Emerson de que es imposible verter un frasco de esencia sin aspirar nosotros su perfume. Esencias y perfumes que son alegría de las fiestas de Moros y Cristianos de Villena y que colma la satisfacción del pueblo de Chapí. Y, particularmente, de los organizadores, que trabajan todo el año, con el cúmulo de preocupaciones y sinsabores que ello trae consigo para brindar el fruto de estos días septembrinos, no pudiendo nunca llegar a plasmar en realidad todas sus voluntades y deseos; pero viven a la mayor gloría de Villena y Villena sabe estimar, como diría el sabio indio Rabindranath Tagore, que lo que realmente importan son sus acciones y no el resultado de las mismas.
Belleza de Villena que proyecta alegría en las fiestas y alegría de las fiestas que son belleza de Villena.
Porque para mí, particularmente, en la lucha secular entre Moros y Cristianos hay algo más que derrochar alegría, que ya es mucho, o rememorar historia, que es mucho más. Para mí, la alegría de las fiestas es una lucha por la belleza de la ciudad; lucha por librarse de lo imperfecto, de lo exótico, de lo antiestético...
Enmarcado y bañado todo por la alegría de los desfiles de sus comparsas y bandas de mú-sica, de cohetes y bengalas, de la emoción indefinible de la entrada y despedida de Nuestra Señora María de las Virtudes. Cuadro maravilloso en el que no podían faltar la nota simpática de sus hermosas mujeres y el generoso fluir del excelente epílogo de sus viñas que riega las fiestas con exuberancia comparable a la del agua que riega sus campos.
Alegría de las fiestas de Moros y Cristianos que es también lucha por la supervivencia de España y por la mayor gloria de Dios: De ese Dios que, repetimos, es la BELLEZA.
Por ello, en estos días que la ciudad vibra de entusiasmo al recibir a su Virgen morena, se muestra con todas sus simpatías y todos sus encantos y se siente querida y admirada. Cariño y admiración que son estímulo para que sus hijos sigan laborando en el lento caminar de los años y los siglos por todo lo grande y lo bello que hay en este bendito pueblo de Villena y permitidme terminar usando una frase del Licenciado Vidriera de esta Villena "que en hechiza la voluntad de todos los que han gustado de la apacibilidad de su vivir".
MANUEL PAREDES
Extraído de la Revista Villena de 1953
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