El Instituto Nacional de Enseñanza Media es noticia
FRANCISCO GARCIA MARTINEZ
La vida, para los pueblos y para los hombres, consiste en un continuo iniciar caminos inciertos. Pero, en ocasiones, un hecho feliz, un hallazgo definitivo, un golpe de fortuna, rompe el monótono fluir de la existencia y convierte el azar en esperanza fija. El año 1967 será, para la historia de Villena, un año de alegría. En octubre de 1967 el pueblo de Villena fue testigo de un hecho importante, de uno de los acontecimientos que más habrá de condicionar su futuro, de uno de los sucesos más decisivos en lo que va de siglo; la creación de su Instituto Nacional de Enseñanza Media «Hermanos Amorós». Y es necesario que Villena tome conciencia clara de este hecho; que perciba el enorme alcance del mismo. Buena ocasión, pues, para glosar el sentido de esta obra educacional, para soltar amarras y dejar en libertad la ilusión y el ensueño.
No es un secreto para nadie afirmar que la humanidad se mueve primordialmente por intereses económicos; ni tampoco que las inversiones dedicadas a la educación son, acaso, las más rentables. Rentables, claro está, no para quienes se dedican a enseñar —aunque a veces también pueda ser un buen negocio—, sino para la sociedad que recibe pronto los frutos de la enseñanza. El Ministerio de Educación y Ciencia ha creído oportuno hacer una gran inversión en Villena. En el paraje del Greec, cedido por un magnánimo villenense, ha construido un extraordinario Instituto. No se podía haber ofrecido localización más adecuada. Aquí, años tras año, cuando la Pascua de Resurrección, era lugar de alegría, de canciones y de danzas. Aquí, en esos días inolvidables, nacieron al gozo del amor muchos jóvenes villenenses. Y aquí, con el recuerdo amable del pasado que no muere, se formarán muchas generaciones. ¡Que el símbolo se convierta en palpitante realidad, que el auténtico amor sirva de fundamento al saber!
Villena dispone hoy —prescindo de toda adjetivación inútil— de un Instituto de Enseñanza Media capaz para mil plazas. Hasta la creación del Instituto, nadie se había preocupado en Villena de ofrecer a la Ciudad el Centro digno que necesitaba. Sólo existía la Enseñanza Libre, con sus mil inconvenientes. Los padres de familia se veían forzados a elegir uno de estos tres caminos; o enviar a sus hijos a un Internado, renunciando con ello a la verdadera formación humana del hijo, que únicamente pueden proporcionar las vivencias familiares; u optar por la Enseñanza Libre, en la que se juzga en unas horas el estudio y el esfuerzo de un año; o romper, para siempre, la posibilidad misma de que el hijo cursase estudios superiores a los de Enseñanza Primaria. Es preciso, no obstante —hago abstracción de la laudable tarea desarrollada durante los últimos seis años por el Colegio de los P. P. Salesianos—, rendir tributo de admiración y de justicia al único Centro que, contando sólo con el desinterés y el esfuerzo de su profesorado, ha mantenido en los años más difíciles de nuestra reciente historia, la antorcha de la Enseñanza Media: La Academia de «Las Virtudes». Villena debe todavía, si no quiere cargar con la tara de la ingratitud, el homenaje justo de reconocimiento a la labor callada, pero ingente, de este grupo de profesores. Mas volvamos al presente; enumeremos, con la mera voluntad de informar, las realidades que ofrece el Instituto. Treinta aulas para grupos reducidos —se sabe hoy de lo infecundo de la enseñanza masiva— de cuarenta v veinticuatro alumnos; tres espléndidos laboratorios, de Física, de Química y de Ciencias Naturales, dotados del más eficaz material pedagógico, con equipos unipersonales de mecánica, de calor, de electricidad, con un microscopio para cada alumno, con proyectores de diapositivas...; un Salón de Actos, de cuatrocientas plazas, con proyector de cine; una Capilla para las prácticas religiosas; una Biblioteca con bibliografía actual de cada materia; un Gimnasio con moderno material para el correcto desarrollo físico del alumnado...
Esto hará posible la fecunda síntesis del saber práctico y de la práctica del saber. A los profesores nos sobrecogen, a la vista de todo ello, sentimientos de preocupación, de alegría y de envidia: de preocupación, porque se nos hace patente nuestra responsabilidad, ya que con estos medios no hay excusa si no hace brotar el entusiasmo en el alumno; de alegría, porque nos podemos identificar con nuestra vocación, y de envidia, porque nosotros, cuando alumnos, no tuvimos este panorama de posibilidades, y no contaremos ya nunca con semejante oportunidad.
Pero tal vez lo menos importante sea el recinto del Instituto, sus instalaciones, su dotación. Aristóteles, el genial filósofo griego, no necesitó más que de unos jardines para impartir, paseando, sus enseñanzas. Como siempre lo fundamental es el elemento humano. El alma de las cosas es la que los hombres le transmitimos No estarán de más, pues, unas palabras en torno al sentido y alcance de la enseñanza en un Instituto. Creo que nuestro mundo está asistiendo a un cambio profundo de estructuras. Tal vez se estén constituyendo las bases de un nuevo humanismo y la Pedagogía tendrá forzosamente que hacerse cargo de ello. Hasta ahora el núcleo de la enseñanza era la tradición: de ahí que lo esencial fuese el libro de texto; de ahí, también, que se confundiese la formación con la información, con el memorismo. Nuestra época es, ante todo, el tiempo del futuro : de ahí el sentido práctico, el buscar la iniciativa del alumno, el procurar que se enfrente con las cosas tal cuales son. Es preciso desterrar para siempre los métodos arcaicos. Convencernos del error que supone dar las cosas hechas al alumno, el error de encerrarnos en un trasnochado paternalismo
No es lícito cortar las alas a quienes tanto desean remontar el vuelo. El alumno, como persona que es, debe hacerse a sí mismo, debe descubrir su propio camino, debe aprender a andar sin muletas ajenas. Reparemos en la distancia que media entre proponer e imponer. Los padres, de otra parte, no pueden sentirse íntimamente justificados con enviar a sus hijos al Colegio, al Instituto, renunciando así a su derecho de educadores. No se trata de enviar a, sino de estar con. El Instituto sólo es un complemento de la vida familiar. Es imprescindible, por ello, una colaboración efectiva entre la familia y el Instituto, un diálogo auténtico. ¿Se tratará, en rigor, de tener sujetos a los hijos o, más bien, de participar en su formación?
La gran noticia es ésta : Villena dispone hoy de un Centro, el Instituto Nacional de Enseñanza Media «Hermanos Amorós», donde pueden estudiar todos. Y porque pueden estudiar todos, el Instituto es de todos. El pueblo de Villena y el Ayuntamiento, que es su representación, no deberán olvidarlo.
Extraído de la Revista Villena de 1968
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