De entre el abigarrado conjunto que protagoniza la fiesta, destacan, con su encanto peculiar, los niños. Con su inocencia y su sonrisa, vestidos ora con el pintoresco y multicolor atavío moro, ora con el marcial atalaje del cristiano, más allá con la gracia pícara que le presta el ceñido ropaje del pirata, o el femenino encanto del típico traje de villenera, simbolizan la semilla de la fiesta, que un día ha de ser su pujante sostén para perpetuar, inacabablemente, la gracia y el encanto único de nuestros festejos.
Extraído de la Revista Villena de 1958
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