NAVARRO SANTAFE EXPLICA SU ESCULTURA A CHAPÍ
Todos los villeneros conocemos el monumento a Chapí que el escultor Navarro Santafé, fallecido pronto hará dos años, le erigió en el Paseo. Sin embargo, el significado verdadero de cada figura, de cada modelado de la piedra, incluso de cada arruga es algo que muchos, por no decir todos, desconocemos, y que ahora el propio autor nos desvela en una carta que data de octubre de 1974 y que va dirigida al conocido fotógrafo José Ibáñez «Soli». Descubrimos así también una faceta oculta entre estos dos personajes cual es la entrañable amistad que les unía desde hace tiempo, en parte debida al compartir ambos la actividad de la caza.
En el número mensual de Julio de esta misma Revista ya adelantábamos algunos de estos aspectos, que ahora rematamos con esta más extensa carta, sin duda más jugosa y más llena de contenido. Adentrémonos en la apasionante lectura de las líneas que siguen, que nos harán ver, estamos seguros, el famoso monumento de una forma distinta cada vez que lo miremos paseando por el lugar en el que está ubicado.
A SOLIMAN EL MAGNÍFICO
¡ALÁ ES GRANDE!
(NO ESTÁ MAL DE TAMAÑO)
Recibo tu esperada carta, que por muy esperada, mejor recibida. Adjuntándome las «estampitas» que tan magistralmente «tiraste» en las pasadas «Fiestas, de más moros que cristianos». Las vi, y quedé gratamente emocionado. Más que por su perfecta ejecución, por el amor fraterno con que te impulsó hacerlas. ¡Bien por Soli! Gracias.
Con gran placer te dedico una foto de una de mis obras, como también a los «labradores», que desde estas líneas les felicito por el modelado, —con pesetas., ajos y flores etc., con que ofrendaron a la «Morenica»; aunque al realizarla no supieran exactamente el simbolismo de los motivos escultóricos que lo componen. A ti, Soli, que te tengo más cerca en amistad, te daré la explicación de lo que representan. Es curioso que ningún paisano me hace preguntas al respecto: tienen que ser los foráneos que visitan nuestra Ciudad. Por ejemplo los Señores venidos de Madrid, vinculados con la Lotería Nacional, Televisión Española y Colegio de San Ildefonso, que se interesaron por mi obra del Monumento a Chapí, formulándome una serie de preguntas que tuvo que contestar lo siguiente, que te las amplio para mejor entendimiento:
ACLARACIONES SOBRE EL MONUMENTO A CHAPI EN VILLENA.
Villena precisaba la piedra de homenaje en honor de Ruperto Chapí.
A tal gloria, tal proporción. Figura cumbre de la historia del arte español; nombre glorioso que se repite vivo sin que lo gasten los siglos que pasan; gloria legítima de levante, en cuya engastadora Villena es gema de historia, de pasado y de futuro, Ruperto Chapí necesita recortarse bajo el meridional cielo de su ciudad natal, dando lección de raza con su perfil austero, donde el arte dejó una impronta de semidiós.
¿Cómo ha de ser, empero, este monumento alzado a la gloria de villenense ilustre?
Sobre Ruperto Chapí concurren mil factores que deben tenerse en cuenta como líneas arquitecturales de su monumento. ¿Qué significa Chapí en el panorama de la música española? Significa grandeza al par que elegancia; densidad al tiempo que sutileza; base armónica y al unísono filigrana melódica; clasicismo y popularidad; patria chica y universo; color y perfección junto con bizarría y marcialidad... Un sin fin de facetas personalísimas; únicas, que deben tenerse en cuenta para la labra de la piedra de homenaje que le recuerde por siempre.
El monumento a Ruperto Chapí debe envolver el sentido simbólico de la vida en honor a quien se eleva.
Planta robusta, amplia, fuerte, como corresponde a la base de alma de aquella vida inmortal. Sobre esta planta, la mole de un basamento sólido como la tradición musical española. (Y al preguntarme, por qué vestía así a Ruperto Chapí? les contesté: ...Allí, la piedra del maestro no vestido a la pobre y ramplona moda del siglo, si noto en la proyección de una túnica griega que le asocia a los grandes maestres de la filosofía de quien la música es parte aérea y sustancial... Ruperto Chapí, bajo los levantinos cielos azules, dando la idea de una figura partenómica, tan próximo a un cielo cristiano como de un Olimpo griego. Y luego, las alegorías. Esencial alegoría, metáfora de piedra. exponente total de la obra y vida del maestro, la clásica lira vigilante y eterna, como nido de armonías aún no extinguidas y prontas a fusionarse con las ya brotadas. Una lira, resumen del alma musical de Ruperto Chapí y al par, del alma lírica de su Villena. Pero no ha de ser una lira muerta, sino una lira viva. ¿Y cómo vivificaremos su quietud de piedra? Recurso del arte arquitectónico y escultórico. La lira de piedra puede y debe cantar, porque para ello disponemos de un resorte: el agua. ¡El agua! Voz de la naturaleza; canto de la naturaleza; armonía de la naturaleza; el agua, de quien dijo otro meridional, también músico y poeta, el pobrecito San Francisco de Asís...
—¡Oh pura y casta hermana agua!
Pues la lira de piedra que vivifica el monumento a Chapí, se vivifica a su vez por la canción viva y eterna del agua. Lira fuente, lira surtidor, que por cada cuerda lance la voz de un chorro cristalino, que al caer y recogerse abajo sobre la amplia taza del es-tanque, evoquen día y noche el temblor de una sonata inestinguida, cuyo eco se adentre en el corazón de tierra de nuestra Villena amada.
Sí: el agua, como esencial motivo —vivo, más que decorativo—, en el monumento al músico inmortal.
Sirviendo de pedestal a la estatua, como símbolo de toda la obra de Ruperto Chapí, que amalgama verbo y ritmo, ya que la obra literaria lleva en sí y germiniza la obra musical, la piedra revive libro, —no libreto—y pentagrama donde las notas ensartan sus garbos tembladores a la quietud pétrea. Libro y pluma; pauta y renglón. Todo ello en relieve alto, y orlado del laurel inmortal de lo conseguido. Por libro y pentagrama, otra vez el agua. Tal la vena de la inspiración saltando cantarina. Pero para caer, ¡cuántas dificultades vencidas! Lo difícil que en la vida se opone a la inspiración, se plasma en estas tres conchas, —de menor a mayor—, por donde el agua simbólica de la inspiración se derrama, produciendo con su glu glú, el rumor, —el dolor—, de tantas cosas vencidas. Y al caer, se remansa en la linfa del estanque que simboliza la eternidad.
Dando guardia a la piedra del Maestro, sedente y tranquilo como un dios la piedra de sus creaciones. ¿Cuáles? ¿Cuántas? Hubo que sintetizar. De todas, la «Bruja», amplia de orquestación, colorida de gracia, armoniosa reveladora de antiguas épocas. Y aparece, ella, Blanca de Acevedo, la bruja, en su forma pristina de dama señorial... Amplio capisai diadema y joyeles... A su lado, suscitándole el soplo clásico de la antigüedad, se apretuja su contrafigura, la clásica bruja, apretujada en paños y hopalandas, casi esfumándose en pliegues de humo, como si fuera el tizón y la llama del medievo que dieron a Chapí su calentura y su misterio...
Al otro lado, fingen el beso eterno de su dúo inmortal, Felipe y Mari Pepa. Dúo madrileño de mantoncillo bordado y pantalón ceñido. Rumbo y ritmo. Palpitación y canción... La falda de céfiro es como una brisa que pasa sobre el laurel de la eternidad.
Y bloque, valvas, figuras, orlas, libro, pauta, renglones, pluma, laureles, todo, hasta llegar al estatismo de Chapí; todo, reflejado en la quietud del agua del remanso, de ese remanso que se formó con el chorro de la técnica dominadora —libro y pluma— y los cinco calientes chorros del agua de la lira, unidos todos, vencidos todos, en este ya espejo claro que refleja la cumbre del Maestro bajo el cielo intenso de su torreada Villena natal.
Así concebí y así realicé el monumento villenense a que tiene derecho el magno Ruperto Chapí. Por una vez Villena, puede ponerse a tono con la gloria de su hijo, sin un regateo, sin una vacilación, sin una mezquindad, con comprensión absoluta de lo que debe ser la piedra tumular de los genios. Que todos aquellos que lean la inscripción sobria y exacta.
«Villena a Ruperto Chapí»
puedan decir la frase histórica, hecha aquí verdad absoluta.
A tal don del hijo, tal amor de la madre...
Villena, madre amorosa de Ruperto Chapí. En una plaza, en una lejanía que tenga por perspectiva los atalayones del viejo castillo de Enrique de Villena, allí el mármol y el bronce de Ruperto Chapí. Y los niños de cien generaciones venideras. poniendo rosas de lumbre y canciones de gozo en torno a la lira. —corazón de agua—, de donde brotaron las más puras melodías españolas para gloria de Villena eternamente musical.
—Tenlo como un homenaje hacia tu cordialidad y una reciprocidad hacia tu comprensión por este amigo, que soy yo— y esperando poder abrazarte pronto, con un cariñoso saludo de Celia para tu esposa va el mío para los dos, siempre agradecido amigo.
Extraído de la Revista Villena de 1985
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