Puede afirmarse que Villena no ha descuidado la atención de sus vecinos necesitados, y esto desde tiempos bastante remotos. En 1348, existía ya en la Tercia el hospital de Santa María de la Asunción, que duró hasta finales del siglo XVI. Se fundó después el de San Gil, edificado en el lugar quee hoy ocupa el Palacio Municipal, y por último, el Hospital de la Concepción, que comenzó a edificarse a mediados del siglo XVI y ha llegado hasta nuestros días, pues fue demolido en 1966.
La principal misión de aquellos antiguos hospitales era la de acoger enfermos, una de las grandes plagas de los tiempos medievales, pero, ya en el siglo XVIII existió también en Villena el Hospicio de San Agustín, que tenía por finalidad la de recibir y albergar peregrinos y pobres.
No es ninguna de éstas la específica misión del Asilo. aunque la Real Academia lo defina como “establecimiento benéfico en que se recogen menesterosos o se les dispensa alguna asistencia”, definición un tanto imprecisa y hasta errónea porque, en nuestro caso, no todos los asilados son “menesterosos”, y no es “alguna asistencia” la que se les presta, sino una total atención.
Esta es la misión que asumieron las Hermanas de los Ancianos Desamparados el 26 de enero de 1883 al hacerse cargo de la casa donada por doña Dolores Mergelina para tal “asilo”, aunque las monjas se establecieran en Villena unos meses antes como cuidadoras del antiguo hospital.
Durante más de ochenta años, las hermanas asistieron a cientos de asilados en aquella casa, cuyo progresivo deterioro hizo necesaria la construcción de un nuevo edificio, que comenzó a levantarse el 8 de diciembre de 1969, muy cerca del anterior, que conserva la prestancia de su fachada blasonada. Se inauguró el 7 de septiembre de 1971, y fue la aportación generosa y en muchos casos anónima la que hizo posible aquella transformación.
Y así está el Asilo -Residencia quieren algunos que se llame-, que cumple su primer siglo de existencia en este año de 1983 y alberga en estos momentos a setenta “ancianos”, vocablo que siempre lleva implícitas connotaciones dramáticas, agravadas con el triste aditamento de “desamparados”.
En comunidades de esta naturaleza, tienen que convivir personas de talantes diversos, y no suelen faltar las que, con frecuencia, exteriorizan el malestar que les produce su marginación. Todo lo conllevan y apaciguan, con amor y paciencia, las siete monjas que hoy cuidan de los asilados en jornadas que no tienen horas y que se vienen repitiendo, en condiciones similares, por espacio de un siglo.
Esto fue lo que movió a un grupo de villenenses, plenamente conscientes de la enorme labor llevada a cabo por las hermanas del Asilo, a proponer al Ayuntamiento la concesión a la comunidad de la Medalla de Oro de la Ciudad. El Alcalde, don Salvador Mullor, hizo suya la proposición, que fue aprobada por unanimidad en la sesión plenaria del día 27 de Mayo de 1983.
El expediente está incoado y se ha nombrado Juez Instructor al teniente de alcalde don Juan López. Todas las entidades y organismos de la población; todas las oficinas y talleres; todos los comercios locales, habrán recibido un formulario de adhesión en el que pueden estampar sus firmas quienes lo deseen. Hay también posibilidad de hacerlo en los pliegos existentes en el Retén Municipal a disposición de cualquier ciudadano.
No es una fría adhesión lo que se pide, sino el reconocimiento, por encima de ideologías y tendencias políticas, a una labor abnegada y ejemplar que nadie ignora. Confiamos, a poco que los villenenses levanten un poco el corazón, que muchos miles de firmas avalarán este homenaje, cuya justicia creemos fuera de toda discusión.
Quisiéramos, sin embargo, dejar bien sentado que este homenaje se rinde como premio merecidísimo al final de una larga etapa, pero que el Asilo sigue vivo y seguirá estándolo porque los “ancianos” se renuevan inexorablemente, y hemos de procurar que también se renueven las monjas que los cuidan, lo que sólo será posible si se les presta ese calor y esa ayuda que ellas han venido prestando a nuestros mayores desde hace cien años y que desearíamos siguieran prestándoles, cuando menos, otros cien años más.
Fuente… REVISTA VILLENA 1983.
La principal misión de aquellos antiguos hospitales era la de acoger enfermos, una de las grandes plagas de los tiempos medievales, pero, ya en el siglo XVIII existió también en Villena el Hospicio de San Agustín, que tenía por finalidad la de recibir y albergar peregrinos y pobres.
No es ninguna de éstas la específica misión del Asilo. aunque la Real Academia lo defina como “establecimiento benéfico en que se recogen menesterosos o se les dispensa alguna asistencia”, definición un tanto imprecisa y hasta errónea porque, en nuestro caso, no todos los asilados son “menesterosos”, y no es “alguna asistencia” la que se les presta, sino una total atención.
Esta es la misión que asumieron las Hermanas de los Ancianos Desamparados el 26 de enero de 1883 al hacerse cargo de la casa donada por doña Dolores Mergelina para tal “asilo”, aunque las monjas se establecieran en Villena unos meses antes como cuidadoras del antiguo hospital.
Durante más de ochenta años, las hermanas asistieron a cientos de asilados en aquella casa, cuyo progresivo deterioro hizo necesaria la construcción de un nuevo edificio, que comenzó a levantarse el 8 de diciembre de 1969, muy cerca del anterior, que conserva la prestancia de su fachada blasonada. Se inauguró el 7 de septiembre de 1971, y fue la aportación generosa y en muchos casos anónima la que hizo posible aquella transformación.
Y así está el Asilo -Residencia quieren algunos que se llame-, que cumple su primer siglo de existencia en este año de 1983 y alberga en estos momentos a setenta “ancianos”, vocablo que siempre lleva implícitas connotaciones dramáticas, agravadas con el triste aditamento de “desamparados”.
En comunidades de esta naturaleza, tienen que convivir personas de talantes diversos, y no suelen faltar las que, con frecuencia, exteriorizan el malestar que les produce su marginación. Todo lo conllevan y apaciguan, con amor y paciencia, las siete monjas que hoy cuidan de los asilados en jornadas que no tienen horas y que se vienen repitiendo, en condiciones similares, por espacio de un siglo.
Esto fue lo que movió a un grupo de villenenses, plenamente conscientes de la enorme labor llevada a cabo por las hermanas del Asilo, a proponer al Ayuntamiento la concesión a la comunidad de la Medalla de Oro de la Ciudad. El Alcalde, don Salvador Mullor, hizo suya la proposición, que fue aprobada por unanimidad en la sesión plenaria del día 27 de Mayo de 1983.
El expediente está incoado y se ha nombrado Juez Instructor al teniente de alcalde don Juan López. Todas las entidades y organismos de la población; todas las oficinas y talleres; todos los comercios locales, habrán recibido un formulario de adhesión en el que pueden estampar sus firmas quienes lo deseen. Hay también posibilidad de hacerlo en los pliegos existentes en el Retén Municipal a disposición de cualquier ciudadano.
No es una fría adhesión lo que se pide, sino el reconocimiento, por encima de ideologías y tendencias políticas, a una labor abnegada y ejemplar que nadie ignora. Confiamos, a poco que los villenenses levanten un poco el corazón, que muchos miles de firmas avalarán este homenaje, cuya justicia creemos fuera de toda discusión.
Quisiéramos, sin embargo, dejar bien sentado que este homenaje se rinde como premio merecidísimo al final de una larga etapa, pero que el Asilo sigue vivo y seguirá estándolo porque los “ancianos” se renuevan inexorablemente, y hemos de procurar que también se renueven las monjas que los cuidan, lo que sólo será posible si se les presta ese calor y esa ayuda que ellas han venido prestando a nuestros mayores desde hace cien años y que desearíamos siguieran prestándoles, cuando menos, otros cien años más.
Fuente… REVISTA VILLENA 1983.
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