La vieja estampa, en la vieja plaza, tiene para cada uno el encanto de despertar recuerdos apagados, impresiones dormidas, apenas conscientes, pero prontas a surgir ante el aldabonazo de la olvidada escena.
Tras el subastador y el público que contempla o toma parte en la puja, intuimos el rescoldo de la consumida hoguera, a cuyo alrededor se persiguen los chiquillos; la nave de la Iglesia, llena de luz; con oscuras mujeres orando, silenciosamente; la loca algarabía del esquilón, incansablemente volteado. Y en lo más íntimo de nuestro. ser los recuerdos se agitan, aguzando melancólicamente la sensibilidad... (Foto Menor)
Extraído de la Revista Villena de 1962
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