Estamos a 5 y es por la mañana. Déjame que viva el momento con ansía; déjame que vibre al sentir la cercana alegría que ronda mi alma. Respeta el silencio, no me digas nada; si acaso, si puedes haz que se detenga del mundo la marcha porque dure siempre, porque no se vaya este leve instante de unidad perfecta en tiempo, colores, sonidos, aromas, matices, efluvios, que en este momento las cosas exhalan. Sí no, si te es imposible hacer el milagro, déjame a mi sólo sentir las palabras que llenan mi mente: estamos a cinco y es por la mañana.
Yo sé bien que luego vestirá la Entrada de mil y un colores a la Corredera, formando una larga cadena de músicas, majezas, estampas de sabor arcaico, eternas prestancias; y que, ya de noche, recién apagadas las luces del día, llegará la Virgen hasta la explanada donde, emocionantes, brotarán las voces de roncas gargantas, y los arcabuces, con mil estampidos, servirán de fondo a las oraciones que, mudas, calladas, salen de los pechos, mientras que los ojos se llenan de lágrimas...
Y que vendrán luego, en los días siguientes, las pimpantes dianas, alegres, sencillas, esparciendo sones en la septembrina, cálida mañana, llenando de goces puros e inafables a los que, por verlas, el lecho dejaran... Que, ya por la tarde, llenará la gente la Puerta de Almansa por ver cómo llega hasta los bastiones del nuevo castillo severa embajada; que con sus palabras—ora el giro antiguo, la frase olvidada, ora la expresión castiza, creada por nuestros abuelos, que sólo aquí se habla—despierta en nosotros tan dulces recuerdos, tiernas remembranzas de tiempos pasados, en que, aún chiquillos, sonaban a hueco en nuestra ignorancia los viejos conceptos, las frases arcaicas...
Más tarde, la gente de nuevo saldrá de su casa; pues va la retreta cruzando las calles con sus farolillos de papel pintado; y entre la algazara de voces que cantan, y música, y gritos, con sus anchas capas llenas de calzada. Y luego, en la noche, todo terminado, la vuelta gozosa, tranquila, a la casa, oyendo unas voces lejanas que cantan, mientras la sabina, que amorosa enlaza los pies de los arcos, el aire embalsama...
Y la procesión, que la gente llama con gracia suprema , cruzará otra vez por calles y plazas; verá la Patrona de nuevo a su pueblo, postrado a sus plantas; a la viejecilla que el año pasado imploró una gracia y en sus temblorosas manos arrugadas sostiene una vela, con la que proclama su agradecimiento; a la penitente que pisa descalza el áspero suelo, de arrepentimiento y amor abrasada... Y llenará el aire el olor de la albahaca, que en la calle Nueva está, amontonada, exhalando su fuerte perfume: ofrenda de amor, demanda de gracia...
Yo sé que todo esto vendrá sin tardanza, que es un inmediato presente; mas quiero, en la limpia mañana, gozar el momento, no pensar en nada; sentir solamente la gran alegría, indeterminada, de saber que algo, solemne y grandioso, me espera pasadas tan sólo unas horas; ponerme una blanca camisa, unas alpargatas, subir hasta el monte y allá en su ladera, vislumbrar al pueblo vibrando de gozo; contemplar las blancas, las limpias fachadas—más blancas que nunca, recién encaladas- que trepan airosas casi hasta los pinos que mueven sus copas al viento; y sentir que el cielo, las gentes, las casas, la tierra, las nubes, los campos que cercan el pueblo, el sol, las montañas, palpitan de gozo; y que, emocionadas, esperan vibrando las cosas que llegue la hora de ir desgranando toda su alegría que llama gozosa a las puertas del alma. Por eso no quiero que me digas nada; por eso prefiero permanecer solo, sintiendo la dulce, la pura alegría que brota en mí pecho, al brujo conjuro de la frase mágica: estamos a 5 y es por la mañana.
A.R.
Extraído de la Revista Villena de 1954
Extraído de la Revista Villena de 1954
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