VILLENA Y EUGENIO NOEL por Alejandro Jiménez Navarro
"Comprender a los raros y recordar a los olvidados es una obra de misericordia que la gente literaria añade a las catorce que el Ripalda traía". (Luis Ponce de León. La Estafeta Literaria, n.º370)
Eugenio Noel, seudónimo empleado por Eugenio Muñoz, nació en Madrid en 1885 y murió en un hospital de Barcelona en abril de 1936. Cuenta Ramón Gómez de la Serna que fue hijo de un lazarillo de ciego, a cuyo cadáver hubo de sustraer, por necesidad, los zapatos como única herencia, y de una sirvienta, que fue cocinera de los señores de Ibáñez en Yecla (p. 15 y 308) (1). Protegido por la duquesa de Sevillano, antigua «señorita» de su pobre madre, empezó la carrera sacerdotal que abandonó al cumplir los veinte años. Tan pronto como dejó las tapias del seminario, su formación humanística le arrastró hacia las letras. Fue Ortega y Gasset, entonces director de «El Imparcial», quien le ofreció las primeras oportunidades de darse a conocer al gran público. No contento con ello y siguiendo una tradición muy española —ahí tenemos el caso de García Gutiérrez, autor del drama «El Trovador», que inspiraría a Verdi su famosa ópera—, Noel ingresa en el ejército español como voluntario y marcha a Marruecos. Solucionado momentáneamente su problema económico, desde el norte de África colabora en la prensa de la metrópoli con venenosos artículos, que provocarían su encarcelamiento y allí, en la cárcel, habría de añadir a su proceso vital un nuevo eslabón: el conocimiento y enamoramiento repentino de la que tendría que ser compañera de fatigas y madre de sus hijos.
El escritor Eugenio Noel aproximadamente en la fecha en que entró en contacto con el matrimonio Giner.
Tuvo Noel la valentía, en su tiempo, de atacar de frente dos temas tabús en la literatura y en la vida españolas: el flamenco y los toros. Muy en la línea de Quevedo, Torres Villarroel, Costa, Ganivet. . peleó bravamente contra ambos mitos, creando en toda la nación una serie de clubs anti taurinos. Fue un colaborador más en la línea finisecular de la regeneración española, propia especialmente de la generación del 98, aunque con la nota, favorable para él, de haberlo hecho desde para el pueblo. Don Miguel de Unamuno diría de él que perece «un visionario medieval, un profeta..., un hombre de pasión» y que, gracias a él, «aún no se ha desvanecido el alma de don Quijote» («De esto y de aquello», Buenos Aires, 1950, tomo I, p. 255).
Se creó, muy al gusto de su época, su propio «cartel» o «tipo». Si Valle Inclán era reconocido fácilmente por sus barbas de chivo, Azorín por su paraguas rojo o Ramón Pérez de Ayala por sus atrevidos chalecos, Noel lo era por su estrafalaria indumentaria y su propia presencia física. Tomás Borrás nos lo retrata así : «Pasaba las puertas de los cafés, catedrales de la bohemia, y aparecía separándose el terciopelo de las mamparas un iniciado de obeso, la piel blandengue floja, un ennegrecido pelo masa de tinta china, lo que sobró de la tinta raya de bigotillo, él bajo más que alto, a veces de tracoma, guiñados, que les hería la luz, camisa abierta y el nudo mariposuelo de la chalina, chambergo tan usado, deforme. Se descubría para que surgiese la gran frente, el pelo muy atrás y la melena, la que sacaba chistes como chispas de las tertulias, melena de madejas rizadas, brillante, quizá untada de aceite, receta de los calés. Un hombre con melena cayéndole hasta el fin del cuello por detrás, era tema».
El matrimonio compuesto por don Tomás Giner Galbis y doña tolo Vitoria Tarruella en la época que sirvieron de inspiración a Noel para componer "El Allegretto de la VII sinfonía".
Tuvo Noel una primera época, como escritor, un tanto anticlerical, muy propio en un ex-seminarista, con obras tales como
«Los frailes de San Benito tuvieron una vez hambre», «Un espíritu puro que no tiene cuerpo...» ; una segunda etapa, con influencias del modernismo, en donde se mezclan la sensualidad v un falso misticismo estetizante, con obras tales como «Alma de Santa» y «El Allegretto de la VII sinfonía». Y, por último, una tercera etapa enraizada con el 98, cuya obra más representativa, a la vez que la más conocida del autor, es «Las siete Cucas», preludio claro del movimiento tremendista que impera en nuestra novela contemporánea.
Por lo que al tema de nuestro trabajo se refiere, nos interesa la segunda época del autor y sobre todo «El Allegretto de la VII sinfonía», que debía tener por protagonistas a un matrimonio alcoyano afincado en nuestra ciudad. Me refiero aquí al matrimonio compuesto por don Tomás Giner Galbis, a quien el doctor Alonso Gotor dedicó un trabajo en esta misma revista en el año 1960, y su esposa doña Lola Vitoria Tarruella. Obra que levantó re-vuela en la ciudad le creó no pocos problemas a Noel.
¿Cómo llegó Noel a conocer a este matrimonio? En enero del año 1913, en su afán de crear una especie de centuria literaria que despertara de la modorra a tantos pueblos de nuestra España, Noel pasa por Villena camino de Yecla, desde cuyo castillo y en sus ratos de ocio contempla la sierra de Salinas y el Cabezo de las Virtudes, mientras recuerda las alusiones de Baroja a estos lugares en su «Camino de Perfección (I, p. 311). Pero es en enero del año 1915 cuando, a raíz de un ciclo de conferencias por Cartagena y Alicante, viene a parar a Villena con «seis duros la noche del 13». Pronuncia una conferencia en el Casino Artístico y Mercantil de la ciudad con una gran asistencia de público. Dice Noel: «Quedo i m p r e s i o nado oyendo tocar el piano y operetas suyas a la señora de un farmacéutico... El 16 tengo quince duros. Noches de arte con Lo-la Vitoria» (II, p. 52). Marcha a Yecla, de donde le reclaman para pronunciar una conferencia, pero el mismo día 25 de ese mes vuelve a Villena como punto :le arranque para Madrid «después de estar envenenándome con la música encantada de doña Lola Vitoria» (II, p. 59).
De aquí nace, pues, una afinidad amistosa entre el matrimonio Giner y Eugenio Noel. Tanta debe ser su amistad con doña Lola Vitoria que, a primeros de marzo de este año, enfermo Noel y arruinado totalmente, no duda en pedir una ayuda material a dicha señora : «El 1 de marzo sin un céntimo v enfermo; la casa es asquerosa y húmeda. Vacilo, no escribo, tengo que escribir en las paredes : «Trabaja, Noel». Un camarero canalla me humilla ante la gente, exigiéndome un duro que le debo. Pido préstamo a doña Lola, de Villena, a cambio de trabajar en el libreto de su ópera, y su contestación me indigna : haber confiado en ese préstamo me crea una situación horrorosa». (II, p. 60). Doña Lola, que había puesto música a un sainete de Arniches, le niega tal honor a Noel. Ello provoca que en el viaje que realizará el autor por esta zona en mayo de ese mismo año, a pesar de hablar en Alicante, Elche, Villajoyosa, Alcoy, Elda..., no se acerque a Villena hasta el día 7 de junio y aun entonces sólo por la necesidad de combinaciones para marchar a jumilla y Cieza (II, p. 64).
No extraño en tan extravagante personaje, en marzo de 1916, Noel está una vez más sin dinero, y precisamente la publicación de su obra «El Allegretto de la VII sinfonía» el 25 de ese mes le va a salvar su problema económico, dada la amplia difusión de dicha obra (II, p. 80). Tanto es así que, en julio de 1916, en un viaje de Madrid a Utiel, tropieza en Minglanilla con un hombre llamado Bienvenido Abril, segador y músico, tan entusiasmado con la obra de Noel que, según le confiesa, ha hecho traer de Madrid la partitura completa de la obra de Beethoven para ensayarla con la banda del pueblo (II, p. 82).
Dicha obra —y en ello insiste ya el autor en el prólogo— es un remedo de la «Sonata a Kreutzer» de León Tolstoi. Noel no ha pretendido más que hacer un canto de alabanza al músico más grande de todos los tiempos y al novelista por el que siente gran predilección : Beethoven y Tolstoi respectivamente. Una historia de amor romántica, mezcla de sensualidad y falso esteticismo, en la que llevan la voz cantante un farmacéutico wagneriano y d'annunziano, su esposa beethoveniana un joven músico amante como nadie del genio sordo de la música, quien renunciará a su prometedora carrera de intérprete desde el momento en que resulta imposible su amor espiritual por la dama, sumida en el pueblo por el dominio que sobre ella ejercen su esposo, sus hijos y los prejuicios sociales en los que ha sido educada. Si no hay adulterio físico a lo largo de la obrita, sí lo hay espiritual. Y este punto es el que Noel quiere dejar en claro La negativa del préstamo solicitado a doña Lola y sus preferencias literarias y musicales llevaron al novelista, junto a los presupuestos estéticos de su segunda época literaria, a la gestación de esta obra.
Obra que tendría una segunda edición en el «Mundo Latino», editorial fundada por su amigo Yagües, cuando ya Noel figuraba como colaborador del importante diario «El Sol» dirigido por Ortega y Gasset, quien le había facilitado, como hemos visto al principio del artículo, la entrada en el mundo del periodismo.
En julio del año 1922, año negro en la vida del novelista, viaja por nuestra región dando conferencias de donde sacar dinero para subsistir. Desde Cieza escribe el autor : «Tren, auto y tren. Tomo billete para Villena, pero me quedo en Yecla, la tarde del 12, con diez duros. Visión del pobre torero Ricardo, moribundo y los amigos huidos. Mi situación material, moral e intelectual en Yecla es puro absurdo, la de un idiota en la más absurda de las miserias. Hablo en el Casino Primitivo. Ni el recuerdo de mi madre (recordemos que sirvió en Yecla a unos señores Ibáñez) conmueve mi insensibilidad. El 15 por la noche en Villena, con 100 pesetas. No puedo dar aquí conferencias a causa de lo que inspirara una novela corta mía, «El Allegretto de la VII sinfonía», y salgo para Alicante la noche del 16». En este viaje, desgraciado para Noel, le dejarían a deber en Elda sus honorarios como conferenciante, en Pinoso se le negaría la entrada en la pensión dado su aspecto des-aliñado y acabaría con un ataque de desesperación en la ciudad de Monóvar justamente en su treinta y siete aniversario.
Hasta aquí lo que hemos podido rastrear a lo largo del Diario Intimo de Eugenio Noel, editado por su propio hijo y por el erudito García Mercadal, y la propia novela que nos ha ocupado en este trabajo, quedando para otra ocasión un análisis más detallado de la novela, así como la personalidad un tanto extraña del matrimonio formado por don Tomás Giner doña Lola.
(1) Las citas que figuran a lo largo del trabajo van referidas al Diario Intimo de Eugenio Noel, Taurus Ediciones, Madrid 1962 y 1968. Edición preparada por su hijo, Eugenio Muñoz Mesoneros, y don José García Mercadal.
Extraído de la Revista Villena de 1968
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