Ha comenzado la restauración del histórico
Castillo de la Atalaya, uno de los Monumentos Nacionales de la provincia de
Alicante
Por JOSÉ MARÍA SOLER GARCÍA - CRONISTA DE LA CIUDAD
Probable retrato del Emperador Carlos I en el
privilegio de confirmación a Villena del título de Ciudad.— (Foto Soler)
La Muy Noble, Muy Leal y Fidelísima Ciudad de
Villena, que no cuenta entre sus defectos el de la ingratitud, se siente
obligada a conmemorar el cuarto centenario de la muerte del Emperador Carlos I.
Más de una treintena de cédulas y provisiones
emanadas de la cancillería imperial, inéditas en su mayor parte, guarda el
Archivo Municipal villenense, y entre ellas, un documento áureo para la
historia de esta hermosa población levantina: la concesión del título de
Ciudad, otorgado por el Emperador en la villa de Madrid, a 25 de febrero de
1525.
La ciudad de Villena, según un antiguo grabado.
(Dibujo de R García Marco)
No nos resistimos a la tentación de transcribir
los párrafos esenciales de esta preciosa cédula, firmada de puño y letra del
insigne Monarca. Helos aquí, con toda la elocuencia de su obligada sobriedad:
"Por quanto la villa de Villena y los
vezinos y moradores della han sydo sienpre muy leales a nuestra corona real y
servido a los reyes nuestros progenitores .como buenos e fieles subdictos lo
devian hazer, y especialmente a los Reyes Catholicos nuestros abuelos y
sennores que ayan sancta gloria en la conquista del reyno de Granadá y en otras
cosas que se les ofrescieron; y continuando la dicha su fidilidad y lealtad y
lo que en ser uicio de nuestra corona real syenpre hizieron, estovieron y se
mostraron en nuestro seruiço en tienpo de las alteraciones pasadas de comunidad
que ovo en estos nuestros reynos, como muy buenos y leales subdictos y vasallos
nuestros, e nos sir uieron en la redución de las cibdades de Orihuela e
Alicante e Xativa y Alzira, que son en el reyno de Valencia, que estavan
reveladas contra nuestro seruicio, en lo qual murieron algunos vezinos dela
dicha villa. Y porque es cosa convenible e justa que los reyes e principes
hagan mercedes y ennoblezcan sus villas y vasallos que con lealtad los sirven,
para que a enxenplo dellos otros se esfuercen y animen a hazer lo mismo, por
ende, acatando todo lo suso dicho, y porque de la lealtad e fidilidad que la
dicha villa de Villena ha tenido syenpre y tiene a nuestra corona real aya y
quede memoria y por razon della sea más ennoblecida, por la presente la yntitulamos
y es nuestra merced e voluntad que agora e de aqui adelante para syenpre jamas
se yntitule e llame cibdad."
En este año jubilar de 1958, ha comenzado la
restauración del Castillo de Villena. Foto: Iñiguez)
La confirmación de este privilegio, fechada en
Toledo el 6 de noviembre del mismo año, es un bello documento escrito sobre
tres hojas de vitela, con orla historiada, escudo de la Ciudad y probable
retrato del Emperador, con cetro y corona, en la inicial del primer folio.
Suspendido sobre el abismo, un obrero restaña
antiguas heridas en la fortaleza de los Manuel, los Aragón y los Pacheco. (Foto
Iñiguez)
Villena fué, en efecto, una de las escasas poblaciones
levantinas que no abrazaron el partido de los agermanados valencianos. Hubo,
sí, inductores a la rebelión, pero "fueron desbaratados e deshechas sus
malas voluntades", según leemos en la "Relación de Villena"
redactada en 1575 por orden del rey Felipe II. Quizá se aluda con esas palabras
a la menguada suerte que le cupo a un mensajero enviado por "El
Encubierto", aquel misterioso y novelesco personaje que se decía nieto de
los Reyes Católicos, como hijo del príncipe don Juan, y que resultó ser un
osado impostor nacido de padres judíos. Su desgraciado emisario fué
descuartizado en Albaida por orden del Virrey, don Diego Hurtado de Mendoza.
No se especifican en el privilegio los nombres de
aquellos villenenses muertos en defensa de la causa imperial, pero por la
antedicha "Relación" sabemos que entre ellos se encontraba don Pedro
López de Ayala, Alcaide del castillo, el capitán don Beltrán Estevan y el
bachiller don Juan Pérez Oliver.
Con su adscripción al partido de los nobles,
quedó Villena convertida en plaza de armas del ejército real. En ella se
refugiaron muchos de los seguidores del Virrey tras su derrota de Gandía, y de
ella partieron los ataques de don Pedro Fajardo, que habrían de resultar
decisivos para el triunfo del Emperador.
Aparte de otras muchas disposiciones puramente
formularias o de carácter administrativo y económico, es de señalar también una
Real Provisión por la que se recuerda que los procuradores villenenses, como
representantes de la, población, epónima, disfrutaban prioridad de voto en las
Juntas de los pueblos del Marquesado; que h gente de armas de toda la jurisdicción
debía marchar .bajo el mando del capitán villenense, y que la bandera de
Villena tendría que Preceder forzosamente a todas las demás. Está interesante
Provisión, fechada en Valladolid el 22 de marzo de 1523, hubo de dictarse a
causa de que la ciudad de Chinchilla disputaba a Villena por entonces el disfrute
de aquellas preeminencias.
De nuevo se entrecruzan los arcos de las bóvedas
hispano-árabes volados por las tropas napoleónicas. (Foto Iñiguez)
No había escapado a la sagaz percepción de D.
Carlos el valor estratégico de portante plaza, enclavada en la secular línea
fronteriza de Castilla y Aragón. Ya en 1518, después de prolija información
sobre la necesidad de efectuar reparaciones en la cerca y fortaleza de la
entonces villa, dispuso, para tal fin, la concesión de cien mil maravedís con
cargo a las penas de cámara, y tres años más tarde, en ausencia del Emperador,
los gobernadores regentes, condestable don Iñigo de Mendoza y almirante don
Fadrique Enríquez, otorgaron otros veinte mil maravedís con el mismo objeto.
No es ésta la primera vez que se documentan
históricamente reparaciones en la fortaleza villenense, Monumento Nacional
desde 1931. En 1308, el insigne escritor don Juan Manuel, Príncipe de Villena,
solicitó de su suegro Jaime II el envío de un afamado alarife, preso en
Valencia a la sazón, para reforzar las defensas que protegían a la tierna
infanta doña Constanza, prometida de don Juan.
A mediados del siglo XV, don Juan Pacheco,
segundo Marqués de Villena, renovó por completo el aspecto del castillo
añadiendo a la maciza torre del homenaje un segundo cuerpo de mampostería
rematado por voladas torrecillas de estilo luso-castellano.
En 1563, una Provisión de Felipe II ordena de
nuevo la apertura de información sobre la necesidad de reparar los muros de la
Ciudad, que "estaua cerca del rreino de Aragón y de Valencia y hera
frontera de Castilla-"
Posiblemente habrán escapado a nuestra pesquisa
algunas otras disposiciones.
Hora es de decir que, por lamentable incuria de
muchas generaciones sucesivas, el castillo de Villena, vinculado a nombres tan
ilustres como los Manuel, los Aragón y los Pacheco; el más bello, sin duda, de
todos sus congéneres alicantinos, al tiempo que iba abatiendo sus torres y
muros con alarmante rapidez, había conocido el ludibrio de ver su patio de
armas convertido en inmunda necrópolis de perros vagabundos.
Escudo de Villena que figura en la orla del
privilegio de confirmación. (Foto Soler)
Ha bastado una afortunada conjunción de
sensibilidades parejas: la del alcalde villenense don Luis García Cervera; la
del Presidente de la Diputación alicantina don Lamberto García Atance, y la del
Presidente de la Comisión Provincial de Monumentos, don Vicente Martínez
Morellá, para poner fin a tamaña injuria. Hoy, las airosas torrecillas con que
don Juan Pacheco coronó la torre del homenaje alcanzan ya la altura que
perdieron, y es un gozo ver entrecruzarse de nuevo los bellísimos arcos de sus
bóvedas hispano-árabes, voladas con censurable ensañamiento por las tropas
napoleónicas del mariscal Suchet.
La reconstrucción del castillo de Villena se ha
iniciado, importa señalar la fecha, en este año jubilar de 1958. Nunca hubiera
podido soñarse homenaje más condigno a la memoria del Emperador Carlos 1 en
este cuarto centenario de su óbito.
Extraído de la Revista Villena de
1958
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