LA LIBERTAD Y LAS LENGUAS REGIONALES
Por Luís Ferriz García
Se ha dicho, y es verdad, que el pacto es el único lazo jurídico de los pueblos. Pero el pacto implica libertad y autonomía. Los pueblos deben unirse, federarse por un acto de su libérrima voluntad y no por la coacción. La coacción ata, en vez de unir.
Por Luís Ferriz García
Se ha dicho, y es verdad, que el pacto es el único lazo jurídico de los pueblos. Pero el pacto implica libertad y autonomía. Los pueblos deben unirse, federarse por un acto de su libérrima voluntad y no por la coacción. La coacción ata, en vez de unir.
Acto de Embajada de los Moros a los Cristianos
Lo esencial para los individuos, como para los pueblos, es la libertad. Quien liberta, une; quien oprime, separa. Sin libertad, ni los pueblos ni los individuos pueden desenvolver su vida. De aquí que lo justo, lo racional y lo democrático es reconocer el derecho de los pueblos a su autonomía y, una vez reconocido, otorgarlo. Venga después la federación de los pueblos autónomos, si asilo desean por convenir a sus intereses materiales y espirituales y a la afinidad de sus caracteres. De esta manera es como pueden llegar a formarse las auténticas regiones, dentro de la unidad nacional resultante de la variedad de los pueblos que la integran.
La autonomía y el federalismo son, a mí juicio, los medios únicos, adecuados e insustituibles para la buena y armónica convivencia de los pueblos. El regionalismo me parece bien si se forma de abajo arriba, previa la autonomía de los pueblos y por el libre consentimiento de éstos. Con el regionalismo que no puedo estar de acuerdo es con el que parece quieren imponer, desde arriba, a todo trance y a prisa y corriendo, unas docenas, no muchas, de políticos, de talla no más que de gobernador de provincia de segundo orden, y de literatos, que no han logrado que sus producciones traspasen las fronteras de la patria chica y que aspiran, acaso, a presidentes de la república y a príncipes de las letras en el estadillo regional.
Es posible que a esos literatos se deba el afán desmedido que se pone en intensificar, fomentar y extender ciertos idiomas vernáculos, tratando de imponerlos a los pueblos de habla castellana, mediante la obligatoriedad de su enseñanza.
La autonomía y el federalismo son, a mí juicio, los medios únicos, adecuados e insustituibles para la buena y armónica convivencia de los pueblos. El regionalismo me parece bien si se forma de abajo arriba, previa la autonomía de los pueblos y por el libre consentimiento de éstos. Con el regionalismo que no puedo estar de acuerdo es con el que parece quieren imponer, desde arriba, a todo trance y a prisa y corriendo, unas docenas, no muchas, de políticos, de talla no más que de gobernador de provincia de segundo orden, y de literatos, que no han logrado que sus producciones traspasen las fronteras de la patria chica y que aspiran, acaso, a presidentes de la república y a príncipes de las letras en el estadillo regional.
Es posible que a esos literatos se deba el afán desmedido que se pone en intensificar, fomentar y extender ciertos idiomas vernáculos, tratando de imponerlos a los pueblos de habla castellana, mediante la obligatoriedad de su enseñanza.
Lo paradógico del caso es que tales idiomas se pretende imponerlos en nombre de la libertad. ¡Qué enormidad y qué contrasentido! En nombre de la libertad se quiere achicar el espíritu y cortar alas al pensamiento, relegando a segundo plano ese magnífico y sin par instrumento de cultura y expresión que es el lenguaje castellano.
Por ese camino, señores regionalistas, vamos hacía atrás. El pensamiento, hoy más que nunca, necesita libertad, mucha libertad. Necesita moverse en el dilatado y anchuroso espacio de los idiomas universales. Necesita engrandecerse. Y esto, nosotros los españoles, sólo podemos conseguirlo cultivando más y más el bellísimo idioma de Cervantes. Idioma que, con el inglés, comparte la hegemonía en el mundo.
Los tiempos que corren, en que los medíos de comunicación han progresado tanto; en que las relaciones internacionales son tan íntimas y en que todo conspira hacía la unidad del género humano, no son tiempos de fortificar, sino de destruir fronteras. Y téngase presente que, como dijo el gran Unamuno, las fronteras idiomáticas separan más que el mar.
Extraído del Programa de Fiestas de 1931
Por ese camino, señores regionalistas, vamos hacía atrás. El pensamiento, hoy más que nunca, necesita libertad, mucha libertad. Necesita moverse en el dilatado y anchuroso espacio de los idiomas universales. Necesita engrandecerse. Y esto, nosotros los españoles, sólo podemos conseguirlo cultivando más y más el bellísimo idioma de Cervantes. Idioma que, con el inglés, comparte la hegemonía en el mundo.
Los tiempos que corren, en que los medíos de comunicación han progresado tanto; en que las relaciones internacionales son tan íntimas y en que todo conspira hacía la unidad del género humano, no son tiempos de fortificar, sino de destruir fronteras. Y téngase presente que, como dijo el gran Unamuno, las fronteras idiomáticas separan más que el mar.
Extraído del Programa de Fiestas de 1931
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