11 ago 2022

1931 LA LIBERTAD Y LAS LENGUAS REGIONALES

LA LIBERTAD Y LAS LENGUAS REGIONALES 
Por Luís Ferriz García
Se ha dicho, y es verdad, que el pacto es el úni­co lazo jurídico de los pueblos. Pero el pacto implica libertad y autonomía. Los pueblos deben unirse, federarse por un acto de su libérrima voluntad y no por la coacción. La coacción ata, en vez de unir.

Acto de Embajada de los Moros a los Cristianos
Lo esencial para los individuos, como para los pueblos, es la libertad. Quien liberta, une; quien oprime, separa. Sin libertad, ni los pueblos ni los individuos pueden desenvolver su vida. De aquí que lo justo, lo racional y lo democrático es reco­nocer el derecho de los pueblos a su autonomía y, una vez reconocido, otorgarlo. Venga después la federación de los pueblos autónomos, si asilo desean por convenir a sus intereses materiales y espiritua­les y a la afinidad de sus caracteres. De esta manera es como pueden llegar a formarse las auténticas re­giones, dentro de la unidad nacional resultante de la variedad de los pueblos que la integran.
La autonomía y el federalismo son, a mí juicio, los medios únicos, adecuados e insustituibles para la buena y armónica convivencia de los pueblos. El regionalismo me parece bien si se forma de abajo arriba, previa la autonomía de los pueblos y por el libre consentimiento de éstos. Con el re­gionalismo que no puedo estar de acuerdo es con el que parece quieren imponer, desde arriba, a todo trance y a prisa y corriendo, unas docenas, no muchas, de políticos, de talla no más que de go­bernador de provincia de segundo orden, y de li­teratos, que no han logrado que sus producciones traspasen las fronteras de la patria chica y que aspiran, acaso, a presidentes de la república y a príncipes de las letras en el estadillo regional.
Es posible que a esos literatos se deba el afán desmedido que se pone en intensificar, fomentar y extender ciertos idiomas vernáculos, tratando de imponerlos a los pueblos de habla castellana, mediante la obligatoriedad de su enseñanza.
Lo paradógico del caso es que tales idiomas se pretende imponerlos en nombre de la libertad. ¡Qué enormidad y qué contrasentido! En nombre de la libertad se quiere achicar el espíritu y cortar alas al pensamiento, relegando a segundo plano ese magnífico y sin par instrumento de cultura y expresión que es el lenguaje castellano.
Por ese camino, señores regionalistas, vamos hacía atrás. El pensamiento, hoy más que nunca, necesita libertad, mucha libertad. Necesita moverse en el dilatado y anchuroso espacio de los idiomas universales. Necesita engrandecerse. Y esto, noso­tros los españoles, sólo podemos conseguirlo cul­tivando más y más el bellísimo idioma de Cervan­tes. Idioma que, con el inglés, comparte la hege­monía en el mundo.
Los tiempos que corren, en que los medíos de comunicación han progresado tanto; en que las relaciones internacionales son tan íntimas y en que todo conspira ha­cía la uni­dad del gé­nero huma­no, no son tiempos de fortificar, si­no de des­truir fronte­ras. Y ténga­se presente que, como dijo el gran Unamuno, las fronteras idiomáticas separan más que el mar.
Extraído del Programa de Fiestas de 1931

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