En la muerte del Rvdo. don Jesús Riquelme
Mensaje a un amigo
QUERIDO don Jesús: Que la paz del Señor sea contigo; y a nosotros nos la niegue hasta que sepamos, como tú, escogiendo el camino de la verdad que nos predicaste, imprimir en el ánimo de los demás la alegría y la felicidad que se cifra en la esperanza.
No nos acostumbramos a tu ausencia. Verdad es que tu lección postrera, la de tu muerte, fue extraordinariamente hermosa y capaz de cubrir el hueco que dejó tu cuerpo, pero... ¡Nos haces tanta falta! ¡Es tanta nuestra cobardía!, que a diario nos acordamos de ti y esperamos que aquella palabra tuya, ardorosa y cargada de ejemplo, nos sirva para centrarnos y permanecer en la posición exacta.
No te olvidamos, querido y paternal amigo, y no sólo los que nos sentimos tus más cercanos colaboradores, sino que es Villena entera, cautivada por el temple que en su corazón supiste imprimir, quien desde los primeros pasos que diste camino del cielo te acompaña.
¿No recuerdas aquel día...? ¡Cuántas lágrimas!, pero... ¡cuántas oraciones! Lloraban los cuerpos, pero rezaban las almas. En aquel impresionante cortejo se veían rostros de aflicción—así es la naturaleza humana—, aunque, en el fondo, todo era profundo respeto y admiración; austeridad y pureza de alma. Era el momento en que, como buen soldado, te disponías a dar cuenta de la misión cumplida.
Nos consta que tú también sentiste la separación, y es que siempre te obsesionó la idea de aumentar el volumen de tu «racimo». ¿Recuerdas? Eran palabras tuyas: «¡Nos tenemos que salvar en racimo!» Y tú querías que el tuyo fuese grande, inmenso, ilimitado. ¡Querías conquistar más almas para el Señor! Sí, don Jesús, estamos de acuerdo. Ni en la tierra se avanza con portes individualistas, ni al cielo se llega por el camino del egoísmo.
Por eso hemos querido escribirte esta carta, ahora que tenemos aquí a la Madre, a la Virgen de las Virtudes, para rogarle de cerca que nos ayude a seguir tu ejemplo; a romper con las sutiles ligaduras que nos tiende un mundo materializado; a ser mejores; a ser hombres íntegros, que prediquen con el ejemplo primero y con la palabra después.
Pide por todos los «villeneros», con quienes tan entrañablemente estuviste unido. Pide por nosotros, los militantes de cristiandad, a pesar de nuestras flaquezas, cobardías y retrocesos, para que cuando nos llegue el momento de «dar la novedad» al Rey de los Ejércitos, seamos dignos de EL, por haber acreditado ese valor que ahora sólo se nos supone y que sólo los valientes son capaces de alcanzar.
Un Militante de Cristiandad
Extraído de la Revista Villena de 1961
Cedido por… Avelina y Natalia García
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