Este programa de fiestas de 1884 fue publicado íntegro precisamente en las páginas 266 y 267 de la Revista Anual Día cuatro que fuera del año 2000 por Alan Brotóns Hernández. Queda, por lo tanto, suficientemente demostrada la participación de bandas de música acompañando a las comparsas villenenses en las fiestas de 1884 y con anterioridad a ese año, porque en 1884 fue cuando se editó el primer programa de fiestas. En dicho programa, a las bandas de música se las denominaba “bandas militares”, aunque no tenían por qué serlo verdaderamente, ya que cuando venía alguna banda militar de verdad, en años posteriores, se hacía constar así y se especificaba el regimiento al que pertenecía. Esto fue lo que ocurrió con la Banda de Música del 2º Regimiento de Ingenieros Zapadores Minadores de Madrid, que participó como banda invitada en las fiestas de Villena de 1927, dirigida por el conocido Pascual Marquina (autor de los pasodobles Villena y España Cañí).
PASCUAL MARQUINA NARRO
(Calatayud, 1873 - Madrid, 1948)
Acunado por lo recios sones de las jotas de Matevo y Miguel Asso, cuando la primavera estallaba en las ramas vencidas de los frutales de Aragón, en la patria chica del poeta Marcial, junto a la colegiata de Santa María la Mayor, el 16 de mayo de 1873 nació en Calatayud (Zaragoza) Pascual Marquina Narro.(Calatayud, 1873 - Madrid, 1948)
Su padre, director de bandas civiles -dirigió las de Tobé, Torrella y Unión Bilbilitana- le aleccionó en el solfeo y a los siete años ingresó en el Coro de Infantes de la Basílica del Santo Sepulcro con su primer profesor Ildefonso Pardos, Maestro de Capilla.
Su afición desmesurada por la música le hizo ingresar en la banda Unión Bilbilitana, donde a los 9 años ya tocaba el flautín. Su constante aprender le llevó a empezar a componer y a los quince años escribió su primera obra, un Osarum para tenor y órgano. Calatayud se fue quedando pequeña para sus aspiraciones y a los diecisiete años se trasladó a Daroca para dirigir su banda. Dos años duró esta formidable experiencia que puso alas a una inquietud que no cesaba, hasta el punto de adelantar su reemplazo y marchar a Barcelona para ingresar en la Banda del Regimiento de Luchana, lo que le permitió tocar en orquestar y estudiar armonía y composición con los Maestros Varela, Silvario, Martínez Soralla y Bonet.
En 1901 se presenta a oposiciones para ingresar en el Cuerpo de Músicos Mayores del Ejército. Contiende con treinta y ocho opositores, obtiene el número uno y la plaza de director de la Banda del Batallón de Zapadores de Llerena de guarnición en Madrid.
Ha cumplido uno de sus sueños: llegar a la Capital para tratar de introducirse en el mundo musical de Madrid; de Barcelona trae un buen número de obras de todos los géneros, tiene prisa, voluntad y unas ganas enormes de estrenar; le advierten de la dificultad que entraña la empresa; es la misma situación que, cuanto en 1894, Bretón confió en Albéniz para estrenar alguna obra.
El Teatro Lirio lo tenían copado Chapí, Fernández Caballero, Valverde, Chueca... y dos autores jóvenes que se incorporan en 1901: Amadeo Vives y José Serrano, el primero con Don Lucas del Cigarral y el valenciano con La Reina Mora.
Marquina no se amilana, trabaja sin descanso, lucha y estudia sin horas, se relaciona con el mundo de la cultura y aparecen los primeros libretos para musicar... y uno de ellos, titulado La última copla de Jackson Veyan y Jesús Plaza, gusta a los famosos Loreto Prado y Enrique Chicote que deciden estrenarlos en 20 de febrero de 1904 en el Teatro Moderno. La noche del estreno hay un espectador de excepción entre bastidores que abraza y felicita a Marquina por el éxito conseguido... es Ruperto Chapí que le profesa sincera amistad y que le alentaría hasta la muerte del glorioso autor de La Revoltosa en 1908. Marquina le profesó un cariño absoluto toda la vida.
A partir del éxito de La última copla, Pascual Marquina colabora con Pablo Luna y Blasco Ibáñez en Sangre y Arena, con Celestino Roig en El tren de lujo, con Miguel Mihura y Ricardo González en El candil del Rey, con Enric Morera en L'hivern, con Padilla en Sol y caireles, ... así hasta más de cincuenta zarzuelas, algunas con más de doscientas representaciones.
Mientras, siguen naciendo sus obras populares, aquellas que le darían tanta notoriedad, los pasodobles, pasacalles, mazurcas, chotis... Las jotas que llevaría siempre en el corazón y que las haría bailar con marchosería y garbo abrazadas a un pasodoble.
En 1914, dirigió la Orquesta del Teatro de la Zarzuela, labor que desarrollaría varias temporadas y en 1916 empuña la batuta para dirigir la Banda de Ingenieros, de tanto prestigio, que había tenido por directores a los famosos Eduardo López Juarranz -inolvidable autor del pasodoble La Giralda- y a Arturo Saco del Valle, y que alternando con la de Alabarderos actuaban en la Parada de Palacio. Marquina obtuvo enormes éxitos nacionales e internacionales con la mencionada agrupación, lo que vienen a confirmar sus numerosas grabaciones.
Durante dieciocho años fue director artístico y de orquesta de la Compañía Gramofónica La Voz de su Amo. Admirado y querido por cuantos intérpretes tuvo, grabó con Anselmi, Titta Rufo, María Galvani, Amelia Galli-Curci, Humberto Macnez, Cora Raga, Marcos Redondo -que le estrenó su zarzuela grande Santa María del Mar-, Eduardo Marcén, Palacios, Emilio Segi-Barba -que estrenó su himno de la Unión de Radioyentes-, Pastora Imperio y la Argentinita, que bailó su obra más universal y rotunda: España Cañí.
Amigo de los artistas de su época, recordó siempre con inmenso cariño a los maestros Serrano, Alonso, Guerrero, Ángel Mingote, que le dedicó el pasodoble Marquina cantor baturro... En su tertulia del Café Castilla eran asiduos Jardiel Poncela, Emilio Carrere -su entrañable amigo por el que sentía pasión-, José Isbert, el torero Bombita, Nicanor Villalta...
Vocal musical del Círculo de Bellas Artes. Representante de la Sociedad Española de Derecho de Ejecución, fue junto a Eduardo Marquina, Grichot, Baixader, Bolaños, Monreal y los franceses Turnie y Delavenne uno de los firmantes del tratado de incorporación de la Sociedad de Autores Españoles a las demás sociedades de Europa.
Pero su pasión más encendida fue Aragón, donde volvía siempre y al que dedicó páginas entrañables: Sabiñán, Los de Ricla, Himno a Daroca, La Marcha de la Alegría, ¡Viva Calatayud!, ¡Viva la Jota!... y su último pasodoble en su último suspiro ¡Viva Aragón que es mi tierra!
Pascual Marquina falleció en Madrid, el 13 de julio de 1948. Estaba en posesión de la encomienda de Alfonso XII, Placa y Cruz de San Hermenegildo, Cruz del Mérito Militar, Cruz del Rif, de Alfonso XIII y Caballero con Cruz de la Real Orden Victoria de Inglaterra.
Aragón no le olvidó y le dedicó calle en Zaragoza y Calatayud junto con un monumento, original de Juan Cruz Melero, así como en Villena, y cada primavera cuando en las ramas vencidas de los frutales se columpia el mes de mayo, los sones de sus pasodobles acarician el aire de España con un contrapunto de jota.
Ha cumplido uno de sus sueños: llegar a la Capital para tratar de introducirse en el mundo musical de Madrid; de Barcelona trae un buen número de obras de todos los géneros, tiene prisa, voluntad y unas ganas enormes de estrenar; le advierten de la dificultad que entraña la empresa; es la misma situación que, cuanto en 1894, Bretón confió en Albéniz para estrenar alguna obra.
El Teatro Lirio lo tenían copado Chapí, Fernández Caballero, Valverde, Chueca... y dos autores jóvenes que se incorporan en 1901: Amadeo Vives y José Serrano, el primero con Don Lucas del Cigarral y el valenciano con La Reina Mora.
Marquina no se amilana, trabaja sin descanso, lucha y estudia sin horas, se relaciona con el mundo de la cultura y aparecen los primeros libretos para musicar... y uno de ellos, titulado La última copla de Jackson Veyan y Jesús Plaza, gusta a los famosos Loreto Prado y Enrique Chicote que deciden estrenarlos en 20 de febrero de 1904 en el Teatro Moderno. La noche del estreno hay un espectador de excepción entre bastidores que abraza y felicita a Marquina por el éxito conseguido... es Ruperto Chapí que le profesa sincera amistad y que le alentaría hasta la muerte del glorioso autor de La Revoltosa en 1908. Marquina le profesó un cariño absoluto toda la vida.
A partir del éxito de La última copla, Pascual Marquina colabora con Pablo Luna y Blasco Ibáñez en Sangre y Arena, con Celestino Roig en El tren de lujo, con Miguel Mihura y Ricardo González en El candil del Rey, con Enric Morera en L'hivern, con Padilla en Sol y caireles, ... así hasta más de cincuenta zarzuelas, algunas con más de doscientas representaciones.
Mientras, siguen naciendo sus obras populares, aquellas que le darían tanta notoriedad, los pasodobles, pasacalles, mazurcas, chotis... Las jotas que llevaría siempre en el corazón y que las haría bailar con marchosería y garbo abrazadas a un pasodoble.
En 1914, dirigió la Orquesta del Teatro de la Zarzuela, labor que desarrollaría varias temporadas y en 1916 empuña la batuta para dirigir la Banda de Ingenieros, de tanto prestigio, que había tenido por directores a los famosos Eduardo López Juarranz -inolvidable autor del pasodoble La Giralda- y a Arturo Saco del Valle, y que alternando con la de Alabarderos actuaban en la Parada de Palacio. Marquina obtuvo enormes éxitos nacionales e internacionales con la mencionada agrupación, lo que vienen a confirmar sus numerosas grabaciones.
Durante dieciocho años fue director artístico y de orquesta de la Compañía Gramofónica La Voz de su Amo. Admirado y querido por cuantos intérpretes tuvo, grabó con Anselmi, Titta Rufo, María Galvani, Amelia Galli-Curci, Humberto Macnez, Cora Raga, Marcos Redondo -que le estrenó su zarzuela grande Santa María del Mar-, Eduardo Marcén, Palacios, Emilio Segi-Barba -que estrenó su himno de la Unión de Radioyentes-, Pastora Imperio y la Argentinita, que bailó su obra más universal y rotunda: España Cañí.
Amigo de los artistas de su época, recordó siempre con inmenso cariño a los maestros Serrano, Alonso, Guerrero, Ángel Mingote, que le dedicó el pasodoble Marquina cantor baturro... En su tertulia del Café Castilla eran asiduos Jardiel Poncela, Emilio Carrere -su entrañable amigo por el que sentía pasión-, José Isbert, el torero Bombita, Nicanor Villalta...
Vocal musical del Círculo de Bellas Artes. Representante de la Sociedad Española de Derecho de Ejecución, fue junto a Eduardo Marquina, Grichot, Baixader, Bolaños, Monreal y los franceses Turnie y Delavenne uno de los firmantes del tratado de incorporación de la Sociedad de Autores Españoles a las demás sociedades de Europa.
Pero su pasión más encendida fue Aragón, donde volvía siempre y al que dedicó páginas entrañables: Sabiñán, Los de Ricla, Himno a Daroca, La Marcha de la Alegría, ¡Viva Calatayud!, ¡Viva la Jota!... y su último pasodoble en su último suspiro ¡Viva Aragón que es mi tierra!
Pascual Marquina falleció en Madrid, el 13 de julio de 1948. Estaba en posesión de la encomienda de Alfonso XII, Placa y Cruz de San Hermenegildo, Cruz del Mérito Militar, Cruz del Rif, de Alfonso XIII y Caballero con Cruz de la Real Orden Victoria de Inglaterra.
Aragón no le olvidó y le dedicó calle en Zaragoza y Calatayud junto con un monumento, original de Juan Cruz Melero, así como en Villena, y cada primavera cuando en las ramas vencidas de los frutales se columpia el mes de mayo, los sones de sus pasodobles acarician el aire de España con un contrapunto de jota.
Revista Día 4 que fuera 2000
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