A PEPE CORTÉS
Quisiera que esta cuartilla evidenciara el gran afecto y la profunda admiración que siempre sentí ante la singular figura de este villenero que se llamó Pepe Cortés.
Le conocí a poco de llegar a esta ciudad y enseguida me di cuenta de la dimensión del personaje que se me presentaba. Una verdadera aristocracia moral y física era lo que emanaba de todo el, lo que pudiéramos llamar circunstancia. En todo momento era personal y tremendamente humano. Aunque no hubiera sido, como en realidad era, un artista excepcional, solamente con su forma de ser y producirse, denotaba pertenecer a esa clase de seres de excepción, que han nacido ya dotados para altos fines y para demostrar a sus semejantes las enormes dimensiones que puede tener un alma cuando está nutrida de nobleza e idealidad.
Éstas dos palabras, nobleza e idealidad, fueron, a mi entender, los pilares de su ejecutoria en toda su vida, jamás tuvo un gesto, un ademán, una palabra que no respondiera a una auténtica elevación de miras. Era altivo ante la injusticia y humilde ante la cristiana sencillez. Era la más genuina representación de su pueblo. Todo lo que Villena es, estaba encarnado en él. Para el hidalgo villenero, para el magistral artista, para el gran amigo perdido para siempre, mi más emocionado recuerdo.
M. González SantanaExtraído de la Revista Villena 1967
Quisiera que esta cuartilla evidenciara el gran afecto y la profunda admiración que siempre sentí ante la singular figura de este villenero que se llamó Pepe Cortés.
Le conocí a poco de llegar a esta ciudad y enseguida me di cuenta de la dimensión del personaje que se me presentaba. Una verdadera aristocracia moral y física era lo que emanaba de todo el, lo que pudiéramos llamar circunstancia. En todo momento era personal y tremendamente humano. Aunque no hubiera sido, como en realidad era, un artista excepcional, solamente con su forma de ser y producirse, denotaba pertenecer a esa clase de seres de excepción, que han nacido ya dotados para altos fines y para demostrar a sus semejantes las enormes dimensiones que puede tener un alma cuando está nutrida de nobleza e idealidad.
Éstas dos palabras, nobleza e idealidad, fueron, a mi entender, los pilares de su ejecutoria en toda su vida, jamás tuvo un gesto, un ademán, una palabra que no respondiera a una auténtica elevación de miras. Era altivo ante la injusticia y humilde ante la cristiana sencillez. Era la más genuina representación de su pueblo. Todo lo que Villena es, estaba encarnado en él. Para el hidalgo villenero, para el magistral artista, para el gran amigo perdido para siempre, mi más emocionado recuerdo.
M. González SantanaExtraído de la Revista Villena 1967
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