DESCUBRIMIENTO DE VILLENA EN 1956
Era el día 6 de septiembre de 1956. Fui a Villena con el ánimo de pintar sin haber pensado que la ciudad se hallaba en fiestas. Villena me atraía, arrebujada al pie del San Cristóbal, como acogiéndose al abrigo del imponente castillo que la domina, atalaya de la ubérrima llanura que parece emanar cadencias morunas y nos habla de antiguos caballeros aragoneses y de antiguos caballeros castellanos. Me atraía su finura de color ambiental, trenzado con las rancias callejas que, sin duda, movieron la inspiración de su preclaro hijo, el maestro Chapí, orgullo de Villena y gloria de España.
Pero... el día 6 de septiembre no podía pensarse en la quietud ni en la abstracción. Villena estallaba de alegría en sus fiestas. —No trabaje — me decían mis amigos. Quédese con nosotros hasta la noche; tenemos una gran fiesta!
Yo había ido a pintar y... con la mano puesta sobre el corazón confieso que acepté por no desdeñar tan fina cortesía; lo que no esperaba es la emoción que me produjo lo que mis ojos contemplaron aquella noche que yo califico de memorable. Un fastuoso cortejo que duró largas horas, sin interrumpirse, me dejó atónito. Cientos y cientos de comparsistas ricamente ataviados, carrozas elegantes y atrevidas de forma, muchachas bellísimas, unas vistiendo lindo traje villenense, otras la exuberante indumentaria oriental, profusión de músicas, arte en fin, en una disciplina poco frecuente en estas manifestaciones festeras.
Cuando ya, a altas horas de la madrugada, finalizó lo que yo califico de ensueño me preguntaba: ¿Cómo es posible que esto se ignore fuera de aquí? La casualidad me llevó a Villena y ella me descubrió este ramo de exquisiteces. No estaría de más, amigos villenenses, aireaseis extensamente, en todo el ámbito nacional y allende las fronteras, lo que vosotros sabéis hacer y que sepan en todas partes cómo es vuestro corazón y vuestra sensibilidad.
GASTÓN CASTELLÓ
Extraído de la Revista Villena de 1957
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